23/09/2024

Mc 6, 30-34

33. BUENOS PASTORES – CONOCER A LAS OVEJAS

EVANGELIO DEL SÁBADO DE LA SEMANA IV DEL TIEMPO ORDINARIO

Andaban como ovejas sin pastor.

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 6, 30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces él les dijo: “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco”. Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer.

Jesús y sus apóstoles se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.

Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: eres un Buen Pastor porque te preocupas, en primer lugar, por tus discípulos, para que también sean buenos pastores. Y así aseguras que todas tus ovejas estén bien cuidadas.

Querías que tus discípulos descansaran después de una jornada intensa de trabajo, para que volvieran a sacar fuerzas y, de esa manera, seguir dando la vida por sus ovejas.

Resulta muy duro que tú digas que te compadecías de la multitud, porque los veías como “ovejas sin pastor”.

Señor, que no me suceda a mí, sacerdote, que, por negligencia o tibieza, deje a mi rebaño sin pastor. Yo tuve claro, desde el día de mi ordenación, que me constituía en pastor, para que, haciendo tus veces, pudiera atender la porción de ovejas que me corresponderían.

Que nunca deje de tener “olor a oveja”, cumpliendo con mi deber. Que nunca abandone a mi rebaño.

Y al mismo tiempo, agradezco que mis ovejas tengan “olor a pastor”, porque rezan por mí y me cuidan, para que tenga fuerzas, que lo necesito mucho.

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

+++

«Sacerdote mío: contempla el mundo conmigo, y mira lo que yo veo en medio del mundo:

Veo necesidad, incertidumbre, incomprensión, ruido, angustia, gente perdida buscando falsos ídolos, inmundicia, enfermedad, abuso de poder, destrucción, frío, cadenas, soledad, desierto, pobreza, falsa riqueza, egoísmo, soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza.

Veo guerra y resignación, y veo una cruz abandonada, miedo y muerte.

Veo ovejas asustadas que caminan dispersas, solas, como perdidas.

Veo lobos acechando a las ovejas, y lobos disfrazados de ovejas.

Veo lobos distrayendo a los pastores para dispersar a las ovejas y comérselas.

Veo pastores entre trampas y tentaciones, encadenados al mundo.

Y en medio de todo estoy yo, Cristo Buen Pastor, como luz, en medio del mundo, llamando a mis ovejas para reunir a mi rebaño.

Y veo a mi Madre junto a ustedes, mis amigos, y veo esperanza.

Comparte los mismos sentimientos que yo. Mi sufrimiento más grande es la cruz. Pero no la cruz que mortifica mi carne y las heridas de mi cuerpo, que ya duele bastante. Mi dolor más grande es la cruz abandonada por ustedes, por los que dejaron todo y tomaron su cruz y me siguieron, y me juraron fidelidad, servicio, entrega, acompañarme y amarme todos los días de su vida, para proteger y cuidar a mi rebaño, para construir el Reino de los Cielos en la tierra, para desposar y amar y respetar a mi Santa Iglesia.

¿En dónde están? Me duele, y compadezco a mi rebaño, porque los veo que caminan perdidos y angustiados, como ovejas sin pastor.

Pero me duelen más mis pastores, porque los amo, y no han cumplido con lo que les he mandado. Me han desobedecido, les ha faltado amor, se han alejado de mi amistad, y por la falta de ellos se pierden muchos.

Y me duele el dolor de mi Padre, porque, a pesar de haber enviado a su único Hijo al mundo para salvar a los hombres, muchos no han creído en mí.

Yo a los que he llamado los he enviado a anunciar la Buena Nueva a toda la creación. El que crea en mí y sea bautizado se salvará, pero el que no crea en mí se condenará. El que crea en mí expulsará demonios, el veneno no le hará daño, y curará enfermos, hará las obras que yo hago y aun mayores, porque yo estoy en el Padre y el Padre está en mí, y todo lo que pida en mi nombre yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

La mies es mucha y los obreros pocos. Que rueguen al Padre como le ruego yo, no para que los saque del mundo, porque no son del mundo, sino para que los proteja del maligno, y para que Él envíe más obreros a su mies, porque no todos los que envía escuchan mi voz y me siguen.

