22/09/2024

Jn 8, 51-59

37. INSTRUMENTOS FIDELÍSIMOS – VOCACIÓN AL AMOR

EVANGELIO DEL JUEVES DE LA SEMANA V DE CUARESMA

Su padre Abraham se regocijaba con el pensamiento de verme.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 8, 51-59

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo les aseguro: el que es fiel a mis palabras no morirá para siempre”.

Los judíos le dijeron: “Ahora ya no nos cabe duda de que estás endemoniado. Porque Abraham murió y los profetas también murieron, y tú dices: ‘El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre’. ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?”.

Contestó Jesús: “Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, aquel de quien ustedes dicen: ‘Es nuestro Dios’, aunque no lo conocen. Yo, en cambio, sí lo conozco; y si dijera que no lo conozco, sería tan mentiroso como ustedes. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra. Abraham, el padre de ustedes, se regocijaba con el pensamiento de verme; me vio y se alegró por ello”.

Los judíos le replicaron: “No tienes ni cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?”. Les respondió Jesús: “Yo les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy”.

Entonces recogieron piedras para arrojárselas, pero Jesús se ocultó y salió del templo.

Palabra del Señor.

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 REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el que es fiel a tus palabras no morirá para siempre. El que persevera hasta el final será salvo. Son llamadas a la fidelidad, al cumplimiento de las promesas que se hicieron.

En la historia del pueblo elegido aparecen muchas veces esas promesas, sobre todo cuando se hizo la alianza con Dios y cuando se renovaba esa alianza.

El Dios de Israel exigía ser fieles a las promesas, porque Él es siempre fiel.

La santidad depende de la fidelidad, pero no se puede ser fiel si no hay amor, porque el amor es el arma para combatir todas las tentaciones, para vencer todos los obstáculos, para ganar la última batalla.

Señor: yo también hice unas promesas el día de mi ordenación, y tú me exiges fidelidad total. Sé que cuento con tu ayuda, pero necesito también esforzarme y dar la vida.

La vocación del sacerdote es especialmente una vocación al amor, porque estamos configurados contigo, y tú eres el amor. Somos Cristo que pasa.

Jesús, ¿qué debo hacer para ser fiel hasta el final?

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

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«Sacerdotes míos: Yo Soy, y yo cumplo mis promesas.

Quiero que ustedes cumplan y renueven las promesas de su vocación.

Yo soy el Buen Pastor y conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Así como me conoce el Padre, yo conozco a mi Padre y doy mi vida por mis ovejas. Esa es la verdadera vocación sacerdotal, vocación al amor. Yo soy el amor.

La vocación sacerdotal es ser Cristo conmigo, Cristo en el mundo como yo, configurados con Cristo Buen Pastor a través de la cruz.

Cruz de generosidad, fidelidad y entrega.

Cruz de virtud, de sacrificio, de mortificación, de fe, de esperanza y de caridad.

Cruz de obediencia.

Cruz de servicio.

Cruz de misericordia.

Cruz de amor, por la que creen en mí y en mi Palabra, y cumplen los mandamientos de la ley de Dios.

Mi Madre cuida la vocación sacerdotal custodiando el corazón del sacerdote, para que, con su auxilio, los frutos sean abundantes y permanentes, y las vocaciones sean santas vocaciones al amor.

Yo soy el Buen Pastor.

Yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí.

Yo las llamo por su nombre y las conduzco fuera.

Yo voy delante de ellas y las llamo. Ellas conocen mi voz, y me siguen.

La verdadera vocación al amor soy yo.

Permanezcan atentos y en fidelidad a mi llamado, y no se distraigan. Miren que estoy a la puerta y llamo.

Permanezcan en oración, para que escuchen mi voz y estén atentos a mis señales. Cuando vengan los vientos fuertes, los terremotos y las tormentas, estén atentos, reconózcanme. Es el Señor que pasa por su vida. Salgan a mi encuentro, estoy pronto a llegar.

Permanezcan con firmeza cumpliendo mi voluntad, en la seguridad de mi amor y de todo lo que yo les he dado.

Permanezcan alimentando la fe, la esperanza y la caridad, con los sacramentos y una vida de gracia y de santidad, atentos a la escucha de mis deseos, y en la fidelidad a las promesas que me hicieron en el cumplimiento de mi voluntad.

Yo los hago a ustedes, mis amigos, profetas de las naciones, a las que yo mismo rijo con cetro de hierro.

