23/09/2024

Mc 7, 31-37

41. ABIERTOS A LA GRACIA - SABER CORRESPONDER

EVANGELIO DEL VIERNES DE LA SEMANA V DEL TIEMPO ORDINARIO

Hace oír a los sordos y hablar a los mudos

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 7, 31-37

En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “¡Effetá!” (que quiere decir “¡Ábrete!”). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: “¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: a mí me gusta mucho utilizar el rito del “Effetá” en la celebración de los bautizos, y desearle a la criatura, mientras toco sus labios y sus oídos, que el Señor Jesús le conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y profesar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre.

Pedimos para el nuevo bautizado la gracia de escuchar tu Palabra con los oídos y profesar la fe con los labios: que esté abierto para recibir y transmitir su fe.

¡Abierto!, dispuesto a recibir.

En principio, cualquier persona debería estar abierta para recibir regalos. Lo difícil es recibir una gracia que compromete, porque hay que corresponder. Tú pedirás cuentas de esa gracia recibida.

Señor, ayúdame a saber pedir y a saber recibir, y también a saber dar cuentas, buenas cuentas, de todo lo que tú me das.

¿Cómo puedo estar siempre bien dispuesto, dando fruto abundante?

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

+++

«Sacerdotes míos: ¡effetá!

Yo les he abierto sus ojos para que vean y sus oídos para que escuchen.

Yo les he encomendado una misión, para que pongan por obra su fe, y les he dado la gracia para que la cumplan. Pero la voluntad de aceptar la gracia o no es solo de ustedes.

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Estén preparados, porque nadie sabe ni el día ni la hora, sino solo el Padre. Aquel día será terrible.

Yo he venido al mundo no a juzgar sino a perdonar.

Y he subido al cielo para enviarles al Espíritu Santo para fortalecerlos, y que les recuerde todas las cosas.

Pero no será igual cuando vuelva, porque entonces será mi justicia. ¡Ay de aquellos que no estén preparados!

Porque, así como saben interpretar que va a llover por el simple hecho de ver las nubes, así deben saber interpretar mis signos, y saber que estoy a la puerta y llamo.

Pero aun cuando la lluvia es inminente y se preparan para guarecerse, nadie puede predecir el momento exacto en que cae la primera gota. Así será la venida del Hijo del hombre: inminente, y deben estar siempre preparados para cuando yo vuelva, porque ese día se le abrirán los ojos a los ciegos y los oídos a los sordos, y mi Padre los atraerá hacia mí con gran fuerza.

Pero ¡ay de los que estén encadenados al mundo! Más les valdría reconciliarse conmigo antes de que yo venga al mundo como juez, para romper las cadenas, porque atados al mundo no podrán venir a mí.

Amigos míos: muchos signos les han sido dados para que puedan interpretar la verdad: que yo soy el Hijo del único Dios verdadero; que vine al mundo a morir, para salvar a los hombres; que resucité de entre los muertos, y que subí al cielo a sentarme a la derecha de mi Padre; y que de nuevo vendré para juzgar a los vivos y a los muertos; y que mi Reino no tendrá fin, y los justos reinarán conmigo por los siglos de los siglos.

Estas palabras son ciertas y verdaderas.

Yo los elijo a ustedes, y los envío, para que den fruto y ese fruto permanezca.

La aceptación es un sí total con todas sus consecuencias, porque al que mucho se le da mucho se le exigirá; pero al que tiene se le dará más, y le sobrará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.

Acepte cada uno el llamamiento que ha recibido y esfuércese por mantenerse unido en la paz, en un solo cuerpo y un solo espíritu, cada uno con los dones que ha recibido, para el bien de todos, porque a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu, para provecho común.

Yo quiero configurar el corazón de cada uno de ustedes con el mío. Y un corazón como el mío, amigos míos:

  • es un corazón siempre dispuesto;
  • es un corazón abierto;
  • es un corazón enamorado;
  • es un corazón que se da y que recibe;
  • es un corazón que ama y que quiere ser amado, y lo permite;
  • es un corazón que no tiene miedo a ser lastimado por entregarse al amor;
  • es un corazón que no tiene miedo a ser rechazado porque confía en el amado;
  • es un corazón que sabe soportar con paciencia y esperar al amado;
  • es un corazón inquieto, que busca, que no se conforma solo con esperar, sale a buscar; no se cansa de dar, no se cansa de buscar, no se cansa de esperar;
  • es un corazón que cree que la verdad triunfa sobre la mentira, que la alegría sobrepasa al sufrimiento, que la gloria puede alcanzarse en cada momento;
  • es un corazón que obedece a Dios, porque no puede negarse a sí mismo;
  • es un corazón herido, amigo mío, que espera ser reparado con tu amor.

Amigo mío ¿me amas?

Amigo mío: entrégame tu corazón.

¡¡EFFETÁ!!».

