95. RECIBIR EL AMOR – SEGUIR EL LLAMADO
EVANGELIO DEL SÁBADO DE LA SEMANA VII DE PASCUA
Éste es el discípulo que ha escrito estas cosas, y su testimonio es verdadero.
+ Del santo Evangelio según san Juan: 21, 20-25
En aquel tiempo, Jesús dijo a Pedro: “Sígueme”. Pedro, volviendo la cara, vio que iba detrás de ellos el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre su pecho y le había preguntado: ‘Señor, ¿quién es el que te va a traicionar?’. Al verlo, Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¿qué va a pasar con éste?”. Jesús le respondió: “Si yo quiero que éste permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú, sígueme”.
Por eso comenzó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no habría de morir. Pero Jesús no dijo que no moriría, sino: ‘Si yo quiero que permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?’.
Este es el discípulo que atestigua estas cosas y las ha puesto por escrito, y estamos ciertos de que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús y creo que, si se relataran una por una, no cabrían en todo el mundo los libros que se escribieran.
Palabra del Señor.
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: tu vida pública la comenzaste eligiendo a tus discípulos, diciéndoles a cada uno de ellos aquella palabra que quedó grabada en su corazón para siempre: “sígueme”.
No se trataba solamente de seguirte acompañándote en tus recorridos por tierras de Palestina, sino de un seguimiento que implicaba dejar la vida para vivir la tuya, una entrega total, para ir por todo el mundo a predicar el Evangelio, para tomar la cruz de cada día, y así seguirte.
Ahora regresas con el Padre y de nuevo pronuncias la misma palabra: “sígueme”.
Señor, tú me elegiste, y es la misma palabra la que yo escuché en mi corazón cuando me pediste unirme a ti en el sacerdocio.
Yo te acompañé también por tierras de Palestina cuando meditaba tu Palabra en el Santo Evangelio, y escuché tu llamada, como la de hoy a Pedro, y te seguí.
Y así como tus primeros discípulos, yo también necesito la ayuda del Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad, para que me enseñe todo y derrame en mi corazón sus sagrados dones, de modo que pueda llevar a todas las almas tu mensaje de salvación. E igual que el discípulo amado, necesito la compañía de María para cumplir con mi misión.
Jesús, ¿cómo puedo disponer bien mi corazón para hacer fructificar los dones del Espíritu Santo?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Sacerdotes míos: lo que conviene es que yo me haya ido a la gloria de mi Padre para que a ustedes les sea enviado el Espíritu de verdad, el que los consuela y les enseña todas las cosas
Para que los fortalezca y los revista.
Para que los consuele y los asista.
Para que los encienda en el fuego de mi amor, y sean valientes, virtuosos y santos.
Para que desempeñen su ministerio y su apostolado cumpliendo mi mandamiento, amándose los unos a los otros como yo los he amado, dando la vida por sus amigos. Porque nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
No son ustedes los que me han elegido, yo los he elegido a ustedes. Y yo no los he llamado siervos, los he llamado amigos, y les he dado a conocer lo que me ha dicho mi Padre.
Reciban las gracias que yo les quiero dar, para que entreguen su voluntad al Espíritu de verdad, y los llene y los desborde de mi amor, que es amor de Padre y amor de Madre, para que pidan, con ese amor, que el Espíritu Santo se haga presente en ustedes, y los renueve, y les enseñe, y les recuerde todo lo que yo les he dicho.
Permanezcan en oración y pidan en mi nombre, desde la pureza de mi Sagrado Corazón, unido al de mi Madre, la consagración de cada alma a su Inmaculado Corazón, para que siendo de ella sean míos, en una sola alma y un solo corazón. Entonces ella intercederá y les conseguirá todo lo que conviene, y lo que necesitan para llevar la luz de la fe, la esperanza y el amor, a todos los rincones del mundo.
Sacerdotes son, porque yo los he elegido desde siempre y para siempre.
Dispónganse a recibirme, para que puedan ser fruto y dar fruto, para que puedan entregarme y entregarse ustedes conmigo, porque no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Yo he dado la vida por ustedes, me he entregado hasta la muerte, para darles vida.
Ahora, con nueva vida, quiero entregarme a ustedes en vida. Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Recíbanme y déjense amar por mí, para que ustedes sean como yo, y den su vida por sus amigos.
Yo soy sus amigos. Recíbanme, para llevarlos al Padre.
