73. SANTIFICARSE EN LA VERDAD - CAMINO, VERDAD Y VIDA
EVANGELIO DEL VIERNES DE LA SEMANA IV DE PASCUA
Yo soy el camino, la verdad y la vida.
+ Del santo Evangelio según san Juan: 14, 1-6
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría dicho a ustedes, porque ahora voy a prepararles un lugar. Cuando me haya ido y les haya preparado un lugar, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy”.
Entonces Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”. Jesús le respondió: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí”.
Palabra del Señor.
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: los primeros cristianos estaban convencidos de que debían parecerse a Cristo, vivir la vida de Cristo. Por eso tenían muy grabado en su corazón que tú eres el camino, la verdad y la vida.
Parecerse a ti implica conocerte bien, seguir tus pisadas, para aprender de ti.
Los sacerdotes tenemos una mayor responsabilidad de parecernos a ti, porque tu pueblo necesita conocer el camino y la verdad a través de nosotros, así como recibir de nuestras manos la vida sobrenatural por medio de los sacramentos.
Te conocemos a través de tu Palabra, pero sobre todo a través de la oración, cuando meditamos lo que nos has dicho, de modo que no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.
Además, tú nos has escogido porque nos has amado desde antes de nacer, nos has consagrado y enviado, con amor de predilección, para que podamos cumplir con nuestra misión. No nos faltará tu ayuda. Tú solo nos pides disponibilidad.
Jesús, ¿qué debo cuidar para ser un verdadero sacerdote, que no me pierda en el camino, que no viva en la mentira, que no prefiera la muerte a la vida?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Sacerdote mío: ven.
Te amo, y al amarte, me amo a mí mismo. Yo soy el amor, y yo te resucitaré en el último día.
Tú vives en mí, y yo vivo en ti, eres parte de mí, de mi esencia: un solo cuerpo y un solo espíritu.
Tú me has conocido, has visto mi rostro, que es el rostro misericordioso del Padre.
Yo te he amado, y tú has creído en mí, y me has recibido, y me has amado.
Yo te he enviado a dar testimonio de mi amor.
Yo te he enviado al mundo, pero no eres del mundo, como yo no soy del mundo. Y por ti me santifico a mí mismo, para que seas santificado en la verdad, para que, por medio de tu palabra, otros crean en mí, como tú has creído en mí.
Tú eras una oveja del mundo, como todas las demás, y yo te he sacado del mundo para unirte a mí, y hacerte uno conmigo. Y he revelado en tu corazón la verdad, para exponer al mundo la verdad, para que conozcan la verdad, para que los que creen en Dios crean en mí, para que todos sean uno conmigo, como mi Padre y yo somos uno.
Yo soy la Verdad. Es por mí que se va al Padre, porque nadie va al Padre si no es por el Hijo, y nadie viene al Hijo si no lo atrae el Padre.
Yo bendigo a mi Padre, porque da a conocer estas cosas a los pequeños. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Yo soy el Camino. Vengan a mí los que estén cansados, y yo los haré descansar. Yo los conduzco hacia pastos verdes y fuentes tranquilas para reparar sus fuerzas.
Yo soy la Resurrección. El que crea en mí, aunque muera vivirá.
Yo soy la Vida. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea se condenará.
Yo envío a los elegidos a anunciar la Buena Nueva a toda la creación. ¡Ay de aquel que no cumpla con su misión!, porque de todo lo que les sea dado se les pedirán cuentas. Porque al que tiene se le dará y, al que no tiene, aun ese poco se le quitará.
Yo he sido enviado al mundo para salvar lo que se había perdido, y he tomado la condición de esclavo asumiendo la naturaleza humana. Pero el mundo no me ha recibido, me ha despreciado, me ha condenado, y yo me he rebajado a mí mismo, haciéndome obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por su injusticia han dado cumplimiento a la Palabra, por la que han sido justificados en la verdad, para ser unidos al Padre, por el Hijo, en el Espíritu de la verdad, que el Padre envía en mi nombre, para que les enseñe y les recuerde todo lo que yo les he dicho.
