OBEDECER A LA MADRE - ESCUCHAR Y HACER LO QUE DICE JESÚS
7 DE ENERO, FERIA DEL TIEMPO DE NAVIDAD
La primera señal milagrosa de Jesús, en Caná de Galilea.
+ Del santo Evangelio según san Juan: 2, 1-11
En aquel tiempo, hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús. Éste y sus discípulos también fueron invitados. Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: “Ya no tienen vino”. Jesús le contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”. Pero ella dijo a los que servían “Hagan lo que él les diga”.
Había allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de agua esas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo al encargado de la fiesta”. Así lo hicieron, y en cuanto el encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque solo los sirvientes la sabían, llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”.
Esto que Jesús hizo en Caná de Galilea fue el primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.
Palabra del Señor.
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: el relato evangélico de las Bodas de Caná resulta para el pueblo cristiano un espléndido ejemplo de la solicitud de Santa María por todos sus hijos, adelantándose a nuestras necesidades, con corazón de madre, sabiendo muy bien lo que hay que hacer, y aprovechándose de su omnipotencia suplicante, para obtener de ti todo lo que quiere.
Las apariciones marianas confirman esa realidad. La Virgen nos hace presente y patente que Ella quiere seguir mostrándose madre, buscando también que nosotros confiemos en su poderosa intercesión. Es nuestra Madre del cielo que viene a mostrarnos su amor por nosotros y a ofrecernos sus tesoros de gracia para llevarnos hacia ti, para que nos convirtamos y lleguemos al cielo.
Ella sigue queriendo que nosotros hagamos lo que tú nos dices, para transformar el agua de nuestra obediencia en el mejor de los vinos, que es tu gracia.
Jesús, enséñame a ser un buen hijo de Santa María ¿qué debo hacer para lograrlo?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
***
«Sacerdotes míos: yo me alimento de mi Madre en su vientre, para darle vida al mundo.
Mi Madre viene a traerles auxilio y esperanza.
Viene a consolarlos en sus sufrimientos y a alegrarlos en sus penas.
Viene a acompañarlos en su soledad y a suavizar el camino.
Viene a confirmarlos en la fe para que regresen al amor primero y permanezcan.
Viene a reunir a sus hijos para mostrarles el camino seguro y llevarlos de vuelta a la casa del Padre.
Ella quiere mostrar que es Madre, y una madre siempre quiere lo mejor para sus hijos.
Si ustedes se hicieran como niños y se dejaran encontrar, mi Madre, que siempre los busca, los encontrará, y los llevará por camino seguro de vuelta a casa, para que vivan sujetos a su madre y a su padre, ciñéndose en la obediencia a la Santa Madre Iglesia y al Papa, a través de sus superiores, obedeciendo siempre primero a Dios, antes que a los hombres, para que crezcan en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.
Ella les enseñará a hacerse pequeños y a ser obedientes como yo, que me despojé de mí mismo, tomando condición de esclavo. Y, rebajándome a mí mismo, fui obediente hasta la muerte y una muerte de cruz, para hacer nuevas todas las cosas, para despojarlos del hombre viejo que se corrompe con las concupiscencias, y para renovar el espíritu de sus mentes, y revestirlos del hombre nuevo, justo y santo, en la verdad, para que guarden el vino nuevo en odres nuevos, porque el vino nuevo en odres viejos se desparrama.
El vino que yo les voy a dar es el mejor de los vinos, es vino nuevo y es vino añejo, porque yo soy el mismo ayer, hoy y siempre.
Que sean ustedes como niños, y me escuchen, y hagan lo que yo les digo.
Que no se dejen seducir por doctrinas extrañas, ni palabrerías.
Que permanezcan en fidelidad y obediencia.
Que promuevan la unidad entre ustedes, haciendo todo sin discusiones ni murmuraciones, y no salgan de sus bocas palabras dañosas, sino que edifiquen y hagan el bien a los que los escuchan. Porque en un mismo cuerpo todos los miembros se ayudan, todos los miembros se afectan.
Que toda amargura, ira, cólera y maldad desaparezca de entre ustedes.
