22/09/2024

Jn 10, 27-30

68. CORDERO Y PASTOR – DAR LA VIDA POR LAS OVEJAS

EVANGELIO DEL DOMINGO IV DE PASCUA (C)

Yo les doy la vida eterna a mis ovejas.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 10, 27-30

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno”.

Palabra del Señor.

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la gente que escuchaba tu predicación estaba acostumbrada a oír hablar de corderos, ovejas y pastores. El pueblo de Israel, según la ley de Moisés, debía ofrecer sacrificios y celebrar la cena pascual con corderos. Seguramente había muchos rediles. Y sabían, por tanto, que las ovejas tienen una gran dependencia del pastor. Necesitan alguien que las lleve a las verdes praderas y fuentes tranquilas, y también que su vara y su cayado les dé seguridad.

Resultaba muy adecuado que tú ilustraras tus enseñanzas hablando de tareas pastoriles, porque tu misión era la de ser Buen Pastor, para dar alimento y seguridad a las ovejas de tu pueblo. Y tenías también que formar pastores, porque tu misión iba a continuar en tu Iglesia, fundada sobre la roca de Pedro, quien debía conducir a tu rebaño hacia la vida eterna.

Tus sacerdotes estamos acostumbrados a hablar del trabajo pastoral, porque así se les llama a las distintas áreas que requieren nuestro ministerio. Y somos conscientes de que debemos ser buenos pastores, porque nuestra responsabilidad es la de cuidar a tus ovejas.

Debemos ser pastores con olor a oveja. Estar muy cerca de ellas, para cuidarlas.

Y agradecemos que las ovejas quieran también tener olor a pastor, porque nos cuidan y rezan por nosotros.

Jesús: ¿cómo debe ser mi trabajo de pastor para apacentar bien a tus ovejas como tú esperas?

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

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«Sacerdote mío: tú eres cordero y eres pastor.

Tú eres la niña de mis ojos. Ven, apacienta a mis ovejas.

Tú eres la luz de mis ojos. Ven, apacienta a mis ovejas.

Tú eres un signo de mi amor y de mi misericordia. Ven, apacienta a mis ovejas.

Contempla mis campos verdes, que son iluminados por tibios rayos de sol, y que huelen a hierba fresca y a tierra mojada.

Contempla mi rostro glorioso, y en mis ojos la luz profunda que te envuelve por completo, mientras entras en mis ojos para ver con mi mirada.

Contempla mi rebaño. Es un rebaño muy grande de pequeños corderos y de ovejas, que pastan junto a un río tranquilo de agua viva.

Contempla a los pastores que asustan a las ovejas y dispersan a los corderos; y a los lobos disfrazados de ovejas, que caminan junto a los pastores. Algunas ovejas brincan asustadas a otro redil, y a algunos corderos se los comen los lobos, mientras hay pastores que no apacientan a las ovejas, sino que se apacientan a ellos mismos.

Yo soy el Buen Pastor que llama a los corderos. Ellos conocen mi voz, pero algunos no la escuchan. Y me buscan, y yo estoy ahí, junto a ellos, pero no me ven.

Apacienta a mis ovejas porque algunos pastores las han dispersado. Y, aunque se mantienen en un mismo redil, tienen miedo, y caminan sin dirección, y algunas se pierden.

A algunos de ustedes, mis pastores, les falta fe, y han cerrado sus ojos y sus oídos, y no pueden ver y no pueden oír.

Los que no han entrado por la puerta del redil, sino que han escalado por otro lado, no son mis pastores, son ladrones de mi rebaño.

Y mi rebaño ha sido expuesto a que se lo coman los lobos, porque algunos de mis pastores no se ocupan de mi rebaño, se apacientan a sí mismos y no apacientan a mi rebaño.

Pastores míos: escuchen mi voz. Yo les digo y les advierto que los he enviado no a apacentarse a sí mismos, sino a mi rebaño.

Vean mis signos y mis señales, porque para ustedes escuchar no es suficiente. Quieren ver señales, porque muchos necesitan ver para poder creer. Dichosos los que creen sin haber visto.

Dejen que los niños se acerquen a mí. Pero ¡ay de aquel que escandalice a uno de estos pequeños y les robe la inocencia de su corazón! Más le valdría colgarse una piedra al cuello y tirarse al río.

Quiero reformas en mis Seminarios.

Quiero verdadera formación, y que los formadores entren por la puerta, que soy yo, para que sean verdaderos pastores que guíen a mis corderos.

Quiero que reúnan a mis ovejas con mi Madre, para que cuiden a mis corderos.

Quiero que reúnan a mis corderos con mi Madre, para que proteja su formación.

