23/09/2024

Mc 3, 7-12

13. INTERCESORES – AYUDAR A JESÚS

EVANGELIO DEL JUEVES DE LA SEMANA II DEL TIEMPO ORDINARIO

Los espíritus inmundos gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”. Pero Jesús les prohibía que lo manifestaran.

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 3, 7-12

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, seguido por una muchedumbre de galileos. Una gran multitud, procedente de Judea y Jerusalén, de Idumea y Transjordania y de la parte de Tiro y Sidón, habiendo tenido noticias de lo que Jesús hacía, se trasladó a donde él estaba.

Entonces rogó Jesús a sus discípulos que le consiguieran una barca para subir en ella, porque era tanta la multitud, que estaba a punto de aplastarlo.

En efecto, Jesús había curado a muchos, de manera que todos los que padecían algún mal, se le echaban encima para tocarlo. Cuando los poseídos por espíritus inmundos lo veían, se echaban a sus pies y gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”. Pero Jesús les prohibía que lo manifestaran.

Palabra del Señor.

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: comprendo a toda esa multitud de personas que te buscaban para obtener de ti algún favor, movidos por la fama que tenías de curar enfermedades y arrojar demonios.

Y resulta muy humano eso de echársete encima para tocarte, porque de ti salía esa virtud que sanaba.

Hoy hacemos lo mismo. Queremos tocarte en la oración y en los sacramentos, para que nos sanes de nuestros males. Por eso tus ovejas acuden al sacerdote, para recibir de nuestras manos tu misericordia.

Señor ¿cómo agradecer tus favores, con obras de servicio?

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

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 «Sacerdote mío: yo te curo de tus enfermedades porque te amo. Tú eres testigo de mi misericordia, y de la paz que te he dado en mis encuentros contigo.

Yo espero de ti que te levantes y te pongas a servirme, y no dejes que te retengan las cosas del mundo. No te distraigas.

Yo no te dejaré de mi mano.

Solo a mí me servirás, con fidelidad, porque nadie puede servir a dos amos. Porque aborrecerá a uno y amará al otro, o se dedicará a uno y descuidará al otro. No puedes servir a Dios y al dinero.

Permanece conmigo y sigue caminando, para que me sirvas y lleves mi paz y mi misericordia a todos los rincones del mundo, para que llegues hasta los corazones más pobres, transmitiendo mi Palabra.

Que tus palabras sean sencillas, porque son las mías. Quiero que uses un lenguaje sencillo, como yo soy.

  • no con palabras rebuscadas ni doctrinas extrañas, sino predicando el Evangelio;
  • no con palabras sabias, sino con la sabiduría de Dios, para no desvirtuar mi cruz, y para destruir la sabiduría de los sabios e inutilizar la inteligencia de los inteligentes;
  • para salvar a los creyentes por medio de la locura de la predicación, porque la locura divina es más sabia que los hombres, y la debilidad divina más fuerte que los hombres;
  • porque he escogido a los locos del mundo para confundir a los sabios, y he escogido a los débiles del mundo para confundir a los fuertes.

Yo te doy mis palabras, para que las entiendan todos mis amigos: los ancianos, los adultos, los jóvenes, y hasta los niños.

Ojalá fueran todos como niños, y no fueran como los jóvenes y los adultos que se dejan dominar por las pasiones del mundo.

Ojalá sus errores fueran solo travesuras de niños.

Ojalá tengas fe como del tamaño de una semilla de mostaza, para que expulses a los demonios que dominan a los hombres, pero que reconocen y gritan que yo soy el Hijo de Dios.

Levántate y sírveme. Yo espero de ti, que seas como niño, y que sigas el ejemplo de mis santos, que, por humillarse, han sido exaltados; que, por hacerse pequeños, han sido grandes; que, por hacerse últimos, han sido primeros.

Yo te premiaré con una corona grande si amas mucho –encontrándome hasta en el más pobre, en el más pequeño, en el más enfermo, en el más necesitado–, y me sirves; y dejando todo me sigues, para vivir en medio de la pobreza, llevando el regalo más valioso a los más necesitados, lo que ni todo el oro del mundo podría comprar, para darles lo que ellos más necesitan: mi misericordia y mi paz.