Que sean amables, compasivos y misericordiosos entre ustedes, y se perdonen mutuamente, como yo los he perdonado. Misericordia quiero y no sacrificios, porque yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
Que crean en mi amor, para que crean en mí.
Que me conozcan, para que me amen y cumplan mis mandamientos.
Y que pongan su fe por obra, y que pidan confiando en que Dios, por su bondad, realiza en ustedes el querer y el obrar.
Yo los he llamado a ustedes, mis amigos, como servidores, para que sean fieles administradores de los misterios de Dios.
Yo quiero que ustedes regresen al amor primero, para que se acuerden quién los llamó, y para qué fueron llamados, para que se acuerden que, si alguno me ama, es porque yo lo amé primero.
Pero si alguien dice yo amo a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.
Que me amen, para que cumplan mis mandamientos, y que quien ame a Dios, ame también a su hermano».
+++
Madre nuestra: convertir el agua en vino (el mejor de los vinos). Qué gran milagro. Así hace las cosas Jesús: lo más ordinario, lo más corriente, lo más “humano”, lo convierte en algo divino, en algo extraordinario, en gracia, en vida sobrenatural.
Me gusta especialmente este pasaje del Evangelio de las bodas de Caná. No solamente por ese gran milagro, sino, sobre todo, por tu poderosa intervención. Te adelantas al problema, tienes corazón de madre, y estás pendiente de las necesidades de los hombres. Y sabes que tú puedes resolverlas.
La más grande necesidad de los hombres es tener a Dios. Tú te presentaste en México como madre, y con eso decías todo. Solo quieres que acudamos a ti con humildad.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: yo quiero hacer siempre lo que tu Hijo me diga. ¿Cómo puedo unir más fielmente mi voluntad a la suya? Déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijos míos, sacerdotes: Dios Padre mostró a su Hijo al mundo enviando a su Espíritu Santo. Yo lo envié al mundo para que fuera escuchado, pidiendo a los sirvientes que hagan lo que Él les diga, mostrando por la conversión del agua en vino el poder del Hijo, en el que Dios pone sus complacencias, y para dejar claro que para saber lo que tienen que hacer, primero deben escucharlo.
Escuchar para seguirlo, para morir al egoísmo, a los placeres del mundo, a la soberbia, a todo pecado. Pero Él no los llamó siervos, los llamó amigos.
Hagan lo que Él les diga, predicando sin miedo su Palabra, porque no son ustedes sino el Espíritu Santo quien habla; sin preocuparse del mañana, porque el mañana se preocupará de sí mismo. A cada día bástale su propio afán.
Algunos de ustedes, mis hijos sacerdotes, ya no tienen vino, no tienen disposición y humildad para abrirse a la gracia y a la misericordia. Pero ¿no estoy yo aquí que soy su Madre? Yo les pido que acepten mi presencia maternal, para que las gracias se derramen para todos, para conseguirles la libertad a través del conocimiento de la verdad, porque la verdad los hará libres.
Es tiempo de que escuchen y llenen las tinajas de agua para que reciban al mejor de los vinos y lo compartan.
Es tiempo de renovación espiritual, para desechar los odres viejos y conseguir odres nuevos, para que se conserve el vino nuevo y los odres.
Es tiempo de que hagan todo lo que Él les diga, porque ustedes, mis hijos sacerdotes, ya no tienen vino.
Es tiempo de darles de comer y darles de beber con alegría, porque el esposo está con ustedes.
Es tiempo de la disposición del corazón, de aprender a recibir, para que se abran a la gracia y a la misericordia.
Es tiempo de la alegría de volver al amor primero.
Es tiempo de hacerse niños para recordar y acudir al primer llamado.
Es tiempo de renovar las promesas del día de su Ordenación.
Es tiempo de acogerlos como niños, y darles de comer y darles de beber.
Es tiempo de que reciban de su Madre la misericordia.
Es tiempo de unidad entre sacerdotes.
Reciban al Espíritu Santo, porque es tiempo de llenarse de Él para que les recuerde todas las cosas.
Es tiempo de llenar las tinajas de agua, que es la disposición a la oración, para abrirse a la gracia y a la misericordia a través de su sí, como el sí de María, para despojarse del hombre viejo y vestirse de hombre nuevo, como odres para recibir y contener al mejor de los vinos, que es Cristo».
