VII, n. 7 LO QUE NECESITA LA IGLESIA – CREER EN LA PALABRA ACTUAL Y VIVA
EVANGELIO DE LA MEMORIA DE LOS SANTOS MARTA, MARÍA Y LÁZARO
Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
+ Del santo Evangelio según san Juan: 11, 19-27
En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano Lázaro. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”.
Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.
Palabra del Señor.
O bien:
Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan.
+ Del santo Evangelio según san Lucas: 10, 38-42
En aquel tiempo, Jesús entró en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: “Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude”
El Señor le respondió: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”.
Palabra del Señor.
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: te gustaba mucho ir a la casa de Marta, María y Lázaro en Betania. Eran tus amigos, y la pasabas bien. Los amabas y ellos te amaban.
El santo Evangelio resalta el amor que tenías por tus amigos. Y me haces ver que en el mundo hay muchas cosas que me causan inquietudes y preocupaciones, y que debo darme cuenta de que una sola es necesaria. Yo te pido que me ayudes para que, aun en medio del mundo, pueda permanecer a tus pies, y no me distraiga.
Tú me llamas amigo. Yo elijo la mejor parte, que eres tú, y sé que no me será quitada.
Señor: muchas cosas son importantes, pero ¿qué es lo que necesita la Iglesia?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Sacerdotes, amigos míos: permanezcan a mis pies y sírvanme.
Mi sangre, que ha sido derramada a través de un único y eterno sacrificio, sigue lavando continuamente los pecados de los hombres. Y los hombres siguen continuamente cometiendo pecados. Es entonces mi servicio continuo en fidelidad a la Iglesia, que yo mismo he fundado, para servir a Dios a través de mi servicio a los hombres, amando a mi Padre por sobre todas las cosas, amando a mis amigos, dando la vida constantemente por ellos, hasta el día que yo vuelva, para llevarlos de vuelta a la casa del Padre.
Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Mis amigos son los que hacen lo que yo les mando. Pero, el que no me escucha no puede servirme, porque el siervo escucha primero lo que su amo necesita.
Yo a mis siervos los he llamado amigos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo, y yo a ellos les he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre.
Yo los envío a servir a mi Iglesia como la sirvo yo. Pero algunos de ustedes, mis amigos, no me escuchan, están siempre tan ocupados y angustiados en muchas cosas importantes, que se han olvidado de mí, y no se dan cuenta que solo una cosa es necesaria; y las obras sin mí son obras sin amor y no sirven para nada.
Yo soy el amor. No hay obra agradable al Padre si no es por mí –que soy imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación–, porque en mí fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, denominaciones, principados y potestades; todo fue creado por mí y para mí.
Yo soy cabeza del cuerpo de la Iglesia, y el cuerpo para servir necesita alimento.
Yo soy el pan de vida. El que venga a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí no tendrá sed.
Yo no he venido al mundo a ser servido, sino a servir, y a dar mi vida por amor. El cuerpo, para poder obrar, necesita alimento. Mi Palabra es alimento de vida. Dichoso el que lee y escucha mi Palabra y la guarda, porque el tiempo está cerca.
Yo les digo: obren no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna. Pero algunos de ustedes, mis amigos, se han volcado en obras sin sentido, sin fe, porque se han olvidado de alimentarse bien, porque dicen no tener tiempo, y se alimentan de comida chatarra, que no alimenta, pero que lastima su cuerpo y contamina su alma, y pretenden dedicar su vida a mi servicio, pero caminan perdidos como ovejas sin pastor. No se dan cuenta de que, sin mí, no saben a dónde ir.
Quiero que me reciban en su casa. Miren que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.
Quiero que me reciban y que me escuchen, porque no solo de pan vive el hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. Permanezcan a mis pies, sirviendo a mi Iglesia, que es así como me sirven.
Les mostraré lo que mi Iglesia necesita.
Mi Iglesia necesita ser servida con prontitud, con rectitud, con fidelidad, con disposición, con entrega, con amor.
Mi Iglesia me necesita, porque yo soy cabeza y corazón. Algunos de ustedes, mis amigos, se han olvidado de lo necesario, y las lámparas de la fe se están apagando.
