19/09/2024

Lc 17, 26-37

80. ELEGIDOS PARA CONSTRUIR LA IGLESIA – PERDER LA VIDA

EVANGELIO DEL VIERNES DE LA SEMANA XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO

Lo mismo sucederá el día en que el Hijo del hombre se manifieste.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 17, 26-37

En aquellos días, Jesús dijo a sus discípulos: “Lo que sucedió en el tiempo de Noé también sucederá en el tiempo del Hijo del hombre: comían y bebían, se casaban hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces vino el diluvio y los hizo perecer a todos.

Lo mismo sucedió en el tiempo de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y construían, pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Pues lo mismo sucederá el día en que el Hijo del hombre se manifieste.

Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, que no baje a recogerlas; y el que esté en el campo, que no mire hacia atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. Quien intente conservar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.

Yo les digo: aquella noche habrá dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro abandonado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra abandonada”.

Entonces, los discípulos le dijeron: “¿Dónde sucederá eso, Señor?”. Y él les respondió: “Donde hay un cadáver, se juntan los buitres”.

Palabra del Señor.

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: hay en el ambiente cierta inquietud sobre el final de los tiempos. Lo que tú quieres es que estemos siempre preparados, y que no estemos esperando señales especiales.

Tú ya nos has dejado todo bien dispuesto para estar preparados. Esas son las señales. Tú eres la señal principal.

Y yo, sacerdote, configurado contigo, debo ser también señal de salvación, llevando tu palabra y tus sacramentos de vida eterna a todos los hombres, ayudándolos a subir al arca de salvación, que es tu Iglesia.

Señor, ayúdanos a aprovechar muy bien todos los medios de salvación que nos ofrece tu esposa, la santa Iglesia.

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

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«Sacerdotes míos: muchos tienen las tinajas llenas de agua, pero ustedes tienen el mejor de los vinos.

Yo soy la Palabra. El que crea en mí y sea bautizado se salvará, el que se resista a creer se condenará, porque las señales y los signos son claros, y solo los necios no los ven. Muchas señales les he dado y muchos signos he hecho.

Las señales son pequeñas luces de mi corazón, para mostrar el camino hacia la eterna luz, que soy yo. Pero yo les digo que mis señales no son para los incrédulos, sino para los creyentes, porque el Espíritu Santo les es dado a los que me aman. El que cree en mí y me ama, ese recibe al Espíritu Santo para la vida eterna. No hay señal más grande que mi cruz, y todo el que comparte mi cruz, yo lo convierto en una señal para los demás que me buscan, para que me puedan encontrar.

Yo los envío a ustedes, mis discípulos, a proclamar mi Palabra, y a que hagan las obras que yo he hecho, y aun mayores, porque aun a los necios los amo, los busco, los encuentro, los salvo.

Yo los envío para que sean la luz del faro que ilumina en medio de las tinieblas, para que los que están en mi barca encuentren la esperanza y la paz, para que confíen en medio de la tormenta, y se mantengan en la única barca que lleva rumbo y se dirige hacia puerto seguro.

Permanezcan unidos en mí, conmigo, apegados fielmente a la doctrina cristiana de la Iglesia católica, ceñidos a la obediencia de su obispo, para construir mis obras. Ladrillos pequeños, pero puestos sobre cimientos firmes, sobre la roca, promoviendo la unidad con caridad, llevando a mi pueblo mi misericordia, para que sepan que permanecen abiertas las puertas de mi misericordia, hasta que yo vuelva. Entren ustedes por esas puertas y traigan consigo a las familias y comunidades, que son los rebaños que les han sido encomendados. Entren con ellos para que ninguno se quede fuera.

Esta es la barca de Pedro. Sobre él edifico mi Iglesia, y el mal no prevalecerá sobre ella. A él le he dado las llaves del Reino de los cielos, y lo que ate en la tierra queda atado en los cielos, y lo que desate en la tierra queda desatado en los cielos.

Mi barca es segura, porque no la dirige un hombre, la dirige el Espíritu Santo. Y aunque navegue en medio de la tormenta y la tribulación, aunque la fe se debilite y parezca que se acaba, la barca no se hundirá, porque se dirige hacia puerto seguro, a la luz de la Palabra.

Muchos se desesperarán y perderán la esperanza. Otros se tirarán al mar, porque perderán la fe. Pero algunos se salvarán, porque habrán creído en la Palabra que yo les he traído, que perdura, porque es Palabra de vida, que se transmite de generación en generación, a través del Evangelio, porque es la verdad.

