41. UNIÓN DE CORAZONES – UNGIR CON EL AMOR
EVANGELIO DEL LUNES SANTO
Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura.
+ Del santo Evangelio según san Juan: 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Martha servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy costoso, le ungió a Jesús los pies con él y se los enjugó con su cabellera, y la casa se llenó con la fragancia del perfume.
Entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregar a Jesús, exclamó: “¿Por qué no se ha vendido ese perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?”. Esto lo dijo, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía a su cargo la bolsa, robaba lo que echaban en ella.
Entonces dijo Jesús: “Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán”.
Mientras tanto, la multitud de judíos, que se enteró de que Jesús estaba allí, acudió, no solo por Jesús. sino también para ver a Lázaro, a quien el Señor había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes deliberaban para matar a Lázaro, porque a causa de él, muchos judíos se separaban y creían en Jesús.
Palabra del Señor.
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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: tú conoces los corazones de todos los hombres, y sabes cuáles son sus intenciones.
Tú sabes cuándo un corazón está lleno de amor, porque lo único que le interesa es agradarte, y lo manifiesta con sus obras.
Y sabes también cuando un corazón está vacío de amor, porque lo único que le interesa es su egoísmo, su bienestar, sus cosas.
A María le habrá parecido poca cosa para ti aquel valioso perfume de nardo auténtico, porque su corazón estaba lleno de amor por ti.
A Judas le pareció un derroche, un gasto excesivo, porque su corazón estaba vacío de amor y lleno de él mismo, de su avaricia.
Señor, yo estoy configurado contigo, y por eso sé que debo tener un corazón como el tuyo, lleno de amor, y manifestarlo con obras de servicio a Dios y a las almas.
Y sé que el Corazón Inmaculado de María ha sido el que te mostró el amor más grande.
Jesús ¿qué debo hacer para tener mi corazón muy unido al de tu Madre?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
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«Sacerdote mío: ven, te mostraré mi trono.
Es el arca en donde se guardan los tesoros de Dios.
Es un corazón humano, vivo, puro, inmaculado, inocente, jamás manchado, incorrupto, santo, que refleja la belleza de los tesoros que guarda en su interior.
Es un trono, un sagrario y un templo.
Es el trono de un Rey; un arca, que contiene lo más sagrado; un templo digno del que lo habita.
Es el trono de Dios, el sagrario del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el templo en donde habita el Espíritu Santo.
Es el arca de la alianza de Dios con los hombres.
Es el corazón de una madre.
Es el corazón inmaculado y puro de María, mi Madre.
Es el corazón de la criatura de Dios creada a su perfecta imagen y semejanza, virgen concebida sin la culpa del pecado original, templo preparado, protegido, formado y conservado para ser trono y sagrario de Dios uno y trino, en la Santísima Trinidad.
Es el corazón humano que alberga lo divino.
Es el corazón de carne por el que corre la sangre que creó y tomó Dios para sí, para ser carne de su carne y sangre de su sangre, naturaleza divina y naturaleza humana.
Es el corazón que irradia la grandeza que contiene, pureza divina, porque procede del amor.
Es por eso que un corazón unido al de mi Madre no puede ser contaminado, no puede ser corrompido, no puede ser robado, porque está unido al mío. Puede ser expuesto y puede ser herido, pero un corazón unido al mío, es mío, me pertenece y permanece puro, y el que lo posee tiene palabras sabias y verdaderas, porque lo que sale de la boca viene de dentro del corazón.
No así los de corazón lejos de mí, impuros, corruptos, llenos de malicia, de impiedad e iniquidad, dañados por el pecado que llevan dentro, que es lo que contamina al hombre, porque del corazón salen las intenciones malas, los asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, malas acciones.
No hay nada fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que lo contamina.
Es por eso que un corazón contrito y humillado yo no lo desprecio: lo transformo, lo purifico y lo hago mío. Entonces lo uno al corazón de mi Madre, para fortalecerlo y preservarlo.
La unión de corazones es a través de mi cruz, por la que me hago tuyo, por la que te hago mío.
