28. MISERICORDIOSOS – ACEPTAR LAS PROPIAS MISERIAS
EVANGELIO DEL LUNES DE LA SEMANA IV DEL TIEMPO ORDINARIO
Espíritu inmundo, sal de este hombre.
+ Del santo Evangelio según san Marcos: 5, 1-20
En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.
Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: “¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes”.
Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: “¿Cómo te llamas?”. Le respondió: “Me llamo Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: “Déjanos salir de aquí para metemos en esos cerdos”. Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron.
Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.
Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: “Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo”. Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.
Palabra del Señor.
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: una de las señales que el pueblo elegido debía ver en el Mesías era que tenía el poder de expulsar demonios.
Lo hiciste muchas veces a lo largo de tu vida pública, y el santo Evangelio nos cuenta con más detalle algunos casos, para que nosotros profundicemos en tus enseñanzas.
Hoy nos sorprende lo que sucedió con aquella legión de demonios, que se metieron en dos mil cerdos. Aquel hombre endemoniado rompía cadenas y destrozaba argollas. Con eso nos hacemos una idea del daño tan grande que puede hacer el demonio en las almas.
Pero también vemos con claridad que tú tienes todo el poder para derrotarlo. Y a mí, sacerdote, me das ese poder para también arrojar demonios.
Señor: tú no admitiste en tu compañía a aquel hombre que había estado endemoniado, sino que le pediste que contara lo misericordioso que habías sido tú con él. Yo pido tu misericordia. Ayúdame a mí a ser misericordioso.
Los gerasenos te rogaron que te marcharas de su comarca. Es increíble. Habían visto tu poder, los habías liberado del verdadero mal, que es la acción del demonio. Pero ellos solo vieron la pérdida de los cerdos como un mal, sin reconocer el bien que hiciste a aquel hombre.
Jesús ¿cómo hacer entender cuál es el verdadero mal y cuál es el verdadero bien?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Sacerdotes míos: el bien atrae al bien, pero el mal atrae al mal. Pero el bien siempre vence el mal. Yo soy el bien. El que vive en mí y permanece en mí vive para siempre. Es para eso que yo he venido, para destruir el mal y hacerlos hombres nuevos, y me he quedado para hacerlos fuertes, para que resistan a la tentación, y liberarlos del pecado. Para atraerlos al bien, para la vida eterna.
Pero la culpa los traiciona, como los traiciona la tentación. Y vuelven a pecar, y vuelven a caer, porque no se acercan al sacramento de la reconciliación, porque la vergüenza los domina, como los dominan sus pasiones, y los domina la soberbia y la maldad, y se debilitan cada vez más.
Yo he venido a rescatarlos. Yo he vencido al mundo. No desprecien mi sacrificio, porque mi Cuerpo y mi Sangre los fortalece. Pero tienen que creer, y tienen que querer, y en ese querer entregarse a mí, reconociendo su pequeñez y mi grandeza, entregándome sus debilidades, para que yo los fortalezca.
Misericordia quiero para mis sacerdotes.
Misericordia al traidor, que no ama a Dios por sobre todas las cosas.
Misericordia al egoísta, que se ama a sí mismo más que al prójimo.
Misericordia al que usa el nombre de Dios en vano.
Misericordia al que adora falsos ídolos.
Misericordia al que no santifica mis fiestas.
Misericordia al que deshonra a sus padres.
Misericordia al asesino.
Misericordia al adúltero.
Misericordia al que comete actos impuros.
Misericordia al que roba.
Misericordia al que da falso testimonio.
Misericordia al mentiroso.
Misericordia al que desea a la mujer del prójimo.
Misericordia al que codicia los bienes ajenos.
Misericordia al soberbio.
Misericordia al avaro.
Misericordia al envidioso.
Misericordia al que tiene ira y deseo de venganza.
Misericordia al lujurioso.
Misericordia al que vive en el exceso y en el vicio.
Misericordia al perezoso.
