19. UN BUEN EXAMEN DE CONCIENCIA – DAR BUEN FRUTO
EVANGELIO DEL DOMINGO III DE CUARESMA (C)
Si no se convierten, perecerán de manera semejante.
+ Del santo Evangelio según san Lucas: 13, 1-9
En aquel tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús y le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios. Jesús les hizo este comentario: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante”.
Entonces les dijo esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Mira, durante tres años seguidos he venido a buscar higos en esta higuera y no los he encontrado. Córtala. ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente?’. El viñador le contestó: ‘Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré’ “.
Palabra del Señor.
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: muchas veces nos hablas en el santo Evangelio de conversión. Desde el comienzo de tu predicación anunciaste el Reino de Dios llamando a la conversión. Es el primer paso para poder tener una mejor disposición para recibir la gracia y dar fruto.
Hoy nos hablas de la importancia de la conversión, de los esfuerzos que hace Dios llamándonos y ayudándonos de diversas maneras para corregir nuestra vida, y de cómo es paciente con los hombres esperando que demos fruto.
Pienso muchas veces en que al que mucho se le da mucho se le pedirá, y yo, sacerdote, he recibido muchas gracias, junto con el don inmerecido de mi vocación. Debo, pues, dar mucho fruto, y tú me pides frutos de santidad y de llevar almas al cielo.
Te pido ayuda para aprovechar mejor todo lo que me das; para no desperdiciar ninguna gracia, y para dar fruto abundante.
Dame la fe que necesito para confiar en que mi correspondencia a tu gracia, sembrando en abundancia tu palabra, da mucho fruto, aunque yo no lo vea.
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Sacerdote mío: sírveme. Yo te amo y te envío a servirme, porque a los que me sirven el Padre los premia. Yo quiero todo para ti, pero, para servirme, primero tienes que seguirme. Deja todo, ven y sígueme.
Aunque tus manos estén vacías, yo te recibiré con las manos llenas. Recibe lo que yo quiero entregarte. Extiende tus manos, y yo dejaré caer sobre ellas muchísimas y diminutas semillas. Tantas, que se llenarán tus manos hasta desbordarse, y caerán al suelo, y se esparcirán por todas partes sin cesar. Entonces entenderás que, mientras mantengas tus manos dispuestas a recibir, seguiré dándote, porque yo soy fuente inagotable de gracia.
Que sea grande tu fe. Tan grande como el árbol que da sombra, para reunir a mi pueblo como una gallina reúne a sus polluelos bajo las alas. Que en esa fe puedan descansar los que caminan en el desierto. Y que en esa fe dé fruto la semilla que esparce el sembrador.
El que siembra generosamente, generosamente cosechará. Yo te pido que me sigas, y te doy la buena semilla, que es mi palabra, para que yo mismo la siembre a través de ti.
Recibir mi semilla y sembrar, eso es todo lo que tienes que hacer. Yo haré todo lo demás. Yo haré caer la semilla sobre tierra fértil, y haré llover agua viva de mi manantial para que la semilla germine.
Yo te aseguro que, si tú me sigues y me sirves, darás mucho fruto; tanto, que esta vida te alcanzará para ver tan solo la primera cosecha, pero habrá muchas más.
El fruto será la conversión de los corazones, y se verá, para que se vean mis obras realizadas por ti, porque está escrito que todo lo que pidan en mi nombre yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Yo te pido que seas generoso con la siembra, porque el que siembra mucho, cosecha mucho.
Yo te pido que todo lo que hagas, sea por amor y con alegría, según mi corazón, y el Padre que está en el cielo te colmará de bienes, y te dará los medios para realizar sus obras.
Yo te pido que me sigas y me sirvas, acompañado de mi Madre.
Yo te pido mucho, y espero mucho de ti, porque te he dado mucho, y te daré más».
+++
Madre mía, Madre de Dios: tú eres Madre de Misericordia y Auxilio de los Cristianos. Sobre todo, eres Madre, y quieres a todos tus hijos, uno por uno, y deseas para todos la felicidad eterna. No puedes dejar de atendernos cuando nos ves heridos, lastimados, manchados. No solo buscas curarnos, limpiarnos, sino que nos ayudas para presentarnos dignamente ante nuestro Padre Dios.