+++

Madre mía, medianera de todas las gracias, Santa María de Guadalupe: el pueblo cristiano te imagina siempre, sobre todo a la hora del rezo del Ángelus, que recibiste la embajada del arcángel san Gabriel cuando estabas haciendo oración. Era lo habitual en ti: mantener un diálogo abierto con Dios, conociendo su voluntad, y bien dispuesta a cumplirla. Por eso Jesús te puso como modelo de quien escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: ayúdame a mí a tener abiertos mis oídos y mis labios, para poder recibir y corresponder bien, asumiendo mi responsabilidad, a las gracias que Dios me da. Déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: es más fácil para los hombres recibir y aceptar calamidades, enfermedades y toda clase de pruebas difíciles, que aceptar la gracia inmerecida de Dios por la cual reciben dones, pero también responsabilidades que los privan de las comodidades y la resignación en la que muchos viven, porque les falta amor.

Se los diré de esta manera: muchos, miles y miles vienen a verme a mi casita del Tepeyac, y tienen mucha fe, y muchas necesidades, y tienen mucha humildad, porque reconocen sus miserias, y piden, y piden y piden. Y me dejan sus preocupaciones y sus problemas, y luego se van.

Yo soy Madre y concedo, pero muchas son peticiones egoístas, en las que solo buscan su propio beneficio.

Muy pocos vienen con el corazón verdaderamente contrito y humillado, por amor a Dios, pidiendo para sus almas la conversión y las gracias que necesitan para llegar a Dios, pero que los compromete a conservarse, esforzándose en el camino a la santidad a través del servicio, poniendo su fe por obra; y en cambio, habiendo obtenido o no el bien que han pedido, vuelven a su vida ordinaria, en medio del mundo, sin conservar la gracia.

Les daré un ejemplo claro: si piden un préstamo al banco, deben hacer trámites y pedir con insistencia. Y cuando está autorizado, lo deben aceptar, junto con toda la responsabilidad que supone el cumplir con lo acordado.

Pero, si cuando se los dan no lo aceptan, no lo reciben, y se queda guardado, un trámite terminado, pero no aceptado, ¿de qué les sirve?

O cuando compran un boleto de lotería, y tienen la esperanza de tener el boleto ganador del premio mayor en sus manos. Si lo ganan, pero no lo van a buscar, no lo aceptan, no lo reciben, ¿de qué les sirve?

Eso ocurre con las gracias que yo tengo para ustedes, que me piden, pero que después no se disponen a recibir.

Hijos míos, acepten las gracias que mi Hijo quiere darles gratuitamente, sin merecerlas, sin esperarlas, y con ellas pongan su fe por obra, aceptando la gracia, para que aprendan a pedir, pero sobre todo a abrirse a la gracia y a la misericordia de Dios, que es aceptar y recibir lo que Dios les quiere dar para provecho común».

¡Muéstrate Madre, María!

 

92. ABIERTOS A LA GRACIA - SABER CORRESPONDER

EVANGELIO DEL DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

Hace oír a los sordos y hablar a los mudos

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 7, 31-37

En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “¡Effetá!” (que quiere decir “¡Ábrete!”). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: “¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. 

Palabra del Señor.

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: a mí me gusta mucho utilizar el rito del “Effetá” en la celebración de los bautizos, y desearle a la criatura, mientras toco sus labios y sus oídos, que el Señor Jesús le conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y profesar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre.

Pedimos para el nuevo bautizado la gracia de escuchar tu Palabra con los oídos y profesar la fe con los labios: que esté abierto para recibir y transmitir su fe.

¡Abierto!, dispuesto a recibir.

En principio, cualquier persona debería estar abierta para recibir regalos. Lo difícil es recibir una gracia que compromete, porque hay que corresponder. Tú pedirás cuentas de esa gracia recibida.

Señor, ayúdame a saber pedir y a saber recibir, y también a saber dar cuentas, buenas cuentas, de todo lo que tú me das.

¿Cómo puedo estar siempre bien dispuesto, dando fruto abundante?

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

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«Sacerdotes míos: ¡effetá!

Yo les he abierto sus ojos para que vean y sus oídos para que escuchen.

Yo les he encomendado una misión, para que pongan por obra su fe, y les he dado la gracia para que la cumplan. Pero la voluntad de aceptar la gracia o no es solo de ustedes.

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Estén preparados, porque nadie sabe ni el día ni la hora, sino solo el Padre. Aquel día será terrible.

Yo he venido al mundo no a juzgar sino a perdonar.

Y he subido al cielo para enviarles al Espíritu Santo para fortalecerlos, y que les recuerde todas las cosas.

Pero no será igual cuando vuelva, porque entonces será mi justicia. ¡Ay de aquellos que no estén preparados!

Porque, así como saben interpretar que va a llover por el simple hecho de ver las nubes, así deben saber interpretar mis signos, y saber que estoy a la puerta y llamo.

Pero aun cuando la lluvia es inminente y se preparan para guarecerse, nadie puede predecir el momento exacto en que cae la primera gota. Así será la venida del Hijo del hombre: inminente, y deben estar siempre preparados para cuando yo vuelva, porque ese día se le abrirán los ojos a los ciegos y los oídos a los sordos, y mi Padre los atraerá hacia mí con gran fuerza.

Pero ¡ay de los que estén encadenados al mundo! Más les valdría reconciliarse conmigo antes de que yo venga al mundo como juez, para romper las cadenas, porque atados al mundo no podrán venir a mí.