Amigo mío: no todos se han ido, no todos me han abandonado. Aquí estás tú, y junto a ti está mi Madre. En ti he encontrado alegría y esperanza. Escucha mi voz, abre la puerta, porque yo estoy a la puerta y llamo».

+++

Madre nuestra: tu Hijo Jesús sintió la preocupación por el descanso de sus apóstoles. Él mismo debió sentirse cansado muchas veces, con el cansancio propio de un hombre verdadero.

Era comprensible que quisiera aprovechar bien los pocos momentos de que dispondrían para descansar, y comer, para recuperar las energías perdidas.

Pero las ovejas reclamaban mucho la atención de sus pastores. Y no podía decir que no, aunque fallaran las fuerzas físicas.

Madre, yo también siento muchas veces el cansancio en el ejercicio de mi ministerio. Y siento como un deber dedicar tiempo a mi descanso, para poder rendir bien cada jornada. Te pido que me acojas en tus brazos, con la ternura de una madre, para descansar en ti.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

+++

 «Hijo mío, sacerdote: ¡cuánto trabajo tiene un sacerdote! Es infinito, no terminará jamás.

Aunque pasara la vida sin comer y sin dormir, no le alcanzaría, para su misión completamente cumplir.

Por eso debe esforzarse, cuidar su cuerpo y cuidar su alma, para poder, con eficacia, mucho tiempo servir, y tener la prudencia de enseñar a sus hermanos a trabajar, para que alguien más, después, continúe haciendo lo que hizo él. Porque eso es lo que su Maestro les enseñó a sus discípulos: a continuar con su misión. Y Él, que es perfecto, todo lo hizo con perfección.

Por tanto, no debes ser ingenuo. Debes aceptar con humildad tu debilidad, y que la vida en este mundo es limitada y corto el tiempo.

Por eso debes aprovecharla para hacer lo que te manda tu Señor, compadecerte de las ovejas que caminan perdidas porque no tienen pastor, y enseñarlas, como Jesús los enseñó.

 Pero el Señor habla claro y fuerte. Él, que es justo y misericordioso, es también prudente y generoso, y a descansar a sus discípulos llamó, mientras Él continuaba enseñándole a la gente por compasión.

El descanso de un sacerdote es necesario para cumplir bien con su misión.

Lleva un tesoro en vasija de barro y, para poder cuidar y entregar el tesoro, debe cuidar y proteger la vasija de barro.

Pero el descanso debe ser bien entendido. No se trata de perderse en el mundo buscando diversión y placeres mundanos, que no son dignos de su vocación. Jesús a un lugar solitario a sus discípulos llamó, alejados del ruido, de las multitudes y del mundo, para que pudieran sus almas descansar, su cansancio físico aliviar, y renovar su entrega en un descanso espiritual.

Y esto debe ser hoy en día también, todos los días, acudiendo en silencio a la oración, teniendo un momento de encuentro cara a cara con el Señor, desahogando tus penas, tus sufrimientos, tu dolor, compartiendo con Él tus alegrías y el cumplimiento con tus deberes terminados, que satisface el orgullo e inflama el corazón, escuchando la Palabra y meditándola, abriendo de par en par el corazón, pidiendo la luz del Espíritu Santo, para ver con claridad, despejar las dudas, aliviar las angustias, descansar el espíritu, abandonándote totalmente en las manos de Dios.

Y luego debes dormir para reparar tus fuerzas, y poder por la mañana levantarte y seguir entregando la vida, para a tu rebaño de ovejas dirigir, contemplar la cruz, adorar a Cristo, recordar que cuentas en todo momento con la compañía de la Madre de Dios, que se muestra Madre con cada uno, que te abraza en su regazo, y te hace descansar como a un niño pequeño que duerme en paz.

El sacerdote que no descansa se vuelve irritable, y es presa fácil de la desesperación.