Tú fuiste creada inmaculada para ser para Él una digna morada. Jesús nos advierte que si no nos convertimos pereceremos. Te pido ayuda para examinar bien mi conciencia, de modo que yo descubra lo que debo cambiar, haga propósitos de enmienda, y así me convierta continuamente.
Ayúdame también a corresponder generosamente a la gracia que Dios me da, contribuyendo así a la salud de todo el Pueblo de Dios.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijos míos, sacerdotes: yo soy Madre, y una madre une y mantiene unida a su familia, y a todos sus miembros.
Mi familia es la Santa Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, del cual los hombres son sus miembros y Él es cabeza. Y todos los miembros se ayudan, pero todos los miembros se afectan.
Y así como la higuera que, si no da fruto, es cortada; y el sarmiento que, si no da fruto, es cortado; y el árbol que, si no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego; así mismo son cortados y arrojados al fuego los miembros del cuerpo que están enfermos y no dan fruto, y se secan, para que no contaminen a los demás.
La misión de la madre es mantener a los miembros sanos, y al que está enfermo y al que no da fruto, con vida, para que sane y dé fruto, y no sea cortado y arrojado al fuego.
Porque la madre quiere igual a todo el cuerpo que a cada uno de sus miembros. Y un cuerpo no estaría completo si le faltara tan solo uno de sus miembros.
Hijos míos: ustedes deben tomarse su ministerio con seriedad, sobre todo en estos tiempos en que me quiero mostrar Madre de un modo especial, para mantener la unión en mi familia.
Deben tomar conciencia de esa seriedad, mirándome a mí para imitarme, practicando y perfeccionando las virtudes.
Yo les pido a ustedes que se mantengan unidos a mí, para que tomen con seriedad su responsabilidad en el ejercicio de su ministerio en favor de todas las almas, para que den fruto y su fruto sea abundante.
El mundo trata de desvirtualizar el objetivo de las obras de Dios, lo que fue creado en un principio. Para santificar a otros, primero deben santificarse a sí mismos, pero que el fin de santificarse a sí mismos sea para santificar a otros, para mantener a todos los miembros unidos en un solo cuerpo, en una sola ciudad Santa, engalanada como una novia que va a desposarse con su prometido.
Esa es la verdadera santidad. Esa es la verdadera fe puesta en obras.
54. UN BUEN EXAMEN DE CONCIENCIA – PARA DAR BUEN FRUTO
EVANGELIO DEL SÁBADO DE LA SEMANA XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO
Si no se convierten, perecerán de manera semejante.
+ Del santo Evangelio según san Lucas: 13, 1-9
En aquel tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús y le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios. Jesús les hizo este comentario: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante”.
Entonces les dijo esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Mira, durante tres años seguidos he venido a buscar higos en esta higuera y no los he encontrado. Córtala. ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente?’. El viñador le contestó: ‘Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré’ “.
Palabra del Señor.
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: muchas veces nos hablas en el santo Evangelio de conversión. Desde el comienzo de tu predicación anunciaste el Reino de Dios llamando a la conversión. Es el primer paso para poder tener una mejor disposición para recibir la gracia y dar fruto.
Hoy nos hablas de la importancia de la conversión, de los esfuerzos que hace Dios llamándonos y ayudándonos de diversas maneras para corregir nuestra vida, y de cómo es paciente con los hombres esperando que demos fruto.
Pienso muchas veces en que al que mucho se le da mucho se le pedirá, y yo, sacerdote, he recibido muchas gracias, junto con el don inmerecido de mi vocación. Debo, pues, dar mucho fruto, y tú me pides frutos de santidad y de llevar almas al cielo.
Te pido ayuda para aprovechar mejor todo lo que me das; para no desperdiciar ninguna gracia, y para dar fruto abundante.
Dame la fe que necesito para confiar en que mi correspondencia a tu gracia, sembrando en abundancia tu palabra, da mucho fruto, aunque yo no lo vea.
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Sacerdote mío: sírveme. Yo te amo y te envío a servirme, porque a los que me sirven el Padre los premia. Yo quiero todo para ti, pero, para servirme, primero tienes que seguirme. Deja todo, ven y sígueme.
Aunque tus manos estén vacías, yo te recibiré con las manos llenas. Recibe lo que yo quiero entregarte. Extiende tus manos, y yo dejaré caer sobre ellas muchísimas y diminutas semillas. Tantas, que se llenarán tus manos hasta desbordarse, y caerán al suelo, y se esparcirán por todas partes sin cesar. Entonces entenderás que, mientras mantengas tus manos dispuestas a recibir, seguiré dándote, porque yo soy fuente inagotable de gracia.
