44. CONFIANZA Y ABANDONO – NO TENER MIEDO
VIERNES DE LA SEMANA XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO
Todos los cabellos de su cabeza están contados.
+ Del santo Evangelio según san Lucas: 12, 1-7
En aquel tiempo, la multitud rodeaba a Jesús en tan gran número que se atropellaban unos a otros. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos:
“Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir, de la hipocresía. Porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse.
Por eso, todo lo que ustedes hayan dicho en la oscuridad, se dirá a plena luz, y lo que hayan dicho en voz baja y en privado, se proclamará desde las azoteas.
Yo les digo a ustedes, amigos míos: No teman a aquellos que matan el cuerpo y después ya no pueden hacer nada más. Les voy a decir a quién han de temer: Teman a aquel que, después de darles muerte, los puede arrojar al lugar de castigo. Se lo repito: A él sí tienen que temerlo.
¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Sin embargo, ni de uno solo de ellos se olvida Dios; y por lo que a ustedes toca, todos los cabellos de su cabeza están contados. No teman, pues, porque ustedes valen mucho más que todos los pajarillos”.
Palabra del Señor.
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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: tú tienes palabras exigentes. Me pides mucho, pero, al mismo tiempo, me das gran seguridad.
Te pido perdón porque a veces no tengo presente que eres el Todopoderoso, el Omnisciente, el Omnipresente. Está todo presente a tus ojos. Todo lo que sucede está bajo el dominio de tu providencia. Eso me debe dar mucha seguridad para cumplir bien con mi ministerio.
Además, me dices: “no teman a los hombres”, “no tengan miedo a los que matan el cuerpo”. Pero se me olvidan tus palabras y me dejo llevar por el temor y el miedo cuando las cosas no salen como me gustaría, y el demonio me tienta para dudar de tu cercanía y auxilio.
Señor, sé que para evitar el miedo tengo que ser un hombre de fe. Si Dios está con nosotros, ¿quién podrá estar en contra nuestra? Toda nuestra fortaleza es prestada, nos la das tú, Jesús. Ayúdanos a tener esto siempre presente.
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
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«Sacerdotes míos: caminen con confianza, entregados a la voluntad de Dios, como un niño pequeño tomado de la mano de su padre.
Permanezcan fieles y dóciles al Espíritu Santo, para que sea Él quien obre en ustedes.
Oren y adoren a Dios continuamente, como hacen los Ángeles y los Santos del cielo, cantando alabanzas en cada acto, amando y ofreciendo lo más pequeño, para colaborar conmigo haciendo obras de misericordia.
No tengan miedo, todos los cabellos de su cabeza están contados, y ustedes valen más que los pájaros del cielo. Yo los amo, y no permitiré que nadie les haga daño.
Dichosos sean ustedes, porque no puede haber felicidad más grande sobre la tierra que la de ustedes: viviendo en la verdad en medio del mundo, para servir al Hijo de Dios, para llevar la verdad, que es Cristo, a todos los rincones del mundo. Ustedes han escogido la mejor parte y no les será quitada.
Yo les doy la vida. Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes, como el sarmiento permanece unido a la vid. Porque, así como el sarmiento necesita de la vid, para tener vida, para dar fruto, ustedes necesitan de mí; y ya no son ustedes, sino yo, quien vive en ustedes. Yo soy la vida.
El tiempo está cerca y algunos de ustedes, mis amigos, están dormidos. Ay de aquel que cuando yo venga lo encuentre dormido y no esté en vela, porque le pediré cuentas de la tierra que le confié y la semilla que le entregué.
Si no tienen frutos para entregarme serán tratados como la cizaña; porque no todo el que me dice ‘Señor, Señor’ entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
La omisión de ustedes, mis sacerdotes, los condena, porque pierden para mi Reino muchas almas. Aunque expulsen demonios y profeticen en mi nombre, aunque hagan milagros, yo haré justicia ante su iniquidad.
Todo aquel que se declare por mí delante de los hombres, yo también me declararé por él delante de mi Padre que está en los cielos. Pero a quien me niegue ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre.
Yo los envío a ustedes como ovejas en medio de lobos.
Sean prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas.
Cuídense de los falsos profetas, que vienen a ustedes disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos hambrientos.
Yo les doy la lluvia con el agua viva de mi manantial, para que, por medio de mis sacramentos y de sus manos, brote la vida en la semilla plantada en el mundo. Por sus frutos los reconocerán.
Pero no basta con hacer llover. La planta crece y hay que cuidarla, protegerla, alimentarla, abonarla, procurarla, para que crezca más grande, más fuerte y más alta que la cizaña, y no le falte nunca los rayos ni el calor del sol.
Yo los envío a ustedes, mis sacerdotes, no solo como instrumentos de siembra, sino como jornaleros y obreros de la mies del Padre que está en los cielos.
Oren pues ustedes, para que el dueño de la mies envíe más obreros a su mies.
Obreros fuertes, que trabajen y resistan, que no se duerman, para que la cizaña no crezca en sus campos; para que velen y esperen a que vuelva el Sembrador para darle cuentas de los frutos de su cosecha.
Oren para que, con devoción, ustedes pidan y reciban del Espíritu Santo la fortaleza para cumplir su misión.
Yo confío en ustedes y les doy mi alimento, que es como abono para la tierra y como lluvia de rocío para las espigas de trigo, para que crezcan fortalecidos y den mucho fruto.
Yo les doy mi Palabra, que es palabra de vida y alimento, para fortalecerlos a ustedes, mis amigos, mis obreros, mis sacerdotes, a través de la oración y la formación espiritual permanente, que es para ustedes llama ardiente y soplo de vida, para que, fortalecidos, corrijan su conducta y sus intenciones, para que yo viva con ustedes y ustedes conmigo, para que los sarmientos se mantengan unidos a la vid y produzcan mucho fruto.
De nada sirve alimentar la mente y fortalecer el cuerpo si se descuida el alma. De nada sirve un cuerpo vivo si el alma está muerta.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma, teman más bien al que puede llevar a perder el alma y el cuerpo en el fuego del infierno.
Lo que yo digo en la oscuridad, díganlo ustedes a la luz, y lo que oyen al oído, proclámenlo desde las azoteas».
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Madre mía: tus hijos sacerdotes te necesitamos mucho para cumplir con nuestra misión. No solamente para que nos consigas las gracias que necesitamos para ejercer nuestro ministerio, sino porque no faltan todo tipo de peligros a los que debemos enfrentarnos, y agradecemos mucho contar con la ayuda de una buena madre, como lo eres tú, para encontrar refugio.
Las palabras de Jesús son fuertes contra la hipocresía de los que deben ser luz y son oscuridad. Ayuda, Madre, a tus hijos predilectos a saber corresponder a los dones que hemos recibido, llevando muchas almas al cielo, mostrándoles el camino con la Palabra y con el ejemplo.
Jesús también nos da seguridad. Sabemos que valemos mucho más que todos los pajarillos. Y tu cercanía materna nos da paz en momentos de turbación.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
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«Hijo mío: si tú supieras cuánto te ama Dios…
Su amor es infinito, como infinito es el valor de la preciosa sangre del Hijo único de Dios. Sangre que derramó por ti.
Y hablo en singular, porque, para Dios, cada uno, de modo particular, vale lo mismo que toda la humanidad, y es ahí en donde se puede explicar el misterio del Juicio final.
¿Cómo puede Dios permitir que se pierdan sus hijos, los que por su propia voluntad dicen no, eligen el mal, y se alejan del Corazón de Dios?
Los que dicen sí no pierden ante Él valor por los que dicen no. Cada uno vale lo mismo que lo que vale en conjunto el pueblo de Dios: la preciosísima sangre de Cristo, que cada gota vale lo mismo que toda su sangre derramada, hasta la última gota.
Por tanto, Dios mira a cada uno, se interesa por cada uno, y al mismo tiempo por todos y cada uno. He ahí manifestada su omnipotencia, su omnisciencia, su omnipresencia.
Pero también te digo que un solo pecado le duele y lo ofende tanto como los muchos pecados que su pueblo comete. Es tanta su majestad y su inmensidad, que ni un solo pecado venial merece. Es demasiado grave ofender a Dios. Él, que es la Deidad, el Amor, el Creador. Por eso tú, hijo mío, agradece por ser tratado con predilección.
Contempla la creación, contempla los campos, los animales, los mares, los cielos… Todo lo hizo Dios. Medita en lo insignificantes que son las aves, y cómo ninguna vuela sin que Dios lo permita.
¿Cuánto más para Él no valdrás…? Eres su hijo, a su imagen y semejanza te creó, entre muchos te eligió para estar configurado con Cristo, y para que transmitas su mensaje de misericordia y de amor, de justicia y de paz, de esperanza y de corrección. Mensaje de conversión, no como un Padre exigente, sino como un Padre amoroso, que sufre cuando un hijo se pierde.
Hipócritas son los que dicen una cosa y hacen otra; los que dicen amar a Dios, pero destruyen al prójimo y a la creación de Dios.
Hipócritas los que cumplen la ley, presumiendo de servir a Dios, pero no cumplen la ley de Dios.
Hipócritas son los cardenales, obispos y sacerdotes que dicen dejarlo todo para seguirlo, y usan su poder y su autoridad, predicando en el nombre de Cristo, para enriquecerse y complacerse a sí mismos.
Hijos míos, sacerdotes: yo les doy este tesoro de mi corazón: mi devoción.
Devoción para pedir los dones y gracias del Espíritu Santo.
Devoción para acompañar a la Madre y recibir al Hijo.
Devoción para recibir y transmitir la Palabra de Dios.
Devoción para invocar la ayuda de los ángeles.
Devoción para invocar a los santos y sus favores.
Devoción para perfeccionar la caridad y construir obras de amor y misericordia.
Devoción para que dispongan su voluntad a cumplir con prontitud la voluntad de Dios, y continúen con su misión, afianzados en la devoción a mi Inmaculado Corazón, para que permanezcan en el amor de Jesús, unidos a su Sagrado Corazón».
¡Muéstrate Madre, María!