23/09/2024

Mc 4, 35-41

24. VENCER EL MIEDO CON LA FE – CRISTO ES SEGURIDAD

EVANGELIO DEL SÁBADO DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO

¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?

Del santo Evangelio según san Marcos: 4, 35-41

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”. Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.

De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”. Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: “¡Cállate, enmudece!”. Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?”. Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: era muy comprensible que tus discípulos tuvieran miedo. Una tormenta en medio del mar a cualquiera le da miedo. Pero tú les reclamas la falta de fe.

Me cuesta imaginarme que tú pudieras estar dormido en medio de la tormenta. Seguramente estabas agotado por una jornada intensa de trabajo.

Pero también querías que nosotros, ahora, los que meditamos el santo Evangelio, consideremos que en medio de las tormentas de la vida parezca que estás dormido, que no nos escuchas, que no te importa que nos hundamos.

Pero siempre estás ahí, y también nos reclamas la falta de fe. Y yo, sacerdote, debo ser un hombre de fe, porque me has elegido con amor de predilección y me has concedido tu gracia abundantemente, y me llamas “amigo”. Y los amigos nunca traicionan.

Señor, ¿qué debo hacer para tener una fe firme, para no flaquear en mi entrega diaria? ¿Qué es lo que me falta?

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

+++

«Sacerdotes míos, siervos del Hijo de Dios, pastores de mi rebaño, elegidos de mi Corazón: yo los amo con amor de predilección ¿Por qué tienen miedo? ¿Qué acaso no creen en mí? ¿Qué acaso no me conocen, y por eso no confían en mí? Yo soy Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, el que fue crucificado y, por ustedes, mis amigos, la vida di. Tanto así los he amado.

¿Quién de ustedes daría la vida por mí?

Para eso los llamé, para eso los elegí, y les di mi poder para al mundo vencer. Les di autoridad sobre todas las naciones y reinados, para hacer y deshacer, para atar y desatar, para construir y plantar. Tienen mi poder. Hasta el viento y el mar los deben obedecer, si tienen fe y creen.

¿Qué puede temer el que está configurado con el Rey?

El día del juicio habrá menos rigor para Sodoma que para mis elegidos. Porque yo no me equivoco. No son ustedes los que me han elegido a mí, yo los he elegido a ustedes como discípulos, para que dejen todo y me sigan, para que sean mis siervos, a los que yo he llamado amigos.

Yo he elegido bien y, antes de formarlos yo en el vientre, ya los conocía. Y los hice míos, y les di fe, y les di esperanza, y les di mi amor.

Y les di mi Palabra. Pero algunos impíos no la recibieron, y han perdido la fe, y han perdido la esperanza, y han descuidado el amor.

Amigos míos: a algunos de ustedes les falta fe, les falta esperanza, les falta amor, porque no conocen la verdad, no viven en la verdad, no creen en mí.

¡Ojalá fueran fríos o calientes! Pero son tibios, y yo a los tibios voy a vomitarlos de mi boca.

Son calientes los que me aman, los que creen en mí y cumplen mis mandamientos.

Son fríos los que me crucifican.

Pero son tibios los que me abandonan, y piensan que son ricos y que nada les falta, y pretenden permanecer en mi amistad sin mí.

Yo les digo: mi misericordia es grande, porque los amo. Y yo a los que amo los corrijo, para que se arrepientan.

Reciban ahora mi misericordia, mi paz, y mi amor abundante, para que crean en mí.

El día que yo vuelva vendré con justicia. Y será un día terrible y glorioso. Y mis ángeles me acompañarán. Y será terrible para los que no han creído en mí. Y será para ellos el llanto y el rechinar de dientes.

Y será el despertar a la gloria para los que me han amado y han creído, porque han obedecido y han cumplido mis mandamientos; porque el Espíritu Santo, que el Padre envía a los que le obedecen, estará con ellos. Y ellos tendrán su sello.

Son pocos los que encuentran la puerta angosta y el camino que lleva a la vida, y muchos los que entran por la puerta ancha y el camino que lleva a la perdición.

Si un día los traicionan sus pasiones y sienten miedo, volteen a su derecha, ahí está la Reina. Les he dado a mi Madre para que nada les falte. Acudan al cobijo de sus brazos. Que nadie diga “me siento solo”, porque comete una falta con mi Madre.

A mi Madre una espada le ha atravesado el alma, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones. Tengan compasión, compadezcan su dolor, y sírvanme, a fin de que ustedes encuentren la puerta angosta y el camino que los lleve a la vida.

Nunca se cansen de orar. Reciban mi Palabra, para que me conozcan, para que confirmen su fe, para que confíen en mí y no tengan miedo.

Yo soy el Hijo de Dios y estoy vivo, estoy presente.

Yo cuido y protejo con celo lo que es mío.

