8C. LLEVAR LA LUZ AL MUNDO – EL VERDADERO PROFETA
DOMINGO II DE ADVIENTO
Todos verán la salvación de Dios.
+ Del santo Evangelio según san Lucas: 3, 1-6
En el año décimo quinto del reinado del César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisarías, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías.
Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicciones del profeta Isaías:
Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios.
Palabra del Señor.
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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: la figura del Bautista es impactante. Tú dijiste que no había hombre, nacido de mujer, mayor que Juan. Llevaba una vida de mucha austeridad, y era muy eficaz su predicación, porque no solo predicaba con su palabra, sino con su ejemplo.
Yo pienso, Jesús, que a él lo santificaste en el seno materno, y por eso dio mucho fruto, porque era tu predilecto. Yo, en cambio, me siento muy limitado. No tengo esa gracia especial con que contaba Juan. Y me pides también que prepare tus caminos. ¿Cómo le voy a hacer?
¿Debo sentirme también tu predilecto, por ser sacerdote? A veces se me olvida que soy “el mismo Cristo”. No soy yo, eres tú el que quiere actuar a través de mí.
Señor ¿qué es lo que esperas de mí?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
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«Sacerdotes míos: arrepiéntanse y crean en el Evangelio.
Mi paz les dejo, mi paz les doy. No se turbe su corazón, sino que se alegre, porque yo cumplo mi Palabra.
La gloria de mi resurrección precede a la cruz, en donde se eleva y se enaltece mi nombre, porque el que sea humillado será enaltecido y el que se enaltezca será humillado.
La cruz es el camino de la misericordia para alcanzar la gloria, porque no hay gloria sin cruz.
Renuncien ustedes a su egoísmo, tomen su cruz y síganme. Arrepiéntanse, conviértanse y crean en el Evangelio.
Prediquen mi Palabra, para que sean los ojos del mundo, para que los que vean crean. Más dichosos serán los que creen sin haber visto.
Solo los justos verán a Dios, pero todos verán al Hijo del hombre: los que creen y los que no creen, los justos y los pecadores, los que me siguen y los que me persiguen, los que me adoran y los que me odian, los ricos y los pobres, los poderosos y los humildes, los que tienen fe y los que no tienen fe, los que predican mi Palabra y los que se callan, los que construyen el Reino de los Cielos y los tibios, los que estén en vela y los que estén dormidos.
Porque llegaré sin avisar con todo mi poder, con toda mi majestad y mi gloria, y ese día muchos se alegrarán, porque serán vestidos de blanco y conducidos al agua de mi manantial para ser saciados. Pero una tercera parte de la tierra sentirá miedo, y se horrorizará de lo que habrá de suceder, porque los infiernos se verán sobre la tierra y todo lo que no sea puro será destruido. Entonces será un mar de sangre y perecerán en el fuego eterno, y ahí será el llanto y el rechinar de dientes.
Alégrense ustedes, y permanezcan en vela, porque yo soy el que es, el que era, y el que vendrá. Oren, amigos míos, para que extiendan la fe, para que crean cuando prediquen mi Palabra. No sea que, cuando yo vuelva, no encuentre fe sobre la tierra.
Pastores de mi pueblo, que guían a mi rebaño: guíenlos a la alegría de mi encuentro por medio del Evangelio, porque es mi Palabra alimento, verdad y vida, para que tengan fe, para que crean, para que obren con misericordia y con justicia, porque todo el que crea será salvado, porque los justos verán a Dios, porque los misericordiosos recibirán misericordia.
Ustedes, que conocen mi Palabra, y que la llevan en su boca, son los ojos del mundo. Pero, si ustedes están ciegos, ¿quién verá?
Ustedes son la fe del mundo, pero, si ustedes no tienen fe, ¿quién tendrá?
Ustedes son la esperanza del mundo, pero, si ustedes no tienen esperanza, ¿quién no se turbará?
Ustedes son los que conocen el amor, pero, si ustedes no permanecen en el amor, ¿quién recibirá mi misericordia?
Regresen, amigos míos, a mi amistad.
Regresen al amor primero, al amor que han olvidado, al amor que han rechazado, al amor que han ofendido.
Arrepiéntanse y reciban al amor, para que sus corazones fríos sean encendidos, para que sus ojos secos sean manantial de lágrimas, para que sus miedos se disipen y aumente su fe, para que su tristeza sea alegría y sus pasos sean firmes, para que sin ver crean y creyendo vean.
Entonces lleven la luz al mundo anunciando el Evangelio, proclamando mi Palabra, construyendo mi Reino, permaneciendo en vela, unidos en oración, cumpliendo los mandamientos de la ley del amor, para que, cuando yo vuelva, los encuentre a todos reunidos, en una sola fe, sumergidos en el agua del bautismo; que, por mi sangre derramada en la cruz, los limpia del pecado; que, por la misericordia derramada de mi corazón expuesto, los redime de sus culpas; que, por mi resurrección, les da la gloria para la vida eterna.
¡Ay de ustedes si no anuncian el Evangelio!
¡Ay de ustedes si no anuncian el Reino de los Cielos!
¡Ay de ustedes si cierran las puertas, porque ustedes tampoco entrarán!».
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Madre nuestra: Juan sentía su indignidad, pero Jesús dijo que era la antorcha que ardía y alumbraba, y todos quisieron alegrarse por un momento con su luz. Era la luz de Cristo, que iluminaba sus corazones.
Tú llevas en tu vientre la luz, eres portadora de amor y de paz. ¿Cómo puedo yo también ser antorcha de luz ante los hombres?
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
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«Hijos míos, sacerdotes: yo les pido que se reúnan en oración constante, para que el amor se haga presente, porque donde hay dos o más reunidos en su nombre, ahí está mi Hijo, y Él es el amor.
Para que se mantengan bajo la protección de mi manto, mientras sea la hora en que Él vuelva.
Para que sean fortalecidos con los dones del Espíritu Santo, y cumplan con su misión, llevando al mundo la Palabra, la Verdad, el Camino y la Vida, entregando al mundo el Verbo que, por mi vientre, se hizo carne, y habitó entre nosotros, para entregarse en sacrificio como el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, para salvar al mundo, para quedarse con cada uno, todos los días, hasta el fin del mundo.
Hasta el día en que todos lo verán venir con toda su majestad y gloria, para llevarse lo que le pertenece.
Permanezcan en vela, para que, cuando Él vuelva, sea para ustedes la alegría.
Oren, hijos, porque nadie sabe ni el día ni la hora».
¡Muéstrate Madre, María!