VI, n. 51 AMOR MATERNAL DE MARÍA – CORAZÓN INMACULADO DE MADRE
EVANGELIO DE LA MEMORIA DEL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
María conservaba en su corazón todas aquellas cosas.
+ Del santo Evangelio según san Lucas: 2, 41-51
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.
Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia”. Él les respondió: “¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?”. Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas.
Palabra del Señor.
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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: muchas veces he pensado en el sufrimiento tan grande que habrán tenido tus padres María y José aquella vez que te quedaste en el Templo. Ellos no se imaginaban que fuera posible que hicieras tú algo así, sabiendo que les causarías un enorme dolor en su corazón. Pero tú debías ocuparte de las cosas que miran al servicio de tu Padre.
Ellos tenían la responsabilidad de cuidarte y custodiarte. Es impensable que se hubieran olvidado de ti. Más bien pensaban que ibas en la caravana, en otro grupo. Se dieron cuenta tarde y comenzó su sufrimiento.
Hoy celebramos al Corazón Inmaculado de Santa María, y el Evangelio nos recuerda que ella conservaba en su Corazón todas aquellas cosas. Es decir, las llevaba a su oración, para descubrir cuál era el plan de Dios con todo eso.
Y yo pienso en ese Corazón con entrañas maternas, que es el mismo que vela constantemente por mí, y me cuida y me custodia, y le duele verdaderamente si yo me pierdo.
Jesús, yo no quiero perderme. Quiero también ocuparme en las cosas de mi Padre, cumpliendo siempre su voluntad y estando bien dispuesto. ¿Cómo debo luchar?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
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«Sacerdote mío: contempla todo desde el Corazón Inmaculado de mi Madre y entenderás.
Mi Madre busca a sus hijos sacerdotes, predilectos de su Corazón, que se han perdido, a los que se han ido. También a los que se han quedado a atender las cosas de la casa de mi Padre, pero que se han olvidado de ellos mismos y han descuidado sus corazones, y se han olvidado de orar, y se han olvidado de amar, y se pierden ocupados de sus ministerios, como si fueran trabajos ordinarios a sueldo, y los envuelve el activismo, que ha debilitado su fe. Persiguen muchas cosas, y corren, y no llegan, y trabajan, y se fatigan, porque quieren hacer todo con sus propias fuerzas.
Pero yo les digo: el que mucho abarca poco aprieta.
Mi Padre mira con bondad al que es débil y pobre. Lo levanta y le da fuerzas. Porque todo, los bienes y los males, la vida y la muerte, la pobreza y la riqueza, todo viene del Señor. La fuerza está en el Señor, y el Señor soy yo, y yo soy amor, y el encuentro cotidiano con el amor es a través de la oración.
Regresen a la oración. Dispongan su corazón para recibir el amor. Ustedes han sido configurados conmigo, para ser como yo soy, para ser todos míos. Fortalezcan su oración y sean ejemplo.
Cuiden su formación permanente, no para recibir conocimientos, porque ya todo se les ha dado a conocer, sino para enriquecer sus corazones con mi Palabra, para que regresen a la oración y al amor primero, para que sus corazones de piedra sean convertidos en corazones de carne, y sea derramado el amor por el Espíritu Santo.
Yo soy el Buen Pastor y conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí. Como el Padre me conoce, yo conozco a mis ovejas y doy la vida por ellas. Nadie tiene un amor tan grande como el que da la vida por sus amigos».
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Madre mía: hoy contemplo tu Corazón materno y te agradezco todo lo que haces por mí.
Te pido perdón porque a veces no soy buen hijo, y no correspondo suficientemente a tus cuidados. Pero ahora hago el propósito de abandonarme en tus brazos, pidiéndote que te muestres madre, consagrándome para siempre a tu Inmaculado Corazón, porque ahí es donde me siento seguro.
Sé que nunca me dejarás. Dime cómo debo comportarme para ser un buen hijo y permitir que en mí reine tu Corazón de Madre.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu Corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
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«Hijos míos sacerdotes: miren mi Corazón Inmaculado que arde de amor.
Ustedes deben saber que son mis hijos predilectos, porque en ustedes veo a mi Hijo Jesús.
Ustedes, que son sus apóstoles y discípulos, son también sus hermanos. Pero, sobre todo, Él ha dicho que son sus amigos.
A ustedes ha confiado mi amor maternal.
En ustedes ha confiado para dejar a su Madre en la soledad, en el mundo despiadado que vino a salvar.
Mi Corazón Inmaculado, unido a su Sagrado Corazón desde el momento de su divina Encarnación, compartiendo la misma carne y la misma sangre, se ha inflamado con el fuego de su amor.
Les ha dado en mí a su Madre, haciéndose su hermano.
Les ha dado a su Padre, haciéndolos con Él herederos del cielo.