En el trabajo es necesario poner todo el corazón, y esforzarse todo lo que uno pueda, y luego dejar que lo demás lo haga Dios.

El sacerdote que cumple con el descanso que necesita su cuerpo y su alma obedece y sirve al Señor, sirviendo al prójimo con eficacia. Y es más fácil así mostrar la alegría y el amor de su corazón que, unido al corazón de Cristo, sufre en la cruz y canta al mismo tiempo alabanzas a su Padre Dios.

El descanso de un sacerdote es tan importante como su trabajo.

Que tome el ejemplo de san José, que rezaba dormido, y en esas horas se le comunicaba el mensaje de Dios para él, y tenía la fuerza de levantarse y proteger lo más sagrado que Dios le había confiado: el Verbo encarnado.

La morada de descanso de un sacerdote es el Corazón de Jesús. El sacerdote que no hace oración no puede descansar, porque su descanso está en el Señor.

Sé obediente, reconoce tus miserias, tus debilidades y tu fragilidad. Tu cuerpo debes cuidar.

Hijo mío: yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive. Yo te doy este tesoro de mi corazón: mi abandono en la voluntad de Dios.

El descanso del alma está en abandonarse con fe, con esperanza y con amor, en la confianza, disposición y fidelidad del que verdaderamente te ama y da la vida por ti, y que confía plenamente en ti y en tu disposición y fidelidad, y se abandona en tu amor, para descansar en ti.

Descanso mutuo y recíproco de quienes están llenos del Espíritu Santo, y tienen un solo corazón y una sola alma.

Este será el descanso entre ustedes, mis hijos, si se aman los unos a los otros como mi Hijo los ha amado, porque este es su descanso.

Apacienten al rebaño que les ha sido encomendado. Ese será mi descanso.

Permanezcan unidos en la oración y abandónense en mis brazos, que yo siempre los llevaré a Jesús, para que les procure la plenitud de su descanso, mientras contemplan su rostro, el rostro del amor y de la misericordia, en cada transubstanciación, presencia real de Cristo vivo en la Eucaristía».

¡Muéstrate Madre, María!

 

29. BUENOS PASTORES – CONOCER A LAS OVEJAS

EVANGELIO DEL DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

Andaban como ovejas sin pastor.

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 6, 30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces él les dijo: “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco”. Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer.

Jesús y sus apóstoles se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.

Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. 

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: eres un Buen Pastor porque te preocupas, en primer lugar, por tus discípulos, para que también sean buenos pastores. Y así aseguras que todas tus ovejas estén bien cuidadas.

Querías que tus discípulos descansaran después de una jornada intensa de trabajo, para que volvieran a sacar fuerzas y, de esa manera, seguir dando la vida por sus ovejas.

Resulta muy duro que tú digas que te compadecías de la multitud, porque los veías como “ovejas sin pastor”.

Señor, que no me suceda a mí, sacerdote, que, por negligencia o tibieza, deje a mi rebaño sin pastor. Yo tuve claro, desde el día de mi ordenación, que me constituía en pastor, para que, haciendo tus veces, pudiera atender la porción de ovejas que me corresponderían.

Que nunca deje de tener “olor a oveja”, cumpliendo con mi deber. Que nunca abandone a mi rebaño.

Y al mismo tiempo, agradezco que mis ovejas tengan “olor a pastor”, porque rezan por mí y me cuidan, para que tenga fuerzas, que lo necesito mucho.

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

+++

«Sacerdote mío: contempla el mundo conmigo, y mira lo que yo veo en medio del mundo:

Veo necesidad, incertidumbre, incomprensión, ruido, angustia, gente perdida buscando falsos ídolos, inmundicia, enfermedad, abuso de poder, destrucción, frío, cadenas, soledad, desierto, pobreza, falsa riqueza, egoísmo, soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza.

Veo guerra y resignación, y veo una cruz abandonada, miedo y muerte.

Veo ovejas asustadas que caminan dispersas, solas, como perdidas.

Veo lobos acechando a las ovejas, y lobos disfrazados de ovejas.