Quiero que reconozcan a mi Madre como madre, y se reconozcan hijos necesitados, frágiles, humillados, desde antes de nacer, engendrados en el vientre materno de la madre que es la Santa Iglesia.

Quiero que me conozcan, para que escuchen mi voz, para que me reconozcan como su único Pastor y que me sigan, para que yo los haga verdaderos pastores y verdaderos Cristos, como yo, para enviarlos a reunir a mi rebaño –que otros han dispersado en el mundo–, en un solo rebaño, en un mismo redil, acompañados por mi Madre. Porque caminos hay muchos, pero solo hay uno que llega a esta puerta, que es la puerta de las ovejas, y es la puerta que conduce a la vida eterna. Yo soy la puerta de las ovejas. Yo soy el camino, la verdad y la vida.

Quiero que abran sus oídos y escuchen, y abran sus ojos y vean. Porque aquí estoy yo, y tengo el poder de quitarles mi rebaño de sus manos, porque mis ovejas y mis corderos me los ha dado mi Padre, y nadie los arrebatará de mi mano.

Quiero que escuchen mi voz y me sigan, para que entren por esta puerta.

Quiero que vean a mi Madre, para que se reúnan con ella, y el Espíritu Santo sea derramado en sus corazones, para que, convertidos y fortalecidos, cumplan su misión, predicando el Evangelio, reuniendo a todos los pueblos y a todas las naciones, en un solo rebaño y con un solo Pastor. Ella intercede por mis pastores, por mis corderos, por mis ovejas.

Contempla a mi Madre que camina junto a los corderos y los apacienta, conduciéndolos por camino seguro, para reunir a los rebaños dispersos y juntarlos en un solo redil, y entregarlos a un solo Pastor. Yo soy Jesús, el Buen Pastor.

Contempla la puerta que está abierta. La puerta es mi Sagrado Corazón. Los que entran son lavados con la sangre del Cordero, y con el agua que emana de ese corazón abierto.

Contempla mi rostro en el rostro del pastor –el rostro de Cristo–, en un rostro cargado de años y de sabiduría, el rostro de la roca que me representa: el Papa.

Contémplate tú, como un cordero herido, tirado en el pasto, sufriendo. Y mírame curando tus heridas, entrando en tu corazón, sanando tu cuerpo y tu alma, alimentándote mientras recobras las fuerzas.

Alégrate y agradece, cordero fiel, cordero obediente, cordero entregado y abandonado a mi voluntad, cordero confiado a mi cuidado. Tu lana es blanca y tu corazón es puro, para que externes la belleza de tu alma, y seas ejemplo del amor que profeso y entrego a mis creaturas.

Quiero que te conserves en la pureza y en la expresión de mi misericordia, y seas mi ofrenda para mi Padre, uniéndote en sacrificio conmigo durante la consagración, y déjate llenar de mi presencia en esta comunión. Recibe al Espíritu Santo, que con sus dones te bendice».

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Madre de la Iglesia, Divina Pastora: ayúdame a dar la vida para cumplir con mi misión, como ayudaste a tu Hijo. Intercede por mis ovejas, y concede a tu Iglesia muchas y muy santas vocaciones al sacerdocio, para que no falten los pastores que apacienten el rebaño.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

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«Hijos míos, sacerdotes: yo soy Madre de la Iglesia, y en mi seno llevo al Buen Pastor. Y por Él soy madre del rebaño, que es el pueblo santo de Dios.

Lleven a ellos la Palabra, para que ustedes, como Pastores, los llamen, y reconozcan su voz, y los sigan. Que sean ustedes testimonio de amor y de misericordia, a través de sus ministerios, por los que dan la vida por sus ovejas.

Apacienten a mis ovejas. Yo los apaciento a ustedes, mis corderos, para que perseveren en su vocación al amor, a través de la oración y de la formación permanente, para que se mantenga abierto su corazón a una continua conversión, y que, a través de ustedes, las gracias recibidas se derramen al mundo entero.

Permanezcan con docilidad en mis brazos, y bajo la guía de mi hijo el Papa, para que lleven los signos del amor de mi Hijo y su Palabra al mundo entero.

Oren conmigo con insistencia, para que el Padre envíe más obreros a su mies, porque la mies es mucha y los obreros pocos.

Oren conmigo y pidan que se abran sus oídos y escuchen la voz del Buen Pastor, que llama, que acoge, que protege.

Oren conmigo para que perseveren en el camino, con el corazón, los oídos y los ojos abiertos, en la humildad, en la docilidad, en la fidelidad y en la obediencia; para que entren por la única y verdadera puerta; para que sean verdaderos pastores, luz y sal de la tierra, y lleven la luz al mundo, y abonen la tierra, para que la cosecha sea abundante, los frutos buenos y esos frutos permanezcan. Yo los acompaño».

¡Muéstrate Madre, María!