PLAN DE VIDA DE PIEDAD PARA SACERDOTES - COMO UN PLANO INCLINADO
Esta sección de la Aplicación COR ARDENS tiene la finalidad de proponer a todos los sacerdotes un plan de vida de piedad, recogiendo las diferentes prácticas que se han consolidado en la Iglesia, y que, con toda seguridad, conocen bien los interesados, y muy probablemente ya practican, pero que conviene tener presentes para facilitar la revisión diario de lo que se ha cumplido.
Por lo mismo, tomando en cuenta que todos los sacerdotes conocen bien las diferentes prácticas de piedad, no se explica con detalle lo que son, sino que simplemente se ofrecen recursos para fortalecer esas prácticas en la propia vida interior.
Contiene recursos que ayudan para realizar esas normas de piedad, enfatizando, en algunos casos, lo que el mismo Magisterio de la Iglesia ha enseñado al respecto, como, por ejemplo, el Directorio para la vida y ministerio de los sacerdotes, el Código de Derecho Canónico, la Exhortación Apostólica Pastores dabo vobis, etc.
Mencionamos que este plan de vida es "como un plano inclinado", porque se trataría de que se vayan incluyendo esas normas de piedad poco a poco, madurando a lo largo de los años la propia vida espiritual. Sobre todo tomarán en cuenta esto los sacerdotes recién ordenados, y los seminaristas, que conviene vayan fortaleciendo su vocación con una sólida vida interior.
En buena parte hacemos referencia a los mismos recursos que ofrece la Aplicación, ordenando por orden de evangelista muchas oraciones y reflexiones de espiritualidad sacerdotal.
DIRECTORIO PARA LA VIDA Y MINISTERIO DE LOS SACERDOTES ("Espiritualidad sacerdotal")
(Apartado II) La espiritualidad del sacerdote consiste principalmente en la profunda relación de amistad con Cristo, puesto que está llamado a «ir con Él» (cfr. Mc 3, 13). En este sentido, en la vida del sacerdote Jesús gozará siempre de la preeminencia sobre todo. Cada sacerdote actúa en un contexto histórico particular, con sus distintos desafíos y exigencias. Precisamente por esto, la garantía de fecundidad del ministerio radica en una profunda vida interior. Si el sacerdote no cuenta con la primacía de la gracia, no podrá responder a los desafíos de los tiempos, y cualquier plan pastoral, por muy elaborado que sea, está destinado al fracaso.
(n. 50) Esta vida espiritual debe encarnarse en la existencia de cada presbítero a través de la liturgia, la oración personal, el tenor de vida y la práctica de las virtudes cristianas; todo esto contribuye a la fecundidad de la acción ministerial. La misma configuración con Cristo exige que el sacerdote cultive un clima de amistad con el Señor Jesús, haga experiencia de un encuentro personal con Él, y se ponga al servicio de la Iglesia, su Cuerpo, que el presbítero amará, dándose a ella mediante el servicio fiel e incansable de los deberes del ministerio pastoral[1].
Por tanto, es necesario que en la vida de oración del presbítero no falten nunca la celebración diaria de la eucaristía[2], con una adecuada preparación y sucesiva acción de gracias; la confesión frecuente[3] y la dirección espiritual ya practicada en el Seminario y a menudo antes[4]; la celebración íntegra y fervorosa de la Liturgia de las Horas[5], obligación cotidiana[6]; el examen de conciencia[7]; la oración mental propiamente dicha[8]; la lectio divina[9], los ratos prolongados de silencio y de diálogo, sobre todo, en ejercicios y retiros espirituales periódicos[10]; las preciosas expresiones de devoción mariana como el Rosario[11]; el Vía Crucis y otros ejercicios piadosos[12]; la provechosa lectura hagiográfica[13]; etc. Sin duda, el buen uso del tiempo, por amor de Dios y de la Iglesia, permitirá al sacerdote mantener más fácilmente una sólida vida de oración. De hecho, se aconseja que el presbítero, con la ayuda de su director espiritual, trate de atenerse con constancia a este plan de vida, que le permite crecer interiormente en un contexto en el cual numerosas exigencias de la vida lo podrían inducir muchas veces al activismo y a descuidar la dimensión espiritual.
El cuidado de la vida espiritual, que aleja al enemigo de la tibieza, debe ser para el sacerdote una exigencia gozosa, pero es también un derecho de los fieles que buscan en él —consciente o inconscientemente— al hombre de Dios, al consejero, al mediador de paz, al amigo fiel y prudente y al guía seguro en quien se pueda confiar en los momentos más difíciles de la vida para hallar consuelo y firmeza[14].
[1] Cfr. C.I.C., can. 276 § 2, 1°.
[2] Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 5; 18; Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 23; 26; 38; 46; 48; C.I.C., can. 246 § 1 y 276 § 2, 2°.
[3] Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 5; 18; C.I.C., cann. 246, § 4; 276, § 2, 5°; Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 26; 48.
[4] Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 18; C.I.C., can. 239; Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 40; 50; 81.
[5] Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 18; C.I.C., can. 246 § 2; 276 § 2, 3°; Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 26; 72; Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Respuestas Celebratio integra a cuestiones acerca de la obligatoriedad del rezo de la Liturgia de las Horas (15 de noviembre de 2000), en Notitiae 37 (2001), 190-194.
[6] Cfr. C.I.C. can. 1174 § 1.
[7] Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 18; Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 26; 37-38; 47; 51; 53; 72.
[8] Cfr. C.I.C., can. 276 § 2, 5°.
[9] Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 4; 13; 18; Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 26; 47; 53; 70; 72.
[10] Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 18; C.I.C., can. 276 § 2, 4°; Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 80.
[11] Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis 18; C.I.C., can. 246 § 3 y 276 § 2, 5°. Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 36; 38; 45; 82.
[12] Cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 18; Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 26; 37-38; 47; 51; 53; 72.