Busquen el aceite en la oración y en la Palabra.
Cíñanse la cintura y mantengan sus lámparas encendidas.
Escuchen mi Palabra y guárdenla, para ponerla por obra.
Mantengan entre ustedes la unión, y reciban mi Palabra, para que vivan su vida ordinaria según su vocación, sirviendo a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida.
Permanezcan en mi amor y cumplan con la misión para la que han sido llamados. Yo soy el Rey de los ejércitos, y ustedes son mis guerreros. Manténganse unidos en esta lucha contra el enemigo y sus asechanzas, porque solo hay una batalla y solo hay una victoria. Se vence con el amor. Y el amor ha vencido al mundo. Yo soy el amor.
Vayan al mundo a conquistar con mi Palabra, a dar ejemplo con sus vidas, a demostrar la virtud, a anunciar la victoria del Reino de mi Padre, y a salvar con mi amor en la unidad de mi Espíritu.
Sean como Marta, y ábranme las puertas de su corazón y recíbanme en su morada.
Sean como María, y quédense a mis pies, porque es en la oración en donde me buscan y en donde me encuentran, para que me conozcan, para que me amen.
Sean como Lázaro, y vivan en mi amistad y mueran en mi esperanza, para resucitar en mí.
Es la Eucaristía el alimento que los fortalece, que los nutre, que los llena de mi amor.
Es la fe lo que los mantiene en mi camino.
Es la oración lo que los conduce a mí, pero es en sus obras en donde se demuestra el amor.
Es por su fe que serán salvados, pero es por sus obras que serán juzgados.
Este es un llamado de amor y de misericordia, para que regresen a mí, para que vengan a mi encuentro, para que se entreguen en mis brazos.
Este es un llamado a la fe, porque el que cree en mí vivirá para siempre».
+++
Madre mía: la figura de Marta está asociada a la vida activa, y la de María a la vida contemplativa. Hoy celebramos a las dos como santas, junto con su hermano Lázaro. Hemos de pensar que la lección que les enseñó Jesús en Betania, cuando les pidió distinguir lo importante de lo necesario, la aprendieron muy bien, y pudieron alcanzar el cielo los tres santificando su vida ordinaria.
Hemos oído muchas veces que hay que poner la fe por obra. Pienso que en eso consiste santificar la vida ordinaria: convertir todo lo que hacemos en oración, poniendo por obra la fe. Y como el amor es lo más importante, se trata de convertir todo eso en servicio a los demás. Eso es vivir en unidad de vida: es una misma vida de unión con Dios y con nuestros hermanos.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: ayúdame a vivir siempre en unidad de vida, para alcanzar el cielo. Déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijos míos, sacerdotes: quien dispone su fe para obrar sirviendo a Dios, a través de los hermanos, ha encontrado el verdadero sentido de su fe. Porque una fe sin obras es una fe muerta.
Pero las obras sin fe están vacías, no sirven para nada. Quien recibe un tesoro, que lo ponga al servicio de los demás, porque muchos son los miembros del cuerpo, pero uno solo es el cuerpo del cual yo soy madre: la Santa Iglesia, en donde todos los que son bautizados saltan de gozo al recibir al Espíritu Santo, y en donde el que quiera ser el primero que sea el último, el servidor de todos, como yo.
Yo les pido a ustedes, los amigos de mi Hijo, que se esfuercen para vivir en unidad de vida, para que sean uno en Cristo.
Que sus afanes y sus quehaceres no los alejen de mi Hijo, sino que se complementen.
Que su vida activa se convierta en vida contemplativa, en medio del mundo, porque están cuidando lo importante, pero están descuidando lo necesario.
Una sola cosa es necesaria, hijos míos, y ustedes deben escoger la mejor parte, y nadie se las quitará.
Recuerden en el servir y en el orar, en el obrar y en el amar, que una sola cosa es necesaria.
Reciban la Palabra de mi Hijo y medítenla para la formación de sus almas, para la conversión de sus corazones, para animar su esperanza, para que renazca en ustedes la fe.
Estén ustedes dispuestos a escuchar la Palabra de Dios, y Él hará lo demás.
¡Muéstrate Madre, María!