Yo soy todopoderoso. El maligno no tiene poder sobre mí.

Permanezcan en mi amor, descansen junto a mí.

Cuiden su trabajo, cuiden su oración. Cuiden también su descanso, y permanezcan conmigo cuando estén despiertos y cuando estén dormidos.

Dejen que pase la prueba, vívanla con virtud, fe, esperanza y caridad. Alcanzarán después de la prueba la santidad.

En medio de la tempestad, en la que las olas cubren la barca, confíen en mí, permanezcan en mí: yo he vencido al mundo».

+++

Madre mía: un hijo que tiene miedo siempre piensa en su madre. Y tú eres una madre buena que siempre está a mi lado, que me amas con amor de predilección.

Tómame de tu mano, y protégeme en todas las travesías de esta vida, para llegar a puerto seguro. Y ayúdame a darme cuenta de que el único temor que puedo tener es el de ofender a tu Hijo.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: muchos son los que están en el camino de la perdición. Pero yo soy Madre y los quiero a todos.

Quiero encontrar a los que han abandonado a mi Hijo.

Quiero tomarlos de mi mano para que no tengan miedo, y encuentren el camino seguro que lleva a la vida.

Quiero que mediten la Palabra de mi Hijo, que es misericordia, para que crean en Él y en que Él ha venido a salvarlos; para que los que tienen ojos vean y los que tienen oídos oigan; para que se den cuenta que son solo unos desgraciados, pobres, desnudos y ciegos, pero dignos de compasión y de misericordia, porque son hijos de Dios.

Que todos los sacerdotes, que con sus manos traen la presencia de Cristo al mundo en cada Eucaristía, se den cuenta y lo encuentren resucitado, vivo y real, en Cuerpo, en Sangre, en Alma, en Divinidad.

Hijitos: pidan el santo temor de Dios, para que no tengan miedo. Antes bien, que tengan tanto amor, que teman con toda su alma ofender a mi Hijo y perder su amistad, que con ese santo temor deseen agradar en todo a Dios, y abandonarse en sus manos, para amarlo, alabarlo y adorarlo, para que abra sus corazones, a fin de recibir el amor y la misericordia de Dios, reconociendo con humildad su pequeñez ante la grandeza de Dios; su miseria y necesidad, ante la omnipotencia y la bondad del que es Dios y es Padre, y es Hijo y es Espíritu Santo».

¡Muéstrate Madre, María!

98. VENCER EL MIEDO CON LA FE – CRISTO ES SEGURIDAD

EVANGELIO DEL DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 4, 35-41

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”. Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.

De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”. Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: “¡Cállate, enmudece!”. Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?”. Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”.

Palabra del Señor.

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: era muy comprensible que tus discípulos tuvieran miedo. Una tormenta en medio del mar a cualquiera le da miedo. Pero tú les reclamas la falta de fe.

Me cuesta imaginarme que tú pudieras estar dormido en medio de la tormenta. Seguramente estabas agotado por una jornada intensa de trabajo.

Pero también querías que nosotros, ahora, los que meditamos el santo Evangelio, consideremos que en medio de las tormentas de la vida parezca que estás dormido, que no nos escuchas, que no te importa que nos hundamos.

Pero siempre estás ahí, y también nos reclamas la falta de fe. Y yo, sacerdote, debo ser un hombre de fe, porque me has elegido con amor de predilección y me has concedido tu gracia abundantemente, y me llamas “amigo”. Y los amigos nunca traicionan.

Señor, ¿qué debo hacer para tener una fe firme, para no flaquear en mi entrega diaria? ¿Qué es lo que me falta?

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

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«Sacerdotes míos, siervos del Hijo de Dios, pastores de mi rebaño, elegidos de mi Corazón: yo los amo con amor de predilección ¿Por qué tienen miedo? ¿Qué acaso no creen en mí? ¿Qué acaso no me conocen, y por eso no confían en mí? Yo soy Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, el que fue crucificado y, por ustedes, mis amigos, la vida di. Tanto así los he amado.

¿Quién de ustedes daría la vida por mí?

Para eso los llamé, para eso los elegí, y les di mi poder para al mundo vencer. Les di autoridad sobre todas las naciones y reinados, para hacer y deshacer, para atar y desatar, para construir y plantar. Tienen mi poder. Hasta el viento y el mar los deben obedecer, si tienen fe y creen.

¿Qué puede temer el que está configurado con el Rey?

El día del juicio habrá menos rigor para Sodoma que para mis elegidos. Porque yo no me equivoco. No son ustedes los que me han elegido a mí, yo los he elegido a ustedes como discípulos, para que dejen todo y me sigan, para que sean mis siervos, a los que yo he llamado amigos.