Veo lobos distrayendo a los pastores para dispersar a las ovejas y comérselas.

Veo pastores entre trampas y tentaciones, encadenados al mundo.

Y en medio de todo estoy yo, Cristo Buen Pastor, como luz, en medio del mundo, llamando a mis ovejas para reunir a mi rebaño.

Y veo a mi Madre junto a ustedes, mis amigos, y veo esperanza.

Comparte los mismos sentimientos que yo. Mi sufrimiento más grande es la cruz. Pero no la cruz que mortifica mi carne y las heridas de mi cuerpo, que ya duele bastante. Mi dolor más grande es la cruz abandonada por ustedes, por los que dejaron todo y tomaron su cruz y me siguieron, y me juraron fidelidad, servicio, entrega, acompañarme y amarme todos los días de su vida, para proteger y cuidar a mi rebaño, para construir el Reino de los cielos en la tierra, para desposar y amar y respetar a mi Santa Iglesia.

¿En dónde están? Me duele, y compadezco a mi rebaño, porque los veo que caminan perdidos y angustiados, como ovejas sin pastor.

Pero me duelen más mis pastores, porque los amo, y no han cumplido con lo que les he mandado. Me han desobedecido, les ha faltado amor, se han alejado de mi amistad, y por la falta de ellos se pierden muchos.

Y me duele el dolor de mi Padre, porque, a pesar de haber enviado a su único Hijo al mundo para salvar a los hombres, muchos no han creído en mí.

Yo a los que he llamado los he enviado a anunciar la Buena Nueva a toda la creación. El que crea en mí y sea bautizado se salvará, pero el que no crea en mí se condenará. El que crea en mí expulsará demonios, el veneno no le hará daño, y curará enfermos, hará las obras que yo hago y aun mayores, porque yo estoy en el Padre y el Padre está en mí, y todo lo que pida en mi nombre yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

La mies es mucha y los obreros pocos. Que rueguen al Padre como le ruego yo, no para que los saque del mundo, porque no son del mundo, sino para que los proteja del maligno, y para que Él envíe más obreros a su mies, porque no todos los que envía escuchan mi voz y me siguen.

Amigo mío: no todos se han ido, no todos me han abandonado. Aquí estás tú, y junto a ti está mi Madre. En ti he encontrado alegría y esperanza. Escucha mi voz, abre la puerta, porque yo estoy a la puerta y llamo».

+++

Madre nuestra: tu Hijo Jesús sintió la preocupación por el descanso de sus apóstoles. Él mismo debió sentirse cansado muchas veces, con el cansancio propio de un hombre verdadero.

Era comprensible que quisiera aprovechar bien los pocos momentos de que dispondrían para descansar, y comer, para recuperar las energías perdidas.

Pero las ovejas reclamaban mucho la atención de sus pastores. Y no podía decir que no, aunque fallaran las fuerzas físicas.

Madre, yo también siento muchas veces el cansancio en el ejercicio de mi ministerio. Y siento como un deber dedicar tiempo a mi descanso, para poder rendir bien cada jornada. Te pido que me acojas en tus brazos, con la ternura de una madre, para descansar en ti.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

+++

 «Hijo mío, sacerdote: ¡cuánto trabajo tiene un sacerdote! Es infinito, no terminará jamás.

Aunque pasara la vida sin comer y sin dormir, no le alcanzaría, para su misión completamente cumplir.

Por eso debe esforzarse, cuidar su cuerpo y cuidar su alma, para poder, con eficacia, mucho tiempo servir, y tener la prudencia de enseñar a sus hermanos a trabajar, para que alguien más, después, continúe haciendo lo que hizo él. Porque eso es lo que su Maestro les enseñó a sus discípulos: a continuar con su misión. Y Él, que es perfecto, todo lo hizo con perfección.

Por tanto, no debes ser ingenuo. Debes aceptar con humildad tu debilidad, y que la vida en este mundo es limitada y corto el tiempo.

Por eso debes aprovecharla para hacer lo que te manda tu Señor, compadecerte de las ovejas que caminan perdidas porque no tienen pastor, y enseñarlas, como Jesús los enseñó.

