30. SERVIDORES DEL EVANGELIO – DAR TESTIMONIO CON OBRAS
EVANGELIO DEL JUEVES DE LA SEMANA IV DE CUARESMA
El que los acusa es Moisés, en quien ustedes han puesto su esperanza.
+ Del santo Evangelio según san Juan: 5, 31-47
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Si yo diera testimonio de mí, mi testimonio no tendría valor; otro es el que da testimonio de mí y yo bien sé que ese testimonio que da de mí es válido.
Ustedes enviaron mensajeros a Juan el Bautista y él dio testimonio de la verdad. No es que yo quiera apoyarme en el testimonio de un hombre. Si digo esto, es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron alegrarse un instante con su luz. Pero yo tengo un testimonio mejor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar y que son las que yo hago, dan testimonio de mí y me acreditan como enviado del Padre.
El Padre, que me envió, ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no habita en ustedes, porque no le creen al que él ha enviado.
Ustedes estudian las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues bien, ellas son las que dan testimonio de mí. ¡Y ustedes no quieren venir a mí para tener vida! Yo no busco la gloria que viene de los hombres; es que los conozco y sé que el amor de Dios no está en ellos. Yo he venido en nombre de mi Padre y ustedes no me han recibido. Si otro viniera en nombre propio, a ese sí lo recibirían. ¿Cómo va a ser posible que crean ustedes, que aspiran a recibir gloria los unos de los otros y no buscan la gloria que solo viene de Dios?
No piensen que yo los voy a acusar ante el Padre; ya hay alguien que los acusa: Moisés, en quien ustedes tienen su esperanza. Si creyeran en Moisés, me creerían a mí, porque él escribió acerca de mí. Pero, si no dan fe a sus escritos, ¿cómo darán fe a mis palabras?”.
Palabra del Señor.
+++
Señor Jesús: dar testimonio con las obras. Eso es lo que quiere Dios.
Y eso es también lo que quieren los hombres. No resulta posible creerle a un hombre que no predica con el ejemplo. Solo esforzándose por hacer lo que uno enseña es como se puede convencer a otro.
Y esa es nuestra responsabilidad como sacerdotes, ya que tenemos la misión de llevar a las almas al cielo.
Contamos con el santo Evangelio, que es tu Palabra, que nos muestra que tú dabas testimonio de la verdad con las obras que te había encomendado el Padre.
Nosotros hemos de dar testimonio entregando nuestra vida a tu servicio, poniendo nuestra fe por obra. Esa debe ser nuestra ofrenda, para que sea agradable a ti.
Señor, ¿cómo esperas que estemos preparados para ser una ofrenda digna en el altar?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Sacerdotes míos: al que mucho se le da, se le exigirá mucho, y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más.
A ustedes se les ha dado mucho, y se les ha confiado más que a nadie. Lo que se les exige es mantener su fe, y ponerla en obras con esperanza y con amor.
Yo soy Dios, pero también soy hombre, y las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado.
Yo he venido al mundo a cumplir con la misión que el Padre me ha encomendado.
Yo he cumplido mi misión, y ya todo está consumado, pero yo los he elegido a ustedes para continuar mi obra redentora en la tierra. No son ustedes los que me han elegido a mí, sino que yo los he elegido a ustedes, y los he enviado para que den fruto y ese fruto permanezca.
Yo los he elegido para que sean mis apóstoles, y confiarles la continuación de la misión salvífica de Dios, y darles la responsabilidad de llevar a todas las almas al cielo.
Yo los convoco al pie del altar, para que a mí me reconozcan en cada uno de ustedes. Les ha sido confiado lo más sagrado: mi Cuerpo, mi Sangre, mi Alma y mi Divinidad, que se hace presente en sus manos y se configura con ustedes, para ser uno como mi Padre y yo somos uno, para que el mundo crea que Él me ha enviado; porque todo el que crea y sea bautizado se salvará, pero el que no crea se condenará.
Yo los he elegido para que sean servidores del Evangelio; para que cumplan con su deber y prediquen el Evangelio, como un don gratuito de Dios, para ser un don para los hombres. Esa es la misión que se les ha confiado, renunciando a todo, para que, siendo libres de todo, se hagan esclavos de todos para ganar a los más que puedan.
Yo los elijo a ustedes para que den su vida, y ustedes entregan su vida por su propia voluntad, nadie se las ha quitado. Ustedes han aceptado y han entregado su vida por su propia voluntad. Ustedes entienden bien cuál es la voluntad del Padre, porque les ha sido dado el entendimiento, y todos los dones que necesitan para cumplir con su misión. Pero deben querer y obrar.