¡Muéstrate Madre, María!
9. OBEDECER A LA MADRE - ESCUCHAR Y HACER LO QUE DICE JESÚS
EVANGELIO DEL DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO (C)
La primera señal milagrosa de Jesús, en Caná de Galilea.
+ Del santo Evangelio según san Juan: 2, 1-11
En aquel tiempo, hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús. Éste y sus discípulos también fueron invitados. Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: “Ya no tienen vino”. Jesús le contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”. Pero ella dijo a los que servían “Hagan lo que él les diga”.
Había allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de agua esas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo al encargado de la fiesta”. Así lo hicieron, y en cuanto el encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque solo los sirvientes la sabían, llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”.
Esto que Jesús hizo en Caná de Galilea fue el primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.
Palabra del Señor.
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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: el relato evangélico de las Bodas de Caná resulta para el pueblo cristiano un espléndido ejemplo de la solicitud de Santa María por todos sus hijos, adelantándose a nuestras necesidades, con corazón de madre, sabiendo muy bien lo que hay que hacer, y aprovechándose de su omnipotencia suplicante, para obtener de ti todo lo que quiere.
Las apariciones marianas confirman esa realidad. La Virgen nos hace presente y patente que Ella quiere seguir mostrándose madre, buscando también que nosotros confiemos en su poderosa intercesión. Es nuestra Madre del cielo que viene a mostrarnos su amor por nosotros y a ofrecernos sus tesoros de gracia para llevarnos hacia ti, para que nos convirtamos y lleguemos al cielo.
Ella sigue queriendo que nosotros hagamos lo que tú nos dices, para transformar el agua de nuestra obediencia en el mejor de los vinos, que es tu gracia.
Jesús, enséñame a ser un buen hijo de Santa María ¿qué debo hacer para lograrlo?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
***
«Sacerdotes míos: yo me alimento de mi Madre en su vientre, para darle vida al mundo.
Mi Madre viene a traerles auxilio y esperanza.
Viene a consolarlos en sus sufrimientos y a alegrarlos en sus penas.
Viene a acompañarlos en su soledad y a suavizar el camino.
Viene a confirmarlos en la fe para que regresen al amor primero y permanezcan.
Viene a reunir a sus hijos para mostrarles el camino seguro y llevarlos de vuelta a la casa del Padre.
Ella quiere mostrar que es Madre, y una madre siempre quiere lo mejor para sus hijos.
Si ustedes se hicieran como niños y se dejaran encontrar, mi Madre, que siempre los busca, los encontrará, y los llevará por camino seguro de vuelta a casa, para que vivan sujetos a su madre y a su padre, ciñéndose en la obediencia a la Santa Madre Iglesia y al Papa, a través de sus superiores, obedeciendo siempre primero a Dios, antes que a los hombres, para que crezcan en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.
Ella les enseñará a hacerse pequeños y a ser obedientes como yo, que me despojé de mí mismo, tomando condición de esclavo. Y, rebajándome a mí mismo, fui obediente hasta la muerte y una muerte de cruz, para hacer nuevas todas las cosas, para despojarlos del hombre viejo que se corrompe con las concupiscencias, y para renovar el espíritu de sus mentes, y revestirlos del hombre nuevo, justo y santo, en la verdad, para que guarden el vino nuevo en odres nuevos, porque el vino nuevo en odres viejos se desparrama.
El vino que yo les voy a dar es el mejor de los vinos, es vino nuevo y es vino añejo, porque yo soy el mismo ayer, hoy y siempre.
Que sean ustedes como niños, y me escuchen, y hagan lo que yo les digo.
Que no se dejen seducir por doctrinas extrañas, ni palabrerías.
Que permanezcan en fidelidad y obediencia.
Que promuevan la unidad entre ustedes, haciendo todo sin discusiones ni murmuraciones, y no salgan de sus bocas palabras dañosas, sino que edifiquen y hagan el bien a los que los escuchan. Porque en un mismo cuerpo todos los miembros se ayudan, todos los miembros se afectan.