Amigos míos: muchos signos les han sido dados para que puedan interpretar la verdad: que yo soy el Hijo del único Dios verdadero; que vine al mundo a morir, para salvar a los hombres; que resucité de entre los muertos, y que subí al cielo a sentarme a la derecha de mi Padre; y que de nuevo vendré para juzgar a los vivos y a los muertos; y que mi Reino no tendrá fin, y los justos reinarán conmigo por los siglos de los siglos.

Estas palabras son ciertas y verdaderas.

Yo los elijo a ustedes, y los envío, para que den fruto y ese fruto permanezca.

La aceptación es un sí total con todas sus consecuencias, porque al que mucho se le da mucho se le exigirá; pero al que tiene se le dará más, y le sobrará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.

Acepte cada uno el llamamiento que ha recibido y esfuércese por mantenerse unido en la paz, en un solo cuerpo y un solo espíritu, cada uno con los dones que ha recibido, para el bien de todos, porque a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu, para provecho común.

Yo quiero configurar el corazón de cada uno de ustedes con el mío. Y un corazón como el mío, amigos míos:

  • es un corazón siempre dispuesto;
  • es un corazón abierto;
  • es un corazón enamorado;
  • es un corazón que se da y que recibe;
  • es un corazón que ama y que quiere ser amado, y lo permite;
  • es un corazón que no tiene miedo a ser lastimado por entregarse al amor;
  • es un corazón que no tiene miedo a ser rechazado porque confía en el amado;
  • es un corazón que sabe soportar con paciencia y esperar al amado;
  • es un corazón inquieto, que busca, que no se conforma solo con esperar, sale a buscar; no se cansa de dar, no se cansa de buscar, no se cansa de esperar;
  • es un corazón que cree que la verdad triunfa sobre la mentira, que la alegría sobrepasa al sufrimiento, que la gloria puede alcanzarse en cada momento;
  • es un corazón que obedece a Dios, porque no puede negarse a sí mismo;
  • es un corazón herido, amigo mío, que espera ser reparado con tu amor.

Amigo mío ¿me amas?

Amigo mío: entrégame tu corazón.

¡¡EFFETÁ!!».

+++

Madre mía, medianera de todas las gracias, Santa María de Guadalupe: el pueblo cristiano te imagina siempre, sobre todo a la hora del rezo del Ángelus, que recibiste la embajada del arcángel san Gabriel cuando estabas haciendo oración. Era lo habitual en ti: mantener un diálogo abierto con Dios, conociendo su voluntad, y bien dispuesta a cumplirla. Por eso Jesús te puso como modelo de quien escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: ayúdame a mí a tener abiertos mis oídos y mis labios, para poder recibir y corresponder bien, asumiendo mi responsabilidad, a las gracias que Dios me da. Déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: es más fácil para los hombres recibir y aceptar calamidades, enfermedades y toda clase de pruebas difíciles, que aceptar la gracia inmerecida de Dios por la cual reciben dones, pero también responsabilidades que los privan de las comodidades y la resignación en la que muchos viven, porque les falta amor.

Se los diré de esta manera: muchos, miles y miles vienen a verme a mi casita del Tepeyac, y tienen mucha fe, y muchas necesidades, y tienen mucha humildad, porque reconocen sus miserias, y piden, y piden y piden. Y me dejan sus preocupaciones y sus problemas, y luego se van.

Yo soy Madre y concedo, pero muchas son peticiones egoístas, en las que solo buscan su propio beneficio.

Muy pocos vienen con el corazón verdaderamente contrito y humillado, por amor a Dios, pidiendo para sus almas la conversión y las gracias que necesitan para llegar a Dios, pero que los compromete a conservarse, esforzándose en el camino a la santidad a través del servicio, poniendo su fe por obra; y en cambio, habiendo obtenido o no el bien que han pedido, vuelven a su vida ordinaria, en medio del mundo, sin conservar la gracia.

Les daré un ejemplo claro: si piden un préstamo al banco, deben hacer trámites y pedir con insistencia. Y cuando está autorizado, lo deben aceptar, junto con toda la responsabilidad que supone el cumplir con lo acordado.

Pero, si cuando se los dan no lo aceptan, no lo reciben, y se queda guardado, un trámite terminado, pero no aceptado, ¿de qué les sirve?

O cuando compran un boleto de lotería, y tienen la esperanza de tener el boleto ganador del premio mayor en sus manos. Si lo ganan, pero no lo van a buscar, no lo aceptan, no lo reciben, ¿de qué les sirve?

Eso ocurre con las gracias que yo tengo para ustedes, que me piden, pero que después no se disponen a recibir.

Hijos míos, acepten las gracias que mi Hijo quiere darles gratuitamente, sin merecerlas, sin esperarlas, y con ellas pongan su fe por obra, aceptando la gracia, para que aprendan a pedir, pero sobre todo a abrirse a la gracia y a la misericordia de Dios, que es aceptar y recibir lo que Dios les quiere dar para provecho común».

¡Muéstrate Madre, María!