En el querer está la disposición de la voluntad para poner la fe en obras, para que, cuando yo venga, encuentre fe sobre la tierra.
Que estén preparados, porque nadie sabe ni el día ni la hora en que vendré con todo mi poder y mi justicia, acompañado de mis ángeles del cielo.
Todos los días me hago presente con mi misericordia, todo el tiempo en el altar, convirtiendo el pan en mi Carne y el vino en mi Sangre, uniendo a todas las almas en una sola ofrenda agradable a Dios Padre, cumpliendo con su misión, preparándolos para mi venida definitiva con mi justicia.
Es a ustedes a los que he confiado mi amistad, y eso es lo que se les exigirá, no solo el día de mi venida, sino todos los días en el altar, en la Eucaristía en donde me hago presente todos los días, todo el tiempo, para lo que deben estar bien preparados, limpios, para recibirme con dignidad, para que me vea reflejado en cada uno, para que el mundo crea que el Reino de los cielos ya está aquí, que el Padre me ha enviado y que yo los envío a ustedes a cumplir su misión.
No tengan miedo, yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo, y mi gracia les basta».
+++
Madre nuestra: el día de Pentecostés estuviste atenta para recibir al Espíritu Santo, acompañando a los discípulos de Jesús, muy unidos todos haciendo oración. La fuerza que ellos recibieron ese día, para ir por todo el mundo a predicar el Evangelio, es la misma que ahora recibimos tus hijos predilectos el día de nuestra ordenación sacerdotal. El Santo Paráclito nos concede sus dones y carismas para cumplir eficazmente con nuestra misión.
Y, lo mismo que ellos, contamos nosotros con tu compañía y con la encomienda de dar testimonio de Jesús, de las obras que el Padre le concedió realizar.
Ese testimonio es más eficaz si lo damos a través del testimonio de nuestras propias obras.
Ayúdanos, Madre, a convertirnos, para dar siempre y a todos un testimonio grande de amor con nuestras obras.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijos míos, sacerdotes: Cristo ha sido enviado al mundo y no fue recibido.
Y aun así cumplió su cometido, realizando las obras de su Padre, cumpliendo su misión de salvación, por amor a su Padre, por el amor que le tiene su Padre al mundo, y por amor a los hombres.
Y, aun así, no todos le han creído. Y solo el que crea se salvará. Por eso ha enviado a ustedes, sus amigos, a llevar su Palabra, a evangelizar, a mostrarle al mundo sus obras, porque ustedes son testigos de que Cristo está vivo, y que, a través de ustedes, día con día, los viene a salvar.
Pero ¿de qué le sirve a un sacerdote salvar el mundo entero si él se pierde, si no se salva a sí mismo?
Conversión. Ustedes, mis hijos, necesitan conversión. Deben reunirse en torno a mí, para que reciban del Espíritu Santo el don de la conversión, a través de la fe, de la esperanza y del amor: esa es mi misión. Acepten mi compañía, para que den fruto y me conozcan, y conozcan a aquel que me ha enviado.
La Madre de Dios está presente, nunca los ha abandonado. He venido a buscarlos, acompañarlos, auxiliarlos y ayudarlos. Y a traerles la gracia de Dios, para que crean y se salven.
Acompáñenme orando, amando, adorando todo el tiempo, en cada acto de amor, en cada pequeña labor, en cada gran obra, convirtiendo su vida en una sola oración de amor, transmitiendo el testimonio de su fe, testimonio del amor de Cristo, mostrando su infinita misericordia, intercediendo conmigo ante Dios nuestro Señor por todos mis hijos.
Que por el amor que mi Hijo demuestra tenerles, sea para ustedes mi auxilio y la misericordia de Dios.
Para que los que se portan mal se conviertan y se porten bien.
Para que los que se portan bien se santifiquen.
Para que los que se santifiquen sean ejemplo y testimonio del amor de Cristo.
Para santificar a todas las almas.
Para reunirlas en un solo rebaño y un solo pastor.
Para que busquen en Él la gloria de Dios.
Que sirva la entrega de sus corazones como penitencia y reparación del daño causado por los pecados a mi Inmaculado Corazón y al Sagrado Corazón de mi Hijo.
Que por esta entrega reciban la gracia de la reconciliación, dispuestos a la penitencia, con propósito de enmienda, y la fortaleza, para resistir a la tentación, para perseverar en la virtud y en el camino de perfección de su vocación al amor.
Que permanezcan sus corazones unidos al mío, adorando y reparando, transmitiendo la fe, dando testimonio del amor, a través de la oración y entrega, intercediendo por sus rebaños».
¡Muéstrate Madre, María!