57. UNIDOS EN UN MISMO ESPÍRITU – UNIDOS CON CRISTO
EVANGELIO DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA VII DEL TIEMPO ORDINARIO
El que no está contra nosotros, está a nuestro favor.
+ Del santo Evangelio según san Marcos: 9, 38-40
En aquel tiempo, Juan le dijo a Jesús: “Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos”. Pero Jesús le respondió: “No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor”.
Palabra del Señor.
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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: es una pena, pero a veces nos encontramos con personas que piensan que el bien, si no lo hacen ellos, no es bien.
Esa tentación la tuvieron también tus discípulos, pero tú los estabas formando, y les hablabas claro. ¿Cómo iba a estar mal expulsar demonios en tu nombre por no ser uno de tus discípulos? Ellos debían reconocer que el que actuaba eras tú mismo, a través de esas otras personas. No debían ponerse celosos de que tú también les compartieras a ellos ese poder.
Tú eres el Buen Pastor, y buscas constantemente a todas tus ovejas, incluyendo a las que son de otro redil. Convenía que tus Apóstoles fueran personas de mentalidad abierta, dispuestos a dejar actuar al Espíritu Santo, que sopla donde quiere y como quiere. No debemos “enjaular” al Espíritu de la verdad.
Qué importante es arrojar demonios, porque causan desunión. Y qué importante es cuidar la unidad entre todos los que pertenecemos a tu Iglesia. Unidad en la diversidad, porque somos todos tan distintos, pero debemos tener un solo corazón y una sola alma.
Señor, ¿cómo quieres que yo ponga en práctica ese espíritu de mentalidad abierta, para dejar actuar al Espíritu Santo, y respetar y mantener la unidad con todos?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
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«Sacerdotes míos: yo soy el Buen Pastor y conozco a mi rebaño.
Yo busco a mis ovejas perdidas para encontrarlas y traerlas conmigo.
Yo busco a mis ovejas heridas para curarlas, para que caminen conmigo.
Yo busco a mis ovejas hambrientas para darles mi alimento.
Yo busco a mis ovejas sedientas para darles de beber.
Yo busco a mis ovejas para protegerlas; para que sean ovejas de mi rebaño y pastores de mi pueblo; para que recojan sus frutos y los entreguen como ofrenda a Dios, por medio de las manos Inmaculadas de mi Madre.
Ella es Madre de gracia y de misericordia, y ella los mantendrá en el camino. Acompañen a mi Madre, para que sean luz para los que están perdidos, y perfume para los que se mantienen en mi camino.
Pastores míos, ovejas de mi rebaño: no tengan miedo, yo estoy con ustedes.
Los que están perdidos, déjense encontrar.
Los que están heridos, déjense sanar.
Los que están enfermos, déjense curar.
Los que están lejos, dejen que me acerque.
Los que están sucios, déjense limpiar.
Los que están limpios, déjense pulir.
Los que están cerca, manténganse en el camino.
Los que están conmigo recuperen lo que está perdido.
Y lleven ofrendas a Dios, y continúen su misión todos los días.
Porque yo los he llamado para seguirme.
Y los he ungido para que reciban al Espíritu Santo.
Y los he enviado para buscar y encontrar,
para sembrar y cosechar,
para predicar y alimentar,
para sanar y perdonar,
para construir y edificar,
para conseguir almas para la gloria de Dios.
Y les he dejado el camino trazado.
Y les he dado a mi Madre, para que nunca se pierdan, y a mis ángeles y a mis santos, para que los ayuden.
Sacerdotes: sean pastores, y busquen a todos aquellos que no están contra mí, y recíbanlos, y denles de beber, y háganse ofrenda con ellos. Yo les aseguro que no quedarán sin recompensa.
Y luego vayan y busquen a los que están contra mí, para transformarlos, para conseguirlos. Entren en las casas, lleven el saludo de paz. Pero si no los reciben, salgan de esa casa, y la paz regresará con ustedes, y limpien el polvo de sus pies en señal de reprobación, y lleven la paz a otra casa.
Pero no vayan solos. Manténganse en la unidad entre pastores, y unidos alaben al Señor en un mismo canto, en una misma alabanza, siendo parte conmigo, unidos por un mismo Espíritu, persiguiendo un mismo fin, porque son guerreros de un mismo ejército.
Doblen su rodilla ante un solo Rey. Yo soy Cristo, Rey de los ejércitos.
Guerreros valientes: yo los proveo con armas y armaduras, y los envío a conquistar el mundo, para la construcción del Reino de los Cielos. Yo los haré entrar por la puerta del Reino, y los haré sentarse en tronos de victoria, participando en la gloria eterna de Dios»
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Madre mía: así como las ovejas, todos nosotros somos diferentes, pero tu auxilio es para todos: para los que están lejos, para los que están cerca; para los que se portan bien, para los que se portan mal; para los que creen, para los que no creen; para los que están con Jesús, y también para los que están contra Él; porque eres Madre, y una madre nunca abandona a sus hijos, porque siempre quiere, busca y hace lo mejor para ellos.
Especialmente una madre reconcilia a los hijos. Una madre es justa, pero, ante todo, una madre es misericordiosa.
Todo el que comete pecado no está con Jesús, y el que no está con Jesús está contra Él.
Y todos los que hacen obras de caridad, y de amor, y de misericordia, no están contra Él, están con Él. Y tu auxilio es para que no estemos contra Él, sino con Él.
Ayúdanos a tus sacerdotes a expulsar demonios, para que estemos todos unidos, como un solo rebaño con un solo Pastor, sin importar de dónde vengan las ovejas.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
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«Hijos míos, sacerdotes: yo soy la Divina pastora, digna discípula de Jesús, el Buen Pastor. La voluntad de mi Hijo es que sus ovejas sean reunidas en un solo rebaño y con un solo Pastor. Él es el único Pastor.
Mi deseo es cumplir los deseos de mi Señor. Un solo rebaño quiere decir que todos los miembros de ese rebaño caminan con un mismo fin, hacia un mismo lugar, en un solo camino, guiados por un mismo espíritu de unidad.
Qué más da de cuántos lugares vengan, mientras todos tengan el mismo ideal y se unan en el único camino que su pastor les viene a enseñar.
Miren mi rebaño, no hay una sola oveja igual a otra:
algunas ovejas son guías de otras;
algunas son madres;
algunas son tan pequeñas que no pueden caminar al mismo ritmo que las demás;
algunas son fuertes, otras son débiles;
algunas son lentas y otras son ágiles.
Qué más da, si todas siguen la voz de su Pastor por igual.
Y si el Pastor ha decidido llevar a una oveja entre sus brazos porque es muy pequeña, y la ha elegido para enseñarla a caminar, ¿qué importa a los demás?
Eso es lo que mi Hijo hizo con Juan. Así se explica lo que está escrito en el Evangelio cuando se lo dijo a Pedro.
Hijos míos: nadie puede prohibirles obrar el bien y expulsar demonios, porque eso está a favor de mi Hijo y a la medