17/09/2024

Lc 8, 1-3

8. MISIÓN DE LA MUJER EN LA IGLESIA – ACOMPAÑADOS POR LA MADRE

EVANGELIO DEL VIERNES DE LA SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO

Los acompañaban algunas mujeres, que los ayudaban con sus propios bienes.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 8, 1-3

En aquel tiempo, Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y curadas de varias enfermedades. Entre ellas iban María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que los ayudaban con sus propios bienes.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: me alegra mucho meditar ese pasaje del Evangelio en donde aparecen los nombres de algunas de las mujeres que te acompañaban, mencionando expresamente que había “otras muchas”.

Quiero pensar que cuando Lucas dice que te ayudaban “con sus propios bienes”, no se refiere solo a los bienes materiales, sino a los muchísimos otros bienes con que puede colaborar la mujer en la difusión de la buena nueva del Reino de Dios, a través de las catorce obras de misericordia.

Es muy grande el papel de la mujer en la Iglesia el día de hoy, y tú eres el mismo ayer, hoy y siempre.

Tú te hiciste hombre gracias a la colaboración generosa de una mujer que dijo sí, y como fruto de esa entrega comenzó en la tierra la obra de la salvación.

Los sacerdotes también necesitamos hoy la ayuda de esas santas mujeres que entregan su vida generosamente a Dios, sirviendo a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida, viviendo una específica vocación a la Maternidad Espiritual para sacerdotes.

Esa vocación consiste en colaborar para que el sacerdote, que es otro Cristo, cumpla bien con su misión, compartiendo la maternidad de santa María, quien te sirvió, te compadeció, te acompañó y te sostuvo, no solo al pie de la cruz, sino toda tu vida.

Señor, yo también quisiera que, cuando me llames a tu presencia, pueda contar por lo menos con un alma generosa que ofrezca sufragios por mi alma. ¿Qué puedo hacer yo para que no falten en tu Iglesia esas mujeres con corazón de madre, que imiten a santa María como madres espirituales para sacerdotes?

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

+++

«Sacerdote mío: yo soy.

Yo soy el Cristo, y soy el mismo ayer hoy y siempre.

Yo soy la resurrección y la vida.

Yo soy el que está en el vientre unido a la Madre.

El que está en medio del mundo llevando misericordia a los hombres a través de la Palabra y las obras, acompañado por la Madre.

El que está cargando la cruz con los pecados de los hombres, auxiliado por la Madre.

El que está crucificado en la cruz, para el perdón de los pecados de los hombres, sostenido por la Madre.

El que está muerto en la cruz redimiendo al mundo, cumpliendo su misión en obediencia, compadecido por la Madre.

El que está resucitado y vivo, dando vida a los hombres, coronado de gloria a la derecha del Padre, compartiendo la gloria con la Madre.

Yo, que estuve muerto, ¡estoy resucitado y estoy vivo!

El que crea en mí, aunque muera vivirá.

Amigo mío: si por la desobediencia de una mujer y un hombre entró el pecado al mundo, por la obediencia de una mujer y un hombre todos serán constituidos justos.

Si por un hombre, acompañado de una mujer, reinó la muerte, así también por un hombre, acompañado de una mujer, reinará la gracia, en virtud de la justicia, para la vida eterna.

Si una mujer cooperó con un hombre en la condenación de los hombres, así también una mujer cooperará en la redención de todos los hombres.

Enemistad habrá entre la mujer y la serpiente, y Ella pisará su cabeza mientras ella intenta morderle el talón.

Esa es la misión materna: la cooperación para la salvación de los hombres.

Esa es la misión de la Iglesia, que es Madre y es Santa.

Esa es la misión de la mujer en mi Iglesia: ser madre y ser santa, a imagen y semejanza de mi Madre, y de las mujeres con corazón de madre que siempre me acompañaban, y a mis discípulos, y nos ayudaban con sus propios bienes. Apóstoles de los apóstoles, servidoras de los servidores, las que, por ser últimas, yo he hecho primeras, porque nunca me abandonaron.

Pero algunos de ustedes, mis sacerdotes, han actuado como los hombres, olvidándose que Dios es Padre y es madre al mismo tiempo, y han sacado esa maternidad de la Iglesia, y no han dejado a la Madre mostrarse como madre.

Yo quiero renovar la maternidad de la Santa Iglesia, a través de la restitución de la mujer como era desde un principio. No solo como mujer, sino como madre, teniendo como modelo a María, mi Madre, porque la madre es la que da vida.

Mi Iglesia se está muriendo a través de cada sacerdote y de cada alma estéril que no da fruto. Pero está escrito que yo edifico mi Iglesia sobre la roca firme que es Pedro, y las puertas del hades no prevalecerán contra ella.