Que toda amargura, ira, cólera y maldad desaparezca de entre ustedes.
Que sean amables, compasivos y misericordiosos entre ustedes, y se perdonen mutuamente, como yo los he perdonado. Misericordia quiero y no sacrificios, porque yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
Que crean en mi amor, para que crean en mí.
Que me conozcan, para que me amen y cumplan mis mandamientos.
Y que pongan su fe por obra, y que pidan confiando en que Dios, por su bondad, realiza en ustedes el querer y el obrar.
Yo los he llamado a ustedes, mis amigos, como servidores, para que sean fieles administradores de los misterios de Dios.
Yo quiero que ustedes regresen al amor primero, para que se acuerden quién los llamó, y para qué fueron llamados, para que se acuerden que, si alguno me ama, es porque yo lo amé primero.
Pero si alguien dice yo amo a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.
Que me amen, para que cumplan mis mandamientos, y que quien ame a Dios, ame también a su hermano».
+++
Madre nuestra: convertir el agua en vino (el mejor de los vinos). Qué gran milagro. Así hace las cosas Jesús: lo más ordinario, lo más corriente, lo más “humano”, lo convierte en algo divino, en algo extraordinario, en gracia, en vida sobrenatural.
Me gusta especialmente este pasaje del Evangelio de las bodas de Caná. No solamente por ese gran milagro, sino, sobre todo, por tu poderosa intervención. Te adelantas al problema, tienes corazón de madre, y estás pendiente de las necesidades de los hombres. Y sabes que tú puedes resolverlas.
La más grande necesidad de los hombres es tener a Dios. Tú te presentaste en México como madre, y con eso decías todo. Solo quieres que acudamos a ti con humildad.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: yo quiero hacer siempre lo que tu Hijo me diga. ¿Cómo puedo unir más fielmente mi voluntad a la suya? Déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijos míos, sacerdotes: Dios Padre mostró a su Hijo al mundo enviando a su Espíritu Santo. Yo lo envié al mundo para que fuera escuchado, pidiendo a los sirvientes que hagan lo que Él les diga, mostrando por la conversión del agua en vino el poder del Hijo, en el que Dios pone sus complacencias, y para dejar claro que para saber lo que tienen que hacer, primero deben escucharlo.
Escuchar para seguirlo, para morir al egoísmo, a los placeres del mundo, a la soberbia, a todo pecado. Pero Él no los llamó siervos, los llamó amigos.
Hagan lo que Él les diga, predicando sin miedo su Palabra, porque no son ustedes sino el Espíritu Santo quien habla; sin preocuparse del mañana, porque el mañana se preocupará de sí mismo. A cada día bástale su propio afán.
Algunos de ustedes, mis hijos sacerdotes, ya no tienen vino, no tienen disposición y humildad para abrirse a la gracia y a la misericordia. Pero ¿no estoy yo aquí que soy su Madre? Yo les pido que acepten mi presencia maternal, para que las gracias se derramen para todos, para conseguirles la libertad a través del conocimiento de la verdad, porque la verdad los hará libres.
Es tiempo de que escuchen y llenen las tinajas de agua para que reciban al mejor de los vinos y lo compartan.
Es tiempo de renovación espiritual, para desechar los odres viejos y conseguir odres nuevos, para que se conserve el vino nuevo y los odres.
Es tiempo de que hagan todo lo que Él les diga, porque ustedes, mis hijos sacerdotes, ya no tienen vino.
Es tiempo de darles de comer y darles de beber con alegría, porque el esposo está con ustedes.
Es tiempo de la disposición del corazón, de aprender a recibir, para que se abran a la gracia y a la misericordia.
Es tiempo de la alegría de volver al amor primero.
Es tiempo de hacerse niños para recordar y acudir al primer llamado.
Es tiempo de renovar las promesas del día de su Ordenación.
Es tiempo de acogerlos como niños, y darles de comer y darles de beber.
Es tiempo de que reciban de su Madre la misericordia.
Es tiempo de unidad entre sacerdotes.
Reciban al Espíritu Santo, porque es tiempo de llenarse de Él para que les recuerde todas las cosas.