Pero nadie va al Padre si no es por el Hijo. Pero nadie va al Hijo si no recibe al Hijo. Y nadie recibe al Hijo si no es por el Espíritu del Padre y del Hijo.
Reciban entonces al Espíritu Santo, que se derrama en ustedes, y les entrega sus dones, para que puedan permanecer en mi amor, para perseverar en la lucha y triunfar, para ser fruto como yo.
Abandónense en las manos de mi Madre, para que ella los entregue como a mí, y el Padre los reciba como a mí.
Si supieran cuánto los amo, morirían de amor por mí.
Reciban mi amor, para que puedan amarme como yo los amo, con mi amor, y sean ejemplo, y me entreguen, y se entreguen conmigo como alimento en la Eucaristía, para nutrir a mi rebaño y fortalecerlo con Sabiduría y Entendimiento, con Ciencia y Piedad, y den Consejo, para mantenerlos unidos en el Temor de Dios, para que lo amen por sobre todas las cosas, como yo, con mi amor.
Pero sepan que las tentaciones serán muchas, y el diablo no descansará, porque quiere arrancarme lo que más amo: a ustedes, mis pastores; y quiere despojarme de lo que, por los méritos de mi pasión y muerte, me pertenece: todo mi rebaño.
Sean fruto de los dones que reciben, para que puedan resistir en la lucha y vencer en su cruz conmigo.
Entonces yo los resucitaré en el último día, y verán mi gloria».
+++
Madre nuestra: el discípulo amado de Jesús te llevó a vivir a su casa. Aunque el Señor dijo a sus apóstoles que el Espíritu Santo les enseñaría todas las cosas, seguramente tú también le enseñaste otras muchas a Juan, porque estabas llena del Espíritu Santo, y guardabas tantas cosas en tu corazón.
Enséñanos a nosotros a tratar al Gran Desconocido, a saber pedir, para llenarnos de sus dones y carismas, y así poder dar fruto abundante. Y tú, ven conmigo a todas partes y nunca solo me dejes.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijos míos, sacerdotes: el Espíritu Santo, que es Dios verdadero de Dios verdadero, intercederá por ustedes, pidiendo lo que les conviene con gemidos inenarrables, que el Padre comprende.
Todo lo que ustedes pidan en el nombre de mi Hijo les será concedido. Permanezcan en la disposición de recibir lo que conviene, y de dar la vida por sus amigos.
Las gracias se derraman de arriba hacia abajo. Pero no las saben pedir. Es el Espíritu Santo el que une, el que consuela, el que santifica, el dador de vida, el que enciende los corazones, el que da luz, el que sana, el que inspira, el dador de dones, el que lava y vivifica, el que pide lo que necesitan y no saben pedir.
Es el que espera con paciencia que la voluntad le sea entregada, para doblegar la soberbia, y actuar y transformar el corazón, para unirlo y hacerlo uno solo en Cristo.
Es el que se posa para encender de fuego el alma, para conducir otras almas a Dios.
Efusión infinita de amor que alberga el espíritu, uniéndolo en uno solo en Cristo.
Es, por tanto, el consolador, que renueva, que fortalece, que concede la unidad de vida.
Entreguen su voluntad y permanezcan dispuestos a recibir los dones, frutos y carismas que no saben pedir, pero que el Espíritu Santo concede a los corazones que los desean, para ponerlos al servicio de la Santa Iglesia.
Pidan con pureza de intención los dones, frutos y carismas para ustedes mismos, para que ejerzan sus ministerios en virtud y santidad, para que consigan la unión fraterna entre los pastores de la Iglesia, y así consigan la unidad y la paz del mundo, un solo rebaño y un solo pastor, una sola alma y un solo corazón, un solo pueblo santo de Dios.
Dones de Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios.
Frutos de Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Longanimidad, Bondad, Benignidad, Mansedumbre, Fidelidad, Modestia, Continencia, Castidad.
Carismas que generen la armonía y la unidad para la edificación del cuerpo de Cristo.
Acompáñenme y oremos juntos, para que el Espíritu Santo los reúna en torno a mí, para que sean consagrados a mi Inmaculado Corazón y, en esta disposición, yo interceda ante el Espíritu Santo, para que reciban todo lo que les conviene para ejercer un ministerio santo, para el bien de la Santa Iglesia».
¡Muéstrate Madre, María!