Yo he elegido a muchas mujeres con corazón de madre, para que, a imagen de mi Madre, den vida y sean figura de maternidad, de fecundidad, de servicio y de misericordia para ustedes, mis amigos, los que he enviado al mundo a predicar mi Palabra y a llevar la buena nueva del Reino de los Cielos.

Yo amo y abrazo a mi Madre en todas las mujeres con corazón de madre, que Ella va llamando, para colaborar en el sacrificio que se renueva constantemente en el altar. Ellas comparten la maternidad de mi Madre, al pie de la cruz, para compadecerme, acompañarme y servirme, para la renovación del alma sacerdotal de ustedes, mis sacerdotes, y para recrear el modelo de la mujer en la Iglesia, que, como madre, comparte con sus hijos un solo corazón y una misma alma sacerdotal.

Sacerdotes míos: cuando yo vuelva de nuevo se sentarán a mi derecha los que han obrado bien, porque han cumplido mis mandamientos, porque han sido llamados y escogidos, porque han renunciado a sí mismos, han tomado su cruz y me han seguido, porque han perseverado en su entrega, y han permanecido en la virtud, amando al Señor su Dios por sobre todas las cosas, y amando al prójimo, siendo ejemplo y trayendo muchas almas a mí.

Yo los resucitaré en el último día, cuando los que he llamado y han venido, pero luego han despreciado su cruz y me han rechazado, sean juzgados, y yo no los conozca, y sean arrojados al fuego, en donde habrá llanto y desolación, y rechinar de dientes, porque el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.

Las almas del Purgatorio son los que he llamado, y han venido, y me han conocido, y me han amado, y han tomado su cruz, pero no me han seguido dejándolo todo, y aún no se han purificado.

Las mujeres con corazón de madre son almas piadosas, que me aman y me siguen y nunca me abandonan, que con su entrega acompañan a mis sacerdotes, orando por los que están en el Purgatorio y por los que están en medio del mundo, porque todos han sido llamados y escogidos para ocupar sus tronos en el cielo.

Amigos míos: son las cadenas del mundo las que los atan a la riqueza y al poder. Renuncien a esa esclavitud que los domina y los envuelve en el pecado. No son ustedes del mundo, no sean entonces esclavos del mundo.

Rompan las cadenas a tiempo, y libérense ustedes primero, para que puedan liberar a todos los hombres de la mundanidad y la ignominia. Y déjense herir por la espada de Dios, porque ¿a qué hijo no corrige un padre?».

+++

Madre mía: tú te quieres seguir mostrando madre con todos tus hijos, y lo haces no solo a través de tu poderosa intercesión en el cielo, sino a través de las madres en la tierra.

De manera especial lo haces con tus hijos sacerdotes, tus predilectos, porque estamos configurados con tu Hijo, y experimentaste fuertemente, al pie de la cruz, la necesidad que tiene un hijo de la presencia de su madre, cuando Dios pide una entrega total.

Por eso quieres que haya muchas mujeres con corazón de madre que sigan tu modelo, y puedan servir a tus Cristos, ayudándonos a cumplir con nuestra misión.

Cuando se habla de la importancia del papel de la mujer en la Iglesia no se puede omitir la Maternidad Espiritual para sacerdotes, que es una misión única y necesaria, que solo ellas pueden cumplir, asegurando tu continua presencia entre nosotros.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

+++

 «Hijo mío, sacerdote: yo te pido que ores para que haya muchas mujeres con corazón de madre, para que den vida a la Iglesia, ayudándolos a ustedes, mis hijos sacerdotes, para que se configuren con Cristo resucitado y vivo, en el altar y en toda su vida, al pie de la Eucaristía.

Quiero que recen por las almas de todos los sacerdotes en la tierra, para que fortalezcan su fe con la fe de ellas, e iluminen su entendimiento con la luz de la Palabra.

Recen también por las almas de los sacerdotes del Purgatorio, para saciar su sed de Dios con tu oración y con la de muchas madres que oren por sus hijos. Mi Corazón Inmaculado se llena de dolor por no poder llenar los tronos de los sacerdotes en el cielo, porque no hay quien ore por ellos.

Yo quiero compartir mi maternidad, para que cuando las vean a ellas me vean a mí, ofreciendo su vida por la Santa Iglesia, a través de su servicio a ustedes, mis hijos sacerdotes, mis servidores, mis Cristos, para llevarle vida al mundo, aprendiendo a ser madres como yo, para acompañar a mi Hijo en cada sacerdote.

Agradece y reza por ellas, para que permanezcan al pie de la cruz de Cristo muerto, resucitado y vivo, que es un único sacrificio eterno, siendo Madres Espirituales, como las mujeres que desde un principio acompañaban a mi Hijo siempre, para servirlo, porque tenían un corazón igual al mío».

¡Muéstrate Madre, María!