Es tiempo de llenar las tinajas de agua, que es la disposición a la oración, para abrirse a la gracia y a la misericordia a través de su sí, como el sí de María, para despojarse del hombre viejo y vestirse de hombre nuevo, como odres para recibir y contener al mejor de los vinos, que es Cristo».
¡Muéstrate Madre, María!
VI, n. 17. CUIDADOS DE MADRE - EL AGUA DE LA OBEDIENCIA
EVANGELIO DE LA FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
La primera señal milagrosa de Jesús, en Caná de Galilea.
+ Del santo Evangelio según san Juan: 2, 1-11
En aquel tiempo, hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús. Éste y sus discípulos también fueron invitados. Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: “Ya no tienen vino”. Jesús le contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”. Pero ella dijo a los que servían: “Hagan lo que él les diga”.
Había allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de agua esas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo al encargado de la fiesta”.
Así lo hicieron, y en cuanto el encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque solo los sirvientes la sabían, llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”.
Esto que Jesús hizo en Caná de Galilea fue el primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.
Palabra del Señor.
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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: las apariciones marianas siempre son así: nuestra Madre del cielo que viene a mostrarnos su amor por nosotros y a ofrecernos sus tesoros de gracia para llevarnos hacia ti, para que nos convirtamos y lleguemos al cielo.
Ella sigue queriendo que nosotros hagamos lo que tú nos dices, para transformar el agua de nuestra obediencia en el mejor de los vinos, que es tu gracia.
Jesús, enséñame a ser un buen hijo de Santa María ¿qué debo hacer para lograrlo?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Sacerdotes míos: yo me alimento de mi Madre en su vientre, para darle vida al mundo.
Mi Madre viene a traerles auxilio y esperanza.
Viene a consolarlos en sus sufrimientos y a alegrarlos en sus penas.
Viene a acompañarlos en su soledad y a suavizar el camino.
Viene a confirmarlos en la fe, para que regresen al amor primero y permanezcan.
Viene a reunir a sus hijos para mostrarles el camino seguro y llevarlos de vuelta a la casa del Padre.
Ella quiere mostrar que es Madre, y una madre siempre quiere lo mejor para sus hijos.
Yo soy el Buen Pastor, y conduzco a mis ovejas hacia fuentes tranquilas, para reparar sus fuerzas.
Las guio por el sendero justo, y mi vara y mi cayado las sosiegan.
Preparo una mesa ante ellas, enfrente de sus enemigos, y su copa rebosa.
Mi bondad y mi misericordia las acompañan todos los días de su vida, para que habiten conmigo eternamente.
Quiero un rebaño de corderos como yo, para que sean pastores como yo.
Que se dejen abrazar y proteger, cuidar y alimentar por su madre, como yo, para que crezcan fortalecidos como yo, para que den vida conmigo.
Quiero corderos que se reconozcan débiles y necesitados, que me pidan misericordia y que la reciban, para que se conviertan en verdaderos pastores de mis rebaños».
+++
Madre mía, Virgen Inmaculada: los relatos de tus apariciones en Lourdes nos hablan de tu amor de Madre, de la importancia de tomar la cruz de cada día, de la oración y del Santo Rosario, de rosas y de misericordia por los pecadores, de la salud del cuerpo y del alma, de pobreza y de humildad. Es muy conocida la devoción de los peregrinos de beber del agua de la gruta, pidiéndote su curación.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: te agradezco tus cuidados maternos, enséñame el camino para llegar, con tu ayuda, más fácilmente a Jesús, y dame la salud de cuerpo y alma, para servir fielmente a tu hijo. Déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
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«Hijos míos, sacerdotes: yo he venido a traer la salud para todos aquellos enfermos del alma y también del cuerpo: la fuente de agua viva, que es Cristo, que, en unión al Padre, en el Espíritu Santo, da vida y salud a todo aquel que acude a Él con fe, con la esperanza de que aquel que es el amor, se derramará en misericordia cuando los mire, cuando les diga una sola Palabra, porque una sola Palabra basta para curarlos; y, más aún, se derrama sobre aquellos a quienes les basta tocar la orla de su manto.