Yo he querido para ti, amigo mío, una perfecta unión con lazos permanentes, indisolubles, a través de la comunión, uniendo tu corazón a través de la configuración conmigo, purificándolo desde dentro, uniéndolo al corazón de mi Madre, a través de los lazos espirituales, que son más fuertes que los lazos de la carne.
Ella es el arca de la alianza de Dios con los hombres.
Ella es Madre Espiritual de todos los hombres, porque el Espíritu Santo, que es quien une, habita en ella.
Ella es la gracia de Dios, la que consigue la pureza del corazón, y la entrega de la voluntad del hombre a Dios, expresada en la oración y en las obras.
Es con la pureza de intención que los hombres entregan su voluntad para unirla a la voluntad de Dios.
Es la pureza de intención conseguida en el dominio de las pasiones, en la templanza, en la obediencia, en la humildad, en la perseverancia, en los actos puros de amor, muriendo al mundo para vivir en Dios.
Tú vives en mí, como yo vivo en ti. He transformado tu corazón y lo he purificado para unirlo con el de mi Madre, para preservarlo, para conservarlo, para que siempre sea mío, en comunión, a través de la comunión perfecta, que es el amor a Dios a través del prójimo, en un solo cuerpo y en un mismo espíritu.
Comunión en mi Cuerpo y en mi Sangre, que es Eucaristía, a través de mi cruz, para que seas conmigo una ofrenda agradable al Padre, en un mismo y único sacrificio.
Y que esta comunión te fortalezca, para que, con la gracia de Dios, pongas por obra las verdades de la fe, a través de tu entrega en la oración, la mortificación y el sacrificio, para que siempre estés conmigo, para que no me traiciones, y para que repares con actos puros de amor los daños causados a mi Sagrado Corazón, por los actos de desamor con los que es ultrajado, herido, lastimado.
Sufre más mi corazón que lo que sufre mi cuerpo crucificado, porque es más grande el dolor del corazón por un amigo que me traiciona, que por noventa y nueve que me flagelan, me azotan, me golpean y me crucifican.
Yo quiero reunirte con mi Madre, para unirte a ella con lazos más fuertes que los de la carne, para purificar tu corazón, para que, siendo de ella, seas mío para siempre».
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Madre nuestra: Martha y María aprendieron de ti a amar a Jesús. Cada vez que el Señor iba a su casa en Betania tenían muchas atenciones con Él, porque tenían un corazón enamorado.
Así habrán aprendido de ti todos los discípulos de Jesús. Aprendieron a amar y adorar con obras al Señor, y quedó para siempre la enseñanza, para toda la Iglesia, de que todo es poco para manifestar nuestro amor a Jesús, presente en la Sagrada Eucaristía.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: ayúdame a tener mi corazón puro y limpio, lleno de amor, como el tuyo. Déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
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«Hijo mío, sacerdote: es la Eucaristía la unión perfecta. Unión en el amor.
Comunión con el Padre, en el Hijo, por el Espíritu Santo, que une los corazones de los fieles a la vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo, en una sola ofrenda y un mismo y único sacrificio.
Tu corazón requiere necesariamente ser purificado, y permanecer en la pureza, en unión con mi corazón, unido al de mi Hijo, para que sea comunión perfecta en el amor, para conseguir, por la gracia de Dios, la pureza de los corazones de todos mis hijos, para que no puedan ser contaminados, y preservarlos en esta pureza, uniéndolos en comunión perfecta, para que sean santificados.
Un corazón puro es un corazón con pureza de intención, que ama, que ora, que adora a Dios con su vida, a través de sus obras, transformando todo en oración, y la oración en una constante adoración a la Sagrada Eucaristía, que es el Cuerpo y la Sangre del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, que salva, que purifica, que une y santifica.
Tú has sido llamado por el Señor para ser unido a Cristo con justicia, para ser tomado de su mano, para ser formado, para ser alianza con su pueblo y ser luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, para que liberes a los cautivos y a los que habitan en las tinieblas.
Tú has sido llamado para servir a Cristo y a su Iglesia, para que, en comunión, y a través de tu entrega, Cristo consiga del Padre lo mismo para ti.
Yo también te necesito: acompáñame».
¡Muéstrate Madre, María!