Tanto ama mi Hijo a ustedes, sus amigos, que les ha pedido que se queden conmigo, para hacerlos en todo como Él, con Él.
Ustedes son mis hijos mayores, en los que confío a mis hijos, los más pequeños, para que los cuiden y protejan, para que los enseñen y guíen, para que lleven a ellos el Reino de los cielos, por medio de la Palabra y el ejemplo.
Como hijos primogénitos les he entregado la llave de la casa, para que abran la puerta y para que la cierren, cuando deban invitar y cuando deban proteger.
A ustedes les he confiado a mis más pequeños, los que no saben, los que no entienden, los que se alejan y los que se pierden, para que los guíen y los reúnan, para que los conduzcan por el camino justo que mi Hijo les ha dejado trazado.
La sotana que llevan puesta que los revista de Cristo, que entiendan que han sido elegidos desde siempre y para siempre.
Han dejado a su padre y a su madre, esposa, hijos, hermanos, porque Él los ha llamado. Pero les ha dado Madre y Padre, esposa, hijos y hermanos. Yo soy su Madre. Sean hijos y recuesten su cabeza en mi regazo. Déjenme mostrarles que soy Madre, que yo los cuido y los protejo.
Nadie va al Padre si no es por el Hijo. Yo los conduciré a mi Hijo, y los uniré a su Corazón en el mío.
Sean padres del rebaño que les ha sido confiado.
Sean hermanos de verdad entre ustedes, y ámense, y ayúdense, y cuídense.
Sean esposos y respeten, amen, cuiden y protejan a su esposa, la Santa Iglesia.
Mantengan a la familia en unidad, en un solo cuerpo, en un mismo espíritu, y como cabeza Jesucristo, porque la madre, y el padre, y los hermanos, son todo aquel que cumpla la Palabra de Dios. Yo les hablo como Madre a ustedes, pastores del pueblo de Dios.
Sean soldados, sean guerreros, milicia de la potestad divina. Luchen en la batalla, que yo los protegeré. Les han sido dadas las armas para vencer, como mi Hijo ha vencido a la muerte con la cruz. Venzan ustedes haciendo lo que Él les diga.
Renuncien a sí mismos, tomen su cruz y síganlo. Acepten la cruz que le ha sido dada a cada uno según sus dones. Carguen su cruz y súbanse a ella, que quien muere en la cruz vence a la muerte, y mi Hijo lo resucitará para la vida eterna.
Y Él les he dado el arma para vencer al mundo, para que sean fortalecidos en la fe, firmes ante las tentaciones, inflamados sus corazones de celo para cumplir con la misión encomendada, y mantenerse con perseverancia en el camino. El arma que les ha dado es mi Inmaculado Corazón. Y con él, consagración, sacrificio y oración.
Recen el Santo Rosario, que los llevará a la perfección en la oración, que su dulce melodía es caricia para mi Corazón. Que cuando ustedes rezan, yo rezo con ustedes, y el Padre escucha, y atiende, y consiente.
Ofrézcanse en sacrificio en el servicio a los demás, que su cansancio se les recompensará.
Entréguense a mi cuidado maternal mediante la Consagración a mi Inmaculado Corazón, que el poder me ha sido dado para cuidar y proteger. Bajo mi manto los amparo, y con mi auxilio los socorro. Del enemigo los libro, y cuando caen los levanto.
Sigan el ejemplo de José, que siendo solo un hombre también es padre. Que vivió en la virtud y se entregó a la voluntad de Dios. Que reconoció a su Hijo como Hijo de Dios. Que cuidó a su esposa como la Madre de Dios.
Y caminen, hijos míos, con la frente en alto, con los pies en la tierra, y el corazón en el cielo, que son elegidos entre los últimos como los primeros, para representar al Hijo de Dios, que ha enviado al mundo y ha regresado al cielo a sentarse con Él, como Rey de los ejércitos, todopoderoso, Pastor, Sacerdote Supremo y Eterno.
Hijos míos, sacerdotes: perseveren en la lucha y cumplan mis deseos. Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará, y entonces habrá paz. Todo el que trabaje haciendo mis obras trabajará por la paz. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Dispónganse a ser configurados con Cristo buen Pastor, para que sean verdaderos Cristos. Mis Cristos serán mis regalos para mi Hijo, para llevarlos al Padre.
Cumplan las promesas que hicieron a Dios desde el día de su Bautismo, y hasta hoy, y en esas promesas basen su examen diario de conciencia para que perseveren en la virtud y en santidad, recibiendo mis tesoros, para que, siendo todos míos, sean todos de mi Hijo. Permanezcan conmigo y en mi compañía, porque mi Corazón Inmaculado es el camino seguro que siempre los lleva a Jesús».
¡Muéstrate Madre, María!