Yo he elegido bien y, antes de formarlos yo en el vientre, ya los conocía. Y los hice míos, y les di fe, y les di esperanza, y les di mi amor.

Y les di mi Palabra. Pero algunos impíos no la recibieron, y han perdido la fe, y han perdido la esperanza, y han descuidado el amor.

Amigos míos: a algunos de ustedes les falta fe, les falta esperanza, les falta amor, porque no conocen la verdad, no viven en la verdad, no creen en mí.

¡Ojalá fueran fríos o calientes! Pero son tibios, y yo a los tibios voy a vomitarlos de mi boca.

Son calientes los que me aman, los que creen en mí y cumplen mis mandamientos.

Son fríos los que me crucifican.

Pero son tibios los que me abandonan, y piensan que son ricos y que nada les falta, y pretenden permanecer en mi amistad sin mí.

Yo les digo: mi misericordia es grande, porque los amo. Y yo a los que amo los corrijo, para que se arrepientan.

Reciban ahora mi misericordia, mi paz, y mi amor abundante, para que crean en mí.

El día que yo vuelva vendré con justicia. Y será un día terrible y glorioso. Y mis ángeles me acompañarán. Y será terrible para los que no han creído en mí. Y será para ellos el llanto y el rechinar de dientes.

Y será el despertar a la gloria para los que me han amado y han creído, porque han obedecido y han cumplido mis mandamientos; porque el Espíritu Santo, que el Padre envía a los que le obedecen, estará con ellos. Y ellos tendrán su sello.

Son pocos los que encuentran la puerta angosta y el camino que lleva a la vida, y muchos los que entran por la puerta ancha y el camino que lleva a la perdición.

Si un día los traicionan sus pasiones y sienten miedo, volteen a su derecha, ahí está la Reina. Les he dado a mi Madre para que nada les falte. Acudan al cobijo de sus brazos. Que nadie diga “me siento solo”, porque comete una falta con mi Madre.

A mi Madre una espada le ha atravesado el alma, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones. Tengan compasión, compadezcan su dolor, y sírvanme, a fin de que ustedes encuentren la puerta angosta y el camino que los lleve a la vida.

Nunca se cansen de orar. Reciban mi Palabra, para que me conozcan, para que confirmen su fe, para que confíen en mí y no tengan miedo.

Yo soy el Hijo de Dios y estoy vivo, estoy presente.

Yo cuido y protejo con celo lo que es mío.

Yo soy todopoderoso. El maligno no tiene poder sobre mí.

Permanezcan en mi amor, descansen junto a mí.

Cuiden su trabajo, cuiden su oración. Cuiden también su descanso, y permanezcan conmigo cuando estén despiertos y cuando estén dormidos.

Dejen que pase la prueba, vívanla con virtud, fe, esperanza y caridad. Alcanzarán después de la prueba la santidad.

En medio de la tempestad, en la que las olas cubren la barca, confíen en mí, permanezcan en mí: yo he vencido al mundo».

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Madre mía: un hijo que tiene miedo siempre piensa en su madre. Y tú eres una madre buena que siempre está a mi lado, que me amas con amor de predilección.

Tómame de tu mano, y protégeme en todas las travesías de esta vida, para llegar a puerto seguro. Y ayúdame a darme cuenta de que el único temor que puedo tener es el de ofender a tu Hijo.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

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«Hijos míos, sacerdotes: muchos son los que están en el camino de la perdición. Pero yo soy Madre y los quiero a todos.

Quiero encontrar a los que han abandonado a mi Hijo.

Quiero tomarlos de mi mano para que no tengan miedo, y encuentren el camino seguro que lleva a la vida.

Quiero que mediten la Palabra de mi Hijo, que es misericordia, para que crean en Él y en que Él ha venido a salvarlos; para que los que tienen ojos vean y los que tienen oídos oigan; para que se den cuenta que son solo unos desgraciados, pobres, desnudos y ciegos, pero dignos de compasión y de misericordia, porque son hijos de Dios.

Que todos los sacerdotes, que con sus manos traen la presencia de Cristo al mundo en cada Eucaristía, se den cuenta y lo encuentren resucitado, vivo y real, en Cuerpo, en Sangre, en Alma, en Divinidad.

Hijitos: pidan el santo temor de Dios, para que no tengan miedo. Antes bien, que tengan tanto amor, que teman con toda su alma ofender a mi Hijo y perder su amistad, que con ese santo temor deseen agradar en todo a Dios, y abandonarse en sus manos, para amarlo, alabarlo y adorarlo, para que abra sus corazones, a fin de recibir el amor y la misericordia de Dios, reconociendo con humildad su pequeñez ante la grandeza de Dios; su miseria y necesidad, ante la omnipotencia y la bondad del que es Dios y es Padre, y es Hijo y es Espíritu Santo».

¡Muéstrate Madre, María!