14. AMIGOS QUE NO TRAICIONAN - ELEGIDOS
EVANGELIO DEL VIERNES DE LA SEMANA II DEL TIEMPO ORDINARIO
Jesús llamó a los que él quiso, para que se quedaran con él.
+ Del santo Evangelio según san Marcos: 3, 13-19
En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que él quiso, y ellos lo siguieron. Constituyó a doce para que se quedaran con él, para mandarlos a predicar y para que tuvieran el poder de expulsar a los demonios.
Constituyó entonces a los Doce: a Simón, al cual le impuso el nombre de Pedro; después, a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, a quienes dio el nombre de Boanergues, es decir “hijos del trueno”; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y a Judas Iscariote, que después lo traicionó.
Palabra del Señor.
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: el momento es muy solemne. Constituyes a los Doce, que elegiste para ser las columnas de tu Iglesia.
Los elegiste para que se quedaran contigo, para mandarlos a predicar, y para que expulsaran demonios. Confías en ellos y les pides que confíen en ti.
Pero no todos fueron fieles. Hubo un traidor.
Resulta difícil aceptar que uno de esos elegidos para ser columna de la Iglesia se dejara llevar por sus intereses personales. Habiendo sentido tu amor y habiendo recibido gracias tan especiales para hacer milagros, no correspondió a ese amor.
Señor: yo, sacerdote, solo quiero que “mis intereses personales” sean tú y todo lo que me exige mi ministerio. Quiero servir bien a la Iglesia, ¿qué debo hacer para no traicionarte?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Sacerdotes míos: yo confío en ustedes. Al menos ustedes ámenme. Al menos ustedes nunca me traicionen.
La cruz es la señal de mi amor por los hombres, y señal de traición por el desamor de los hombres.
Yo he venido al mundo a buscar y encontrar a mis amigos.
Yo los he llamado y los he elegido, y muchos son los llamados, pero pocos los elegidos; y no los he llamado siervos, sino amigos.
Yo los llamo a llevar mi Palabra y mi salvación al mundo entero, para que sean mi voz, para que sean mis pies, para que lleven mi paz y mi presencia, porque a mí me han atado y me han inmovilizado en la cruz, en donde permanezco crucificado cada vez que soy traicionado.
Me crucifican los que juran fidelidad y no son fieles.
Los que dicen conocerme, pero no me conocen.
Los que creen amarme, pero no me aman.
Los que dicen seguirme, pero me abandonan.
Los que dicen ser mis amigos, pero me traicionan.
Mis amigos son los que no me traicionan.
Los que me demuestran su amistad.
Los que permanecen en mí como yo permanezco en ellos.
Los que son fortalecidos con los dones del Espíritu Santo.
Los que se mantienen junto a mi Madre, protegidos bajo el resguardo de su manto.
Los que nacen al mundo para ser sacerdotes y mueren al mundo para ser santos.
Los que llamo y los que elijo para seguirme.
Los que escuchan el llamado.
Los que lo dejan todo para tomar su cruz y me siguen.
Los que creen en mí y me reconocen como Rey.
Los que creen en mí y me adoran como Dios.
Los que creen en mí y cantan alabanzas a su Señor.
Los que entregan su voluntad para cumplir mis deseos, haciendo lo que yo les diga».
+++
Madre mía, medianera de todas las gracias: tú sufriste un gran dolor por el abandono que hicieron los amigos de Jesús el día de su suplicio en la cruz.
Aquellos hombres habían sido elegidos por tu Hijo con amor de predilección, y tú los acogiste como Madre y derrochaste tu amor por ellos durante aquellos años de vida pública de Jesús.
Los conocías muy bien a todos, porque los acompañabas, y porque ellos también abrían su corazón contigo. Te contaban sus cosas, y tú les contabas las cosas de Jesús que guardabas en tu corazón.
Fue grande tu sufrimiento cuando no estuvieron a la hora del dolor, con excepción de Juan. Y sufriste especialmente por Judas. Estoy seguro de que pediste por la salvación de su alma, porque una madre nunca abandona.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: yo no quiero abandonar a tu Hijo, no quiero traicionarlo: ¡dame la gracia de la fidelidad! Déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijos míos, sacerdotes: acompáñenme al pie de la cruz, en donde es traicionado el amor.
En mi corazón guardo el dolor de la traición de los amigos de mi Hijo, a los que yo tanto amo. Y me duelen los dos: el traicionado y el traidor.
En mi corona hay doce estrellas, son doce tribus, son doce reyes, son doce discípulos, son doce apóstoles, son doce amigos.
Y Él los llama a todos para que sean ungidos. Pero si uno lo traiciona y se va, y no se arrepiente y no regresa, Él sale a buscar y a llamar, y a elegir a otro invitado, para que se vista de fiesta y se llenen las sillas de los convidados al banquete de las bodas del Cordero.
Pero a los que Él llama amigos y lo traicionan yo los llamo cobardes, porque no tienen el valor de pedir la gracia para permanecer en la amistad y en la fidelidad.
Yo los llamo soberbios, porque creen que pueden solos mantenerse en la amistad y en la fidelidad.
Hijos míos: necesitan la gracia de Dios, y deben tener valor de entregar su voluntad, y con esa voluntad pedir la gracia que los fortalece, que los santifica.
La soledad debilita la voluntad, y el enemigo está al asecho y aprovecha esa debilidad para tentar, para destruir, para traicionar.
Ustedes necesitan unas gracias que no saben pedir, para que se reconcilien con Cristo y permanezcan en su amistad, por Él, con Él y en Él, para que lo amen, para que lo conozcan, para que lo alaben, para que lo glorifiquen, para que lo adoren, para que vivan por Él, con Él y en Él, para que se mantengan en la fidelidad, para que nunca lo traicionen, para que cuando ustedes sean traicionados, y golpeados, y crucificados, perseveren en santidad, vestidos de fiesta, esperando y soportando con paciencia.
Estén preparados para que, cuando Él llame, abran la puerta. Porque Él llama a los que Él quiere, y los que lo siguen se quedan con Él, y tienen el poder para predicar, para expulsar demonios, para pedir las gracias y permanecer en la amistad, porque el Espíritu Santo está con ustedes. Yo quiero que ustedes permanezcan con Él, para que sepan llamarlo y recibirlo, aceptar los dones y las gracias, y dar fruto.
Yo soy la Madre de la gracia, dispensadora de todas las gracias. Vengan a mí para compartir con ustedes los tesoros que guardo en mi corazón, para que enriquezcan su oración meditando todo esto en su corazón, para que los que escuchan el llamado de mi Hijo lo sigan, para que lo conozcan, para que lo amen, para que sepan lo que hacen, para que permanezcan en su amistad y nunca lo traicionen».
¡Muéstrate Madre, María!