 Pero el Señor habla claro y fuerte. Él, que es justo y misericordioso, es también prudente y generoso, y a descansar a sus discípulos llamó, mientras Él continuaba enseñándole a la gente por compasión.

El descanso de un sacerdote es necesario para cumplir bien con su misión.

Lleva un tesoro en vasija de barro y, para poder cuidar y entregar el tesoro, debe cuidar y proteger la vasija de barro.

Pero el descanso debe ser bien entendido. No se trata de perderse en el mundo buscando diversión y placeres mundanos, que no son dignos de su vocación. Jesús a un lugar solitario a sus discípulos llamó, alejados del ruido, de las multitudes y del mundo, para que pudieran sus almas descansar, su cansancio físico aliviar, y renovar su entrega en un descanso espiritual.

Y esto debe ser hoy en día también, todos los días, acudiendo en silencio a la oración, teniendo un momento de encuentro cara a cara con el Señor, desahogando tus penas, tus sufrimientos, tu dolor, compartiendo con Él tus alegrías y el cumplimiento con tus deberes terminados, que satisface el orgullo e inflama el corazón, escuchando la Palabra y meditándola, abriendo de par en par el corazón, pidiendo la luz del Espíritu Santo, para ver con claridad, despejar las dudas, aliviar las angustias, descansar el espíritu, abandonándote totalmente en las manos de Dios.

Y luego debes dormir para reparar tus fuerzas, y poder por la mañana levantarte y seguir entregando la vida, para a tu rebaño de ovejas dirigir, contemplar la cruz, adorar a Cristo, recordar que cuentas en todo momento con la compañía de la Madre de Dios, que se muestra Madre con cada uno, que te abraza en su regazo, y te hace descansar como a un niño pequeño que duerme en paz.

El sacerdote que no descansa se vuelve irritable, y es presa fácil de la desesperación.

En el trabajo es necesario poner todo el corazón, y esforzarse todo lo que uno pueda, y luego dejar que lo demás lo haga Dios.

El sacerdote que cumple con el descanso que necesita su cuerpo y su alma obedece y sirve al Señor, sirviendo al prójimo con eficacia. Y es más fácil así mostrar la alegría y el amor de su corazón que, unido al corazón de Cristo, sufre en la cruz y canta al mismo tiempo alabanzas a su Padre Dios.

El descanso de un sacerdote es tan importante como su trabajo.

Que tome el ejemplo de san José, que rezaba dormido, y en esas horas se le comunicaba el mensaje de Dios para él, y tenía la fuerza de levantarse y proteger lo más sagrado que Dios le había confiado: el Verbo encarnado.

La morada de descanso de un sacerdote es el Corazón de Jesús. El sacerdote que no hace oración no puede descansar, porque su descanso está en el Señor.

Sé obediente, reconoce tus miserias, tus debilidades y tu fragilidad. Tu cuerpo debes cuidar.

Hijo mío: yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive. Yo te doy este tesoro de mi corazón: mi abandono en la voluntad de Dios.

El descanso del alma está en abandonarse con fe, con esperanza y con amor, en la confianza, disposición y fidelidad del que verdaderamente te ama y da la vida por ti, y que confía plenamente en ti y en tu disposición y fidelidad, y se abandona en tu amor, para descansar en ti.

Descanso mutuo y recíproco de quienes están llenos del Espíritu Santo, y tienen un solo corazón y una sola alma.

Este será el descanso entre ustedes, mis hijos, si se aman los unos a los otros como mi Hijo los ha amado, porque este es su descanso.

Apacienten al rebaño que les ha sido encomendado. Ese será mi descanso.

Permanezcan unidos en la oración y abandónense en mis brazos, que yo siempre los llevaré a Jesús, para que les procure la plenitud de su descanso, mientras contemplan su rostro, el rostro del amor y de la misericordia, en cada transubstanciación, presencia real de Cristo vivo en la Eucaristía».

¡Muéstrate Madre, María!