81. ODIADOS POR EL MUNDO – PERSEGUIDOS Y CALUMNIADOS
EVANGELIO DEL SÁBADO DE LA SEMANA V DE PASCUA
Ustedes no son del mundo, pues, al elegirlos, yo los he separado del mundo.
+ Del santo Evangelio Según san Juan: 15, 18-21
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si el mundo los odia, sepan que me ha odiado a mí antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya; pero el mundo los odia porque no son del mundo, pues al elegirlos, yo los he separado del mundo.
Acuérdense de lo que les dije: ‘El siervo no es superior a su señor’. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán, y el caso que han hecho de mis palabras lo harán de las de ustedes. Todo esto se lo van a hacer por mi causa, pues no conocen a aquel que me envió”.
Palabra del Señor.
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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: es una realidad muy dolorosa que haya personas que se burlan del sacerdote, que lo odian, que lo injurian, por el solo hecho de ser sacerdote.
El pueblo cristiano tiene una gran veneración por el sacerdocio, pero no faltan personas que nos tienen aversión, solamente por lo que representamos. Te representamos a ti, Jesús, y no es el discípulo más que su maestro.
Sobre todo, es un rechazo a tu Palabra, porque no quieren comprometerse a vivirla, y la sienten como un reproche a su modo de vida, a su mundanidad. Ellos son del mundo, pero nosotros no somos del mundo.
A ti te golpearon, te azotaron, te escupieron, te dieron bofetadas, te crucificaron y te dieron muerte. Sufriste también muchos insultos de palabra, muchos rechazos, traiciones, injusticias. Señor, nosotros, sacerdotes, también hemos de estar dispuestos a sufrir estas afrentas, por tu nombre, porque resultan un buen testimonio de que nosotros somos Cristos.
Y eso sucederá si somos verdaderos sacerdotes, si te representamos dignamente, reproduciendo en nosotros la vida de Cristo.
Jesús ¿cómo debemos comportarnos cuando recibamos esos insultos? ¿Cómo podemos tener tus mismos sentimientos, para perdonar, para reparar, para permanecer en ti y ser fieles?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
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«Sacerdote mío: ¿por qué me pegan?
Mira mi rostro hinchado y lleno de sangre, y a los hombres que alrededor de mí se burlan, diciéndome: “rey de los judíos”. Me escupen, me calumnian, me injurian, me golpean, me dan de bofetadas. Y ponen una corona trenzada de espinas sobre mi cabeza.
Contempla cómo se clavan las espinas en mi frente. Y brota la sangre que escurre por mis cejas y corre por mi rostro.
Estoy crucificado en la cruz: mi rostro irreconocible y mi cuerpo cubierto de sangre, mientras los hombres se burlan, y dicen: “tú, que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, si eres rey, sálvate a ti mismo”.
Alégrate, sacerdote mío, bienaventurado seas, porque te injurian y te persiguen, y dicen calumnias y mentiras sobre ti, por mi causa.
Alégrate, porque tu recompensa será grande en el Reino de los cielos.
Mi sufrimiento es mayor en mi alma que en mi cuerpo, porque no solo me ofenden a mí, sino a aquel que me envió.
El que me odia, odia también a mi Padre. Pero yo le pido que los perdone, porque no saben lo que hacen.
Tú compartes los mismos sentimientos que yo, y que tantos amigos míos que viven entre las persecuciones del mundo. Pero yo les digo, que, si el mundo los odia, sepan que a mí me ha odiado primero.
Si fueran del mundo, el mundo los amaría. Pero yo los he sacado del mundo, y por eso los odia el mundo. Y los perseguirán por mi causa, porque no conocen al que me ha enviado. Me han odiado sin motivo, y tú darás testimonio de mí.
No te resistas, y al que te abofetea ofrécele también la otra mejilla. Ama a tus enemigos y ora por los que te persiguen. Entonces serás perfecto, como el Padre del cielo es perfecto.
Permanece en mí como yo permanezco en ti, para que perseveres en la fidelidad y en la justicia, cumpliendo la voluntad de Dios, y sea fruto la conversión y la fe de aquellos que serán perseguidos por causa de la justicia, porque la desgracia persigue a los pecadores, pero el bien recompensa a los justos. Y los justos verán a Dios.
Vengan a mí los que están cansados y llevan cargas pesadas, que yo les daré alivio. Tomen mi yugo, que es suave, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas, porque mi yugo es suave y mi carga ligera.
El descanso es parte del servicio, porque quien no descansa no puede servir. Por eso yo les digo: el que esté cansado, que descanse en mí, porque no es más que un siervo fiel, que solo ha hecho lo que tenía que hacer».