Corre de manera que consigas el premio. Pero debes saber que eres tan solo un instrumento, porque todo lo hace Dios».

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Madre mía: desde el comienzo de su ministerio tu Hijo llamó a sus discípulos para que aprendieran de Él, y poder así enviarlos a predicar el Evangelio. Pero también quería que ellos fueran intercesores.

Sabía que las multitudes lo iban a seguir, y necesitaba la ayuda de sus discípulos de diversas maneras. Hoy les pide que le consigan una barca.

Me recuerda el caso de Jonatán, cuando intercedió ante su padre, el rey Saúl, por la vida de su amigo David, el ungido de Dios.

Madre: Jesús sigue necesitando intercesores en la tierra, para llevarle almas. Me doy cuenta de que mi tarea como sacerdote en buena parte se trata de eso: debo ser un alma de oración para interceder por su pueblo. Y lo debo hacer, sobre todo, a través de la adoración eucarística.

Yo acudo a tu intercesión para que me protejas, y para que me ayudes y me enseñes a cumplir muy bien con la misión que me ha encomendado tu Hijo.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

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«Hijos míos, sacerdotes: yo soy la Madre de Dios, y por Él soy Madre e intercesora de todos los hombres.

Mi intercesión es de Madre.

Intercesión con mi oración suplicante y con mi protección constante. Ese es otro tesoro de mi corazón para el mundo entero.

Es mi deseo hacer llegar mi auxilio a todos mis sacerdotes.

Intercesión para que se dispongan a recibir las gracias que tengo yo guardadas y que ustedes no saben pedir. Quiero protegerlos con el amor de mi corazón de Madre.

Intercesión para que resistan a toda tentación y a los ataques del enemigo, para que sean fortalecidos con los dones y gracias del Espíritu Santo, y sean justos y misericordiosos, como el Padre que está en el cielo es justo y misericordioso.

Intercesión para que se dispongan a recibir la misericordia y el amor de Jesús con humildad y arrepentimiento.

Intercesión para que sepan llevar esa misericordia a todas las almas.

Intercesión para que reciban y permanezcan en la amistad de mi Hijo.

Intercesión ante el Hijo, para que los llame, para que los elija, para que los transforme y convierta sus corazones, encendiéndolos con la llama del fuego de su amor.

Intercesión para que conozcan a mi Hijo, para que lo reciban, para que lo amen con su amor.

Intercesión para que sean acompañados por sus ángeles custodios, que los protejan y los asistan en todo momento.

Intercesión para que permanezcan bajo el resguardo y la protección de mi manto.

Intercesión para que me acepten y me amen como Madre, para que acepten todas las gracias que tengo para darles.

Intercesión para que sepan permanecer y perseverar en la batalla, venciendo al enemigo con mi amor y con el amor de Cristo, y con ese amor amen a Dios por sobre todas las cosas, amando al prójimo hasta dar la vida. Porque nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Intercesión para que sean santos, para que sean Cristos.

Les enseñaré a interceder como lo hago yo, adorando a mi Hijo en la Eucaristía.

Adoren con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente.

Adoren entregando su amor en cada palabra, en cada acto, en cada oración.

Adoren pidiendo fe, esperanza y caridad.

Adoren con fe, con esperanza y con caridad.

Adoren pidiendo al Espíritu Santo que se derrame en ustedes.

Adoren ofreciendo los frutos de los dones y las gracias que de Él reciben.

Adoren ofreciendo su vida en cada Eucaristía, como reparación de sus pecados.

Adoren entregando su voluntad en cada Comunión para que se haga en ustedes la voluntad de Dios.

Adoren en cada pequeño sacrificio, en su hacer y en su obrar, todos los días de su vida.

Adoren convirtiendo su vida en oración continua.

Adoren intercediendo ante Dios, ofreciendo el Cuerpo y la Sangre de mi Hijo para el perdón de los pecados.

Adoren pidiendo la misericordia de Dios y el auxilio de su Madre».

¡Muéstrate Madre, María!