Que sea grande tu fe. Tan grande como el árbol que da sombra, para reunir a mi pueblo como una gallina reúne a sus polluelos bajo las alas. Que en esa fe puedan descansar los que caminan en el desierto. Y que en esa fe dé fruto la semilla que esparce el sembrador.
El que siembra generosamente, generosamente cosechará. Yo te pido que me sigas, y te doy la buena semilla, que es mi palabra, para que yo mismo la siembre a través de ti.
Recibir mi semilla y sembrar, eso es todo lo que tienes que hacer. Yo haré todo lo demás. Yo haré caer la semilla sobre tierra fértil, y haré llover agua viva de mi manantial para que la semilla germine.
Yo te aseguro que, si tú me sigues y me sirves, darás mucho fruto; tanto, que esta vida te alcanzará para ver tan solo la primera cosecha, pero habrá muchas más.
El fruto será la conversión de los corazones, y se verá, para que se vean mis obras realizadas por ti, porque está escrito que todo lo que pidan en mi nombre yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Yo te pido que seas generoso con la siembra, porque el que siembra mucho, cosecha mucho.
Yo te pido que todo lo que hagas, sea por amor y con alegría, según mi corazón, y el Padre que está en el cielo te colmará de bienes, y te dará los medios para realizar sus obras.
Yo te pido que me sigas y me sirvas, acompañado de mi Madre.
Yo te pido mucho, y espero mucho de ti, porque te he dado mucho, y te daré más».
+++
Madre mía, Madre de Dios: tú eres Madre de Misericordia y Auxilio de los Cristianos. Sobre todo, eres Madre, y quieres a todos tus hijos, uno por uno, y deseas para todos la felicidad eterna. No puedes dejar de atendernos cuando nos ves heridos, lastimados, manchados. No sólo buscas curarnos, limpiarnos, sino que nos ayudas para presentarnos dignamente ante nuestro Padre Dios.
Tú fuiste creada inmaculada para ser para Él una digna morada. Jesús nos advierte que si no nos convertimos pereceremos. Te pido ayuda para examinar bien mi conciencia, de modo que yo descubra lo que debo cambiar, haga propósitos de enmienda, y así me convierta continuamente.
Ayúdame también a corresponder generosamente a la gracia que Dios me da, contribuyendo así a la salud de todo el Pueblo de Dios.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijos míos, sacerdotes: yo soy Madre, y una madre une y mantiene unida a su familia, y a todos sus miembros.
Mi familia es la Santa Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, del cual los hombres son sus miembros y Él es cabeza. Y todos los miembros se ayudan, pero todos los miembros se afectan.
Y así como la higuera que, si no da fruto, es cortada; y el sarmiento que, si no da fruto, es cortado; y el árbol que, si no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego; así mismo son cortados y arrojados al fuego los miembros del cuerpo que están enfermos y no dan fruto, y se secan, para que no contaminen a los demás.
La misión de la madre es mantener a los miembros sanos, y al que está enfermo y al que no da fruto, con vida, para que sane y dé fruto, y no sea cortado y arrojado al fuego.
Porque la madre quiere igual a todo el cuerpo que a cada uno de sus miembros. Y un cuerpo no estaría completo si le faltara tan solo uno de sus miembros.
Hijos míos: ustedes deben tomarse su ministerio con seriedad, sobre todo en estos tiempos en que me quiero mostrar Madre de un modo especial, para mantener la unión en mi familia.
Deben tomar conciencia de esa seriedad, mirándome a mí para imitarme, practicando y perfeccionando las virtudes.
Yo les pido a ustedes que se mantengan unidos a mí, para que tomen con seriedad su responsabilidad en el ejercicio de su ministerio en favor de todas las almas, para que den fruto y su fruto sea abundante.
El mundo trata de desvirtualizar el objetivo de las obras de Dios, lo que fue creado en un principio. Para santificar a otros, primero deben santificarse a sí mismos, pero que el fin de santificarse a sí mismos sea para santificar a otros, para mantener a todos los miembros unidos en un solo cuerpo, en una sola ciudad Santa, engalanada como una novia que va a desposarse con su prometido.
Esa es la verdadera santidad. Esa es la verdadera fe puesta en obras.
¡Muéstrate Madre, María!