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Madre nuestra, esclava del Señor: tú tuviste muchas oportunidades de servir a tu Señor con tus cuidados de madre. Debió ser maravilloso para ti poder mostrarle tu amor con cada gesto de ternura de tu corazón. Estabas trabajando y estabas amando. Eres maestra del amor.
Te pedimos que nos enseñes a amar con obras de servicio a los demás. Hay personas que no entienden que esa es la escuela de Jesucristo, y critican a los cristianos por humillarse. Jesús lavó los pies de sus discípulos y les dijo que les daba ejemplo, para que ellos también lo hicieran.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
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«Hijo mío, sacerdote: contempla a mi Hijo como un niño pequeño, que no puede valerse por sí solo, y necesita ser servido. Yo lo alimento, lo cuido, lo visto, lo abrazo, lo sirvo.
Yo soy la esclava del Señor y lo sirvo.
Yo dije sí, y el Señor hizo en mí según su Palabra: me hizo Madre.
Como una madre sirve a un hijo pequeño, así sirvo a mi Señor. Lo cuido, lo alimento, le doy de beber, lo visto, lo acompaño, lo enseño, oro por Él, lo abrazo, mientras Él crece en sabiduría, en estatura y en gracia.
Y Él aprende de mí a servir, para hacerse ejemplo y servir al mundo entero, porque Él no ha venido al mundo a ser servido, sino a servir, y a dar la vida como rescate por muchos.
Yo soy la última, la servidora de todos. Y Dios me ha hecho primera en el Reino de los cielos: Madre de Dios, para servirlo como Madre de la Iglesia, para cuidarla, alimentarla, darle de beber, vestirla, sanarla, acogerla, visitarla, enterrar a sus muertos, enseñarla, darle consejo, corregirla, perdonarla, consolarla, sufrir con paciencia sus errores, rezar por los vivos y por los muertos.
Yo medito todo esto en mi corazón y todo lo hago por amor de Dios. Mi Hijo ha aprendido bien, y ha sido obediente hasta la muerte. Y todo lo ha enseñado a sus siervos, y los ha hecho discípulos, y ya no los ha llamado siervos, los ha llamado amigos, porque todo lo que ha oído de su Padre se los ha dado a conocer.
Y les ha dado un mandamiento: que se amen los unos a los otros, que se amen los discípulos y el mundo, para que sean sus amigos, si hacen lo que Él les dice.
Si el mundo los odia, que sepan que a Él lo ha odiado primero, y no está el discípulo por encima de su maestro.
El discípulo debe aspirar a ser como su maestro y alcanzar la perfección en Cristo, según su llamado, según su vocación, porque a todos les han sido dado dones. Y hay diferentes carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; hay diversidad de formas de actuar, pero un mismo Señor, que obra todo en todos.
Y el Espíritu se manifiesta en cada uno para provecho común. Y a algunos se les ha dado palabra de sabiduría, a otros palabra de ciencia, a otros fe, a otros don para sanar, a otros poder para obrar milagros, a otros don de profecía. Pero todo es obrado por el mismo Espíritu para el bien común, para servir a un solo cuerpo: el cuerpo de Cristo resucitado y vivo, del cual todos forman parte.
Yo soy la esclava del Señor, y vengo a enseñarlos a ustedes, los siervos del Señor, a ser obedientes como siervos, y perfectos como discípulos, haciendo cada uno lo que tiene que hacer, según el ministerio que les ha sido encomendado, para que, haciendo lo que Él les diga, no los llame siervos, sino amigos; y ayudarlos a permanecer y perseverar en la fidelidad y en la amistad con Cristo, corrigiéndolos, enseñándolos, aconsejándolos, para que se comporten de manera adecuada, para que sean ejemplo, para que enseñen una sana doctrina, cimentada en la fe, en la esperanza y en el amor.
El ejemplo del comportamiento de un discípulo de Cristo lo ha puesto Él mismo. El ejemplo es el servicio. Servirse unos a otros, amarse los unos a los otros, dar la vida por los amigos…, eso es el ejemplo que Él les ha dado, para que todos ustedes, mis hijos sacerdotes, hagan lo mismo, porque no es más el siervo que su amo.
Dichosos ustedes que viven en la alegría de servir a Cristo, porque predicar su Palabra es un deber. ¡Ay de ustedes si no predican el Evangelio! Porque es una misión que se les ha confiado, un servicio del siervo para su amo.
Y ¿qué es el servicio, sino obras de misericordia? Jesús nos sirve, nos enseña, nos da ejemplo para servir a Dios. Los sacerdotes son sus amigos si hacen lo que Él les dice. Pero, al final, a todos los hará sus amigos, porque en el cielo los sienta en su mesa, y Él mismo prepara el banquete, y sienta a los invitados para servirlos y hacerlos parte. Yo misma vi a Jesús lavando los pies de sus siervos, sirviéndolos y haciéndolos sus amigos».
¡Muéstrate Madre, María!