Yo les doy los medios para proclamar el Evangelio, y dar testimonio a las naciones del mundo entero.

Yo les doy la fuerza para que sean fieles a sus promesas, y para que hagan todo lo que yo les digo, para que atiendan lo que les manda el Señor.

Yo les he dado la gracia del discernimiento, para que vean la voluntad de Dios y la sigan, para que se ciñan en la fidelidad.

Yo mismo fui acusado, juzgado, torturado, crucificado, por esa fidelidad.

El que quiera ser fiel que tome su cruz y que me siga.

El que permanece en oración y en estado de gracia, permanece fiel y fuerte ante la tribulación, las tormentas, las tentaciones, las persecuciones, y atento a los mandatos de Dios».

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Madre mía: yo me siento especialmente protegido por ti. Sé que soy uno de tus hijos predilectos. Ayúdame a entender cada vez más mi vocación, y a renovar mi alma sacerdotal.

También me acojo a la custodia de san José, tu fidelísimo esposo.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: ¿cómo debe ser mi fidelidad? Déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

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«Hijos míos, sacerdotes: los tesoros de Dios que yo custodio en mi corazón son las vocaciones de ustedes.

Cada vocación es un tesoro que yo cuido desde siempre. A todos ustedes los he protegido desde el vientre materno, porque, antes de nacer, mi Hijo ya los conocía y me los entregó, para cuidarlos y alimentarlos, para hacerlos crecer. Y los he llevado de mi mano por camino seguro, y he mantenido su corazón suave y encendido, y los he formado y preparado para configurarse con Cristo, y servir a Dios, sirviendo a la Iglesia con su vocación sacerdotal a través de su ministerio.

Yo intercedo para que mis hijos sacerdotes entiendan lo que es su vocación:

Vocación a la cruz.

Vocación al amor.

Vocación al sacerdocio, para ser configurados con Cristo todo el tiempo, para mostrar a Cristo al mundo todo el tiempo, para ser sus manos y sus pies, su voz y sus ojos, en un solo corazón, todo el tiempo.

Vocación de renuncia y entrega, esa es la cruz.

Vocación para amar a Dios por sobre todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo, sin egoísmo, entrega total por el bien de otros.

Vocación a la configuración total con Cristo Buen Pastor, el único que es Santo, para ser santos por Él, con Él y en Él.

Vocación a servir a Dios sirviendo a las almas, haciéndose a todos, para salvar a los más que puedan.

Vocación al amor, para ser configurados con el Amor, en vida, en muerte, en resurrección.

San José es custodio de las vocaciones sacerdotales.

Es él la primera vocación al amor.

Es él quien protege al Hijo de todos los peligros.

Es él quien lo conduce y le enseña el camino de cruz.

Es él quien se entrega conmigo, y con Él, en amor trinitario, en el sacrificio de Dios hecho hombre, en la Sagrada Familia. Sacrificio unido y trinitario, que enseñó al Hijo que el amor es trinitario desde el pesebre hasta la cruz, en todo el camino, en todo momento.

Es él modelo, custodio, protector y guía de cada vocación, que son los tesoros de Dios que guardo en mi corazón, y que son formados para ser pastores de ovejas, para conducirlas en un solo redil y salvar almas.

El tesoro de mi corazón que yo les doy es mi fidelidad al Padre como hija, al Hijo como madre, al Espíritu Santo como esposa.

Fidelidad en la aceptación y en el cumplimiento de la voluntad de Dios.

Fidelidad a la vocación al amor.

Fidelidad a la ley de Dios.

Fidelidad a las promesas y a la amistad con Dios.

Fidelidad en el silencio y en la palabra.

Fidelidad en el pesebre y en la cruz.

Fidelidad en la anunciación y en el sepulcro.

Fidelidad en la salud y en la enfermedad.

Fidelidad en las alegrías y en el sufrimiento.

Fidelidad en lo próspero y en lo adverso.

Fidelidad en la tormenta y en la calma.

Fidelidad en la tribulación y en la paz.

Fidelidad, disposición y confianza, construyendo el Reino de los cielos con fe, con amor y con esperanza.

Perseveren en la fidelidad a la oración, atentos al paso del Señor, recibiendo y entregando el amor.

Yo los mantengo bajo la protección de mi manto en el camino seguro».

¡Muéstrate Madre, María!