DIRECTORIO PARA LA VIDA Y MINISTERIO DE LOS SACERDOTES (n. 68)
La centralidad de la Eucaristía se debe indicar no sólo por la digna y piadosa celebración del Sacrificio, sino aún más por la adoración habitual del sacramento. El presbítero debe mostrarse modelo del rebaño también en el devoto cuidado del Señor en el sagrario y en la meditación asidua que hace ante Jesús Sacramentado. Es conveniente que los sacerdotes encargados de la dirección de una comunidad dediquen espacios largos de tiempo para la adoración en comunidad —por ejemplo, todos los jueves, los días de oración por las vocaciones, etc. —, y tributen atenciones y honores, mayores que a cualquier otro rito, al Santísimo Sacramento del altar, también fuera de la Santa Misa. «La fe y el amor a la Eucaristía no pueden permitir que Cristo se quede solo en el tabernáculo»[1]. Impulsados por el ejemplo de fe de sus pastores, los fieles buscarán ocasiones a lo largo de la semana para ir a la iglesia a adorar a nuestro Señor, presente en el tabernáculo.
La Liturgia de las Horas puede ser un momento privilegiado para la adoración eucarística. Esta liturgia es una verdadera prolongación, a lo largo de la jornada, del sacrificio de alabanza y acción de gracias, que tiene en la Santa Misa el centro y la fuente sacramental. La Liturgia de las Horas, en la cual el sacerdote unido a Cristo es la voz de la Iglesia para el mundo entero, también se celebrará comunitariamente, para que sea «intérprete y vehículo de la voz universal, que canta la gloria de Dios y pide la salvación del hombre»[2].
Ejemplar solemnidad tendrá esta celebración en los Capítulos de canónigos.
Siempre se deberá tratar de que, tanto la celebración comunitaria como la individual, se hagan con amor y deseo de reparación, sin caer en el mero «deber» mecánico de una simple y rápida lectura que no preste la necesaria atención al sentido del texto.
[1] Juan Pablo II, Audiencia general (9 de junio de 1993), 6: “L’Osservatore Romano”, edición en lengua española, n. 24, 11 de junio de 1993, 3; Cfr. Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 48; Catecismo de la Iglesia Católica, 1418; Juan Pablo II, Carta enc. Ecclesia de Eucharistia, 25; Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Instrucción Redemptionis Sacramentum, 134; Benedicto XVI, Exhort. ap. postsinodal Sacramentum caritatis, 67-68.
[2] Juan Pablo II, Audiencia general (2 de junio de 1993), 5; Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, 99-100.
REFLEXIÓN DESDE EL CORAZÓN DE JESÚS: "PRESENCIA REAL" - Te cuesta creer que yo soy el que tiene forma y sabor de pan. Pídeme que aumente tu fe, porque estoy aquí, frente a ti, aun si tú no crees. Mira a mi pueblo, contempla a las almas adoradoras, deléitate con su devoción, desea tener su fe. Ellos creen que aquí estoy. Por eso vienen y se postran ante mí, y me adoran. ¡Cuánta gloria dan a Dios!
HORA SANTA DE REPARACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Y AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA - Especialmente por los pecados de los sacerdotes