Pero yo les digo, hijos míos, que, aunque aparentemente el agua no tenga valor, en el desierto es el tesoro más preciado y, en tierras de desierto ríos caudalosos brotan y llenan de vida todo lo que tocan. En esas tierras viví yo y, por obra del Espíritu Santo, el agua viva de mi vientre inmaculado brotó. Agua viva que Él, que es la vida, fuente inagotable de amor, transformó en milagro patente. Testigo fui yo.
La vida fue engendrada en mí para dar vida al mundo a través de la cruz, de la transformación de la vida en muerte, y la muerte en vida eterna, a través de la resurrección. Salud de los hombres es la sangre de Cristo derramada en la cruz.
Yo soy la Inmaculada Concepción, vaso y conducto del agua de vida para el mundo. Nada puedo hacer yo sin Él, pero todo lo puedo en aquel que me da la fuerza. Los milagros los hace Dios, pero el poder de convencer lo tengo yo, porque Él me lo dio.
Yo soy Madre de Misericordia porque en mi seno llevo al Hijo de Dios.
Yo les pido a ustedes que sean hijos, para que yo muestre que soy Madre; que renuncien a sí mismos, y que tomen su cruz. Pero no tengan miedo, porque yo los envío a anunciar la buena nueva al mundo, cargando una cruz que no es de clavos, sino de rosas.
Yo soy Madre, y ¿qué madre quiere ver sufrir a sus hijos? Mi Hijo ha venido al mundo a cargar con el pecado de los hombres, para morir crucificado. Porque era necesario que padeciera y que muriera en manos de los hombres, para con su muerte morir al pecado de una vez y para siempre. Y, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados de los hombres, se sentó a la derecha del Padre para siempre.
Yo soy Madre y corredentora con Cristo, unida en ese mismo sacrificio, por el que Él, que ha muerto y resucitado, tiene llagas en sus manos, en sus pies y en su costado.
Pero Él, en su infinita bondad, quiso cambiar las llagas de mis manos y de mis pies, y la herida de mi corazón, por pétalos de rosas, porque ¿qué hijo quiere ver sufrir a su madre? Y me llenó de rosas, y por cada rosa llamó a un sacerdote, que al nacer en el altar es configurado con Cristo en la cruz, y nace con llagas en las manos y en los pies, y en el corazón.
Yo soy Madre, y quiero hacer con ustedes lo que hizo Él conmigo.
Quiero cambiar sus llagas por pétalos de flores.
Quiero que se reúnan conmigo, para aliviarlos, para sanarlos, para curarlos, para protegerlos, para conducirlos a mi Hijo por camino seguro, y que Él los haga descansar.
Quiero darles de comer, para que se fortalezcan, para que crezcan en tamaño y en sabiduría.
Quiero que sean hijos, y que me dejen ser Madre.
Mi Hijo no ha venido al mundo a llamar a los justos, sino a los pecadores; no ha venido a curar a los sanos sino a los enfermos.
Yo soy Madre de Misericordia, porque soy Madre del Amor.
Y auxilio a mis hijos en sus necesidades, y llamo a los enfermos para curarlos; a los que sufren, para aliviarlos; a los que tienen hambre, para alimentarlos; a los que tienen sed, para darles de beber; a los que están solos, para acompañarlos; a los atribulados, para confortarlos; a los cautivos, para liberarlos; a los desnudos, para vestirlos de fiesta.
Yo llamo a mis hijos para llenarlos de cariño, para abrazarlos, para sostenerlos, para alentarlos, para que se mantengan en el camino y perseveren en su renuncia, en su cruz de cada día y en el camino, siguiendo a Jesús.
Yo soy Madre de la salud y de la gracia; yo curo a mis hijos sacerdotes, a los que están enfermos del cuerpo y enfermos del alma.
Esa es mi compañía para cada sacerdote, para aliviar sus heridas y cambiar sus llagas por flores, mientras beben el agua viva del manantial, y la sangre preciosa que brota del Sagrado Corazón de Jesús en la cruz, sangre y agua de misericordia.
Yo he venido a llamar no a los justos sino a los pecadores, y a auxiliar a los necesitados. El que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra.
Que mi salud se quede con ustedes. Yo los bendigo».
¡Muéstrate Madre, María!