Permanezcan con mi Madre en el puerto seguro, alimentando con la gracia la llama de sus corazones, para que la luz nunca se apague, para que iluminen y guíen a los que navegan y gobiernan, para que alienten a los que se han cansado de remar, y a los que se turban ante la tempestad.

Me ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra. No se distraigan. Permanezcan firmes en la oración y en la fe, construyendo mis obras, escuchando y entregando mi Palabra, escogiendo la mejor parte, que no les será quitada.

Yo los envío a evangelizar en medio de tormentas y tempestades, de persecuciones y tribulaciones, de tinieblas y oscuridad, dando testimonio de fe, de esperanza y de amor, llevando mi luz y mi misericordia por camino seguro.

No tengan miedo, yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».

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Madre mía: tú, como buena madre, quieres que todos tus hijos se salven, alcancen la vida eterna. Y no vas a dejar de interceder por todos nosotros, para que tengamos nuestra alma bien preparada.

Pero esa intercesión nos obtiene la gracia para poder ganarnos el cielo, con obras de fe y amor, convirtiéndonos y esforzándonos también para que otros se salven, para que se suban al arca de Noé y se salven.

Nosotros, tus hijos sacerdotes, tenemos esa especial responsabilidad, porque sabemos que un sacerdote no se va solo al cielo o al infierno. Dependen de nosotros muchas almas.

Tú eres un faro resplandeciente, una señal segura para nuestros naufragios; ayúdanos a estar siempre bien dispuestos y preparados para la venida de tu Hijo.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

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«Hijos míos, sacerdotes: nadie sabe ni el día ni la hora, pero el Hijo del hombre vendrá a buscar lo que le pertenece. Todo está dispuesto ya, la mesa está lista y el banquete está servido.

Muchas son las señales, pero los hombres no las ven, porque son señales hermosas que manifiestan el amor de Dios y su misericordia. Son las obras de Dios.

Pero los hombres esperan las señales terribles para creer, para prepararse, para decidirse a cumplir los mandamientos de Dios, para arrepentirse, para pedir perdón. Y no creen en su Palabra. ¡Cuidado!, están tentando a Dios.

Eso no es vivir de acuerdo con el amor. Vivir de acuerdo con el amor es vivir de acuerdo con Cristo, en coherencia de vida, teniendo sus mismos sentimientos, haciendo sus obras, cumpliendo sus mandamientos, amando a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como Él los amó.

Mi Hijo vino a salvar a muchos, pero hay algunos que no quieren ser salvados, que no quieren ver, que no quieren oír, y no hay más ciego que el que no quiere ver y más sordo que el que no quiere oír.

El arca de salvación es la cruz, pero, para ser salvados, deben subir a la cruz, porque muchos son los llamados y pocos los elegidos. Los elegidos son los que corresponden al llamado y dicen sí. Pero deben perseverar y permanecer.

Ustedes, mis hijos sacerdotes, todos han sido elegidos para ser como Noé, arca de salvación.

¿Imaginan a Noé invitando a los hombres a entrar al arca, mientras se comporta como los que viven fuera del arca?

¿Imaginan que Noé se salve a sí mismo en un arca vacía?

¿Imaginan un arca llena, pero destruida?

¿Imaginan a Noé quedándose fuera del arca?

Nada de eso estaría de acuerdo con el mandamiento del amor.

El arca ofrece seguridad, y los que están dentro encuentran ahí alimento, bebida, abrigo, acogida, salud, libertad, perdón, salvación. El que está dentro está seguro y no le falta nada.

Así como Noé es el sacerdote.

Y así como el arca es la Santa Iglesia.

Ustedes han sido llamados y elegidos para construir la Iglesia y reunir en ella a todas las naciones en un solo pueblo santo de Dios, para conducirlos en el camino de la verdad que lleva a la vida.

Cristo es el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por Él.

Y así, sin avisar, vendrá de nuevo, para buscar lo que le pertenece al Padre.

Pero la salvación es de cada uno. En las familias y en las comunidades se ayudan unos a otros, para, entre todos, construir el Reino de los cielos, para que todos puedan llegar a Dios.

Por tanto, es tiempo de llamar, de convencer, de convertir, de reunir.

Pero la salvación es individual, es la unión de cada alma con su creador, y nadie sabe ni el día ni la hora.

Pero cuando el Hijo del hombre vuelva, ya no habrá más tiempo, todo será eternidad. Ya no habrá tiempo de llamar, de convencer, de enseñar. Serán tomados unos y dejados otros, aun de la misma familia o de la misma comunidad, y muchos serán arrojados al fuego eterno, porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que quiera perder su vida por el Evangelio la salvará.

Cristo es el camino y el puerto seguro. Permanezcan en Él».

¡Muéstrate Madre, María!