Mi Iglesia es mi cuerpo, y yo soy el camino, la verdad y la vida.
Ustedes, mis sacerdotes, son mis Cristos, y yo los he enviado a ser camino, verdad y vida. Escucha tú mi voz, encuentra el camino, para que seas camino, y develes tus ojos para ver la verdad, y sea en ti la verdad, siendo un verdadero sacerdote. Para que encuentres la esperanza que te lleve a la vida, para que seas vida para mi pueblo.
Amigo mío: ¿quién, que esté perdido, puede ser camino?
¿Y quién, que viva en la mentira, puede ser veraz?
¿Y quién, que prefiera la muerte a la vida, puede ser vida?
El que deja todo y me sigue, caminando mi camino, es el camino.
El que toma mi cruz, y proclama mi Palabra, es la verdad.
Al que le he dado el poder de impartir mis sacramentos es la vida.
Redescubre la grandeza de tu ministerio, y abraza la santidad a la que has sido llamado, porque para ser Cristo debes ser como yo.
El camino te ha sido mostrado, la verdad te ha sido revelada, la vida te ha sido dada con mi vida.
Ahí tienes a mi Madre. Ella es camino seguro, porque ella siempre te lleva a mí».
+++
Madre mía: como Madre de Dios eres el mejor camino para llegar a Él, sobre todo porque desde que fuiste asunta al cielo no puedes sino reflejar la belleza de Dios.
Eres toda hermosa: prepáranos un camino seguro, en el que podamos llevar la cruz de cada día, con alegría, para ser otros Cristos.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijo mío, sacerdote: contempla mi rostro.
Es el rostro de la amabilidad, más amable que todo lo amable, más bello que la belleza, más hermoso que la hermosura, más tierno que la ternura, más admirable que la admiración, más venerable que toda veneración, más dulce que la dulzura, más bondadoso que la bondad, más loable que lo loable, más honorable que toda honra.
Es el rostro de la sabiduría, del entendimiento, del consejo, de la fortaleza, de la piedad, del santo temor de Dios, de la ciencia, de la fe, de la esperanza, de la caridad, de la alegría, de la paciencia, de la paz, de la longanimidad, de la bondad, de la templanza, de la mansedumbre, de la benignidad, de la fidelidad, de la modestia, de la continencia, de la clemencia, de la castidad, de la pureza inmaculada, de la inocencia, de la tolerancia, de la obediencia, del servicio, de la humildad, de la justicia, de la generosidad, de la misericordia, del perdón, de la gratuidad, de la confianza, del silencio, de la compasión, de la perseverancia, de la solidaridad, de la lealtad, de la valentía, de la diligencia, de la prudencia, de la perfección, de la gracia, de la plenitud.
Es el rostro de la maternidad de Dios hecho mujer.
Es el rostro de la Madre de Dios encinta, que refleja la divinidad, porque en su seno lleva al Verbo encarnado, que es el Hijo de Dios.
Si quieres oír de amor, escucha a Jesús.
Si quieres conocer el amor, conoce a Jesús.
Si quieres sentir amor, experimenta a Jesús.
Si quieres buscar amor, busca a Jesús.
Si quieres encontrar amor, encuentra a Jesús.
Si quieres amar y ser amado, ama a Jesús, Él te ama.
Si quieres caminar seguro, camina con Jesús, Él es el Camino.
Si quieres saber la verdad, sigue a Jesús, Él es la Verdad.
Si quieres tener vida, vive en Jesús, Él es la Vida.
Si quieres tener vida eterna, cree en Jesús, Él es el Hijo de Dios.
Si quieres descansar, ve a Jesús, su yugo es suave y su carga ligera.
Si quieres tener paz, abandónate en el plan de Dios, niégate a ti mismo y cumple su voluntad, deja todo, toma tu cruz y sigue a Jesús».
¡Muéstrate Madre, María!