Misericordia al desobediente.
Misericordia al ambicioso.
Misericordia al incrédulo.
Misericordia al injusto.
Misericordia al duro y frío de corazón.
Misericordia al tibio, que yo vomito de mi boca.
Misericordia al débil.
Misericordia al hambriento.
Misericordia al sediento.
Misericordia al desnudo.
Misericordia al enfermo.
Misericordia al peregrino.
Misericordia al preso.
Misericordia en la vida y en la muerte.
Misericordia al que sufre.
Misericordia al que se equivoca.
Misericordia al que necesita consejo.
Misericordia al que no sabe lo que hace.
Misericordia al pobre de espíritu.
Misericordia al manso de corazón.
Misericordia al que llora.
Misericordia al que tiene hambre y sed de justicia.
Misericordia al limpio de corazón.
Misericordia al que trabaja por la paz.
Misericordia al perseguido por causa de la justicia.
Misericordia al perseguido por mi causa.
Misericordia al cobarde.
Misericordia al falto de fe.
Misericordia al falto de esperanza.
Misericordia al falto de caridad.
Misericordia al orgulloso.
Misericordia al infiel.
Misericordia al cobarde.
Misericordia al pecador.
Pero, sobre todo, misericordia al misericordioso.
Mi misericordia es para todos.
Pastores míos: abran sus corazones a recibir la gracia y la misericordia, para que sean misericordiosos como yo, porque nadie puede dar lo que no tiene».
+++
Madre de Misericordia: contra ti no puede nada el demonio. Quiero imaginar que también, ante tu presencia, Virgen inmaculada, él se sentía atormentado.
Dime qué necesito hacer para poder vencer al enemigo de Dios, y poder así contar a todos lo misericordioso que ha sido el Señor conmigo.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijos míos, sacerdotes: yo piso la cabeza de la serpiente, pero es Cristo quien tiene el poder y los hace fuertes.
Ustedes tienen abiertos los ojos del alma, que son más fuertes que los ojos del mundo.
Es el Hijo que llevo en mi seno el que, con su luz, cega los ojos del mundo, para abrir a la gracia los ojos de su alma; y que puedan verlo con su majestad y poder; y que puedan sentirlo con su amor y su paz; y que puedan creer en Él, y fortalecerse en Él, y vivir en Él, como Él vive en ustedes.
Entonces tendrán el poder de Él para vencer al enemigo, expulsando a los demonios, y beber su veneno sin que les haga daño, ganando todas las batallas. Porque sobre Él no tiene ningún poder.
Aliméntense con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, para que fortalezca su debilidad y engrandezca su pequeñez, para que lo que Él ha sembrado en ustedes crezca y dé fruto bueno en abundancia.
Hijos míos: el hombre ha sido creado para el bien, porque ha sido creado a imagen y semejanza del que es el Bien. Y el bien hace siempre el bien. Pero el hombre ha sido creado débil, para que su creador, que es todopoderoso, lo llene y lo fortalezca, y juntos sean una sola cosa.
Pero ha sido creado en libertad, y en esa libertad se le ha dado la voluntad y el querer, para que libremente quiera entregar esa voluntad en humildad, reconociendo su pequeñez y su debilidad, para que el que todo lo puede lo haga crecer, fortaleciendo esa voluntad con su luz, cegando los ojos del mundo y develando los ojos del alma.
Entonces, la fortaleza está en la humildad de reconocerse débiles y frágiles, tentados y pecadores, necesitados de Dios, pequeños e indignos, pero como hijos agradecidos y entregados a su bondad y a su misericordia. Pero la soberbia los domina.
Yo piso la cabeza de la serpiente, pero ella ya ha regado su veneno. Oren para que Dios aumente su fe y su humildad, para que sepan reconocerse y arrepentirse, y tengan el valor de acudir a la reconciliación y a la amistad de Cristo».
¡Muéstrate Madre, María!