22. ILUMINAR EL MUNDO – LUZ DE CRISTO
EVANGELIO DEL JUEVES DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO
La misma medida que utilicen para tratar a los demás, se usará para tratarlos a ustedes.
+ Del santo Evangelio según san Marcos: 4, 21-25
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “¿Acaso se enciende una vela para meterla debajo de una olla o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Porque si algo está escondido, es para que se descubra; y si algo se ha ocultado, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga”.
Siguió hablándoles y les dijo: “Pongan atención a lo que están oyendo. La misma medida que utilicen para tratar a los demás, esa misma se usará para tratarlos a ustedes, y con creces. Al que tiene, se le dará; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará”.
Palabra del Señor.
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: cuando reflexiono en esas palabras tuyas que hablan de “encender una vela”, no puedo dejar de pensar en mi vocación sacerdotal. Está claro que tú encendiste esa vela en mi alma, y no quieres que la ponga debajo de la cama, sino en el candelero.
Si me llamaste es porque quieres que ilumine a los demás con esa luz que has encendido en mi corazón. Soy portador de tu gracia, a través de la predicación de tu Palabra y la administración de los sacramentos.
Señor: tú eres la Luz y te haces presente en la Sagrada Eucaristía. ¿Qué debo hacer para mantener encendida esa luz y transmitirla eficazmente a los demás?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Sacerdotes míos: vengan a conocer la intimidad revelada de Dios por el Espíritu.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo, para que quien lo coma no muera. El que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo le voy a dar es mi carne, para la vida del mundo.
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Yo soy Eucaristía, fuente inagotable de misericordia, que renueva a los hombres constantemente cuando hacen esto en memoria mía, en este único y eterno sacrificio, en el que doy mi vida. Nadie me la quita, yo la entrego por mi propia voluntad, para que el mundo tenga vida, derramando constantemente la misericordia de Dios sobre las miserias de los hombres, perdonando los pecados de los hombres, alimentando el espíritu de los hombres, hasta que vuelva.
Entonces me sentaré y tomare posesión del mundo y de lo que me pertenece, que por mi cruz y resurrección he ganado, y los haré partícipes de un único y eterno banquete celestial en la gloria de Dios Padre.
Yo soy el alimento que nunca se acaba. Pero son ustedes, sacerdotes, los que lo entregan con generosidad. Pero si ustedes no creen, si se debilita su fe, y si dejan vacío el sagrario, y si no me prestan sus manos y su voz, no consagran.
¿Cómo tendrá vida el mundo?
¿Cómo llegará mi alimento a todos los que creen en mí, y me aman, y me esperan, y me adoran?
¿Cómo llegará mi luz para iluminar la oscuridad de los que viendo no ven y oyendo no oyen?
¿Cómo disiparé las dudas de los que viven en tinieblas si los que son mi luz se apagan porque no tienen fe?
Ustedes son la luz del mundo y la sal de la tierra. No permitiré que la sal se vuelva insípida y que se apague la luz. Antes bien, salaré la tierra con el mar de mi misericordia y la iluminaré con mi luz, y les mostraré el camino, porque yo soy la luz del mundo: el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá luz para la vida.
Y de esto doy testimonio yo mismo.
Yo quiero llevar la luz a mis amigos, para que llegue mi misericordia a través de ustedes al mundo entero.
Sus corazones han sido encendidos con mi luz, no para que se esconda, sino para que se vea, para que ilumine a todos los de la casa, y brille la luz de ustedes ante los hombres, para que vean las obras que ustedes hacen y glorifiquen al Padre.
Por sus obras sabrán que su luz no es sabiduría de los hombres, sino que viene de Dios».
+++
Madre de la Luz: yo sé que tú me miras de una manera especial, por mi configuración con Cristo. Él dijo que es la luz del mundo, y que quien lo sigue no andará en tinieblas. A nosotros nos pide que brille nuestra luz delante de los hombres.
Me doy cuenta de que el ministerio sacerdotal me exige más que a nadie ser ese candelero, para hacer brillar la luz de Cristo, a través de todas mis tareas pastorales, pero, sobre todo, a través de mi vida, que debe reflejar la de Jesús.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: intercede para que pueda hacerlo bien. Te pido que me ilumines tú, para que valore más mi sacerdocio. Déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijos míos, sacerdotes: en mi vientre brilla la luz para el mundo. Luz que Dios dio a los hombres a través de mi amor de Madre. Pero los hombres no la recibieron, porque amaron más las tinieblas que la luz. Porque todo el que obra mal aborrece la luz, pero el que obra la verdad va a la luz. Y es así que se manifiestan las obras de Dios.
Es así como yo quiero hacer llegar mi amor a ustedes, mis hijos más amados, mis sacerdotes, llevándolos con mis obras a la luz, para que vuelva a brillar la luz a través de ustedes, para el mundo entero, por mi amor de Madre.
Ustedes son el tesoro más amado de mi corazón de madre.
Ustedes han sido llamados a ser camino, porque son partícipes del misterio de salvación.
Ustedes han sido llamados a conocer la verdad, a vivir la verdad, a ser la verdad en Cristo y a llevar la verdad al mundo.
Ustedes son llamados a ser vida y a dar vida, porque son fuente del agua de salvación, porque tienen el poder de ser y hacer.
Ustedes son instrumentos sagrados del amor de Dios. Esa es su vocación: vocación al amor.
Ustedes son el camino, la verdad y la vida, por Cristo, con Cristo, en Cristo.
Ustedes son quienes realizan milagros con sus manos, todos los días.
Ustedes son quienes iluminan al mundo, porque son luz del mundo y sal de la tierra.
Ustedes son las manos que transforman el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y elevan a Dios ante el mundo en cada sacramento de Eucaristía.
Ustedes son quienes configuran su cuerpo y su alma con Cristo.
Ustedes son los brazos del Padre, que acogen, que abrazan.
Ustedes son los pastores que guían al pueblo de Dios, que lo reúnen en un solo rebaño y lo confirman en una misma fe.
Ustedes son el rostro de Cristo, el rostro de la misericordia de Dios.
Ustedes son el rostro del amor.
Ustedes son fieles soldados y custodios del Cuerpo y la Sangre de Cristo, en la Eucaristía y en ustedes mismos.
Ustedes llevan en su vocación el tesoro de Dios, pero lo llevan en vasijas de barro».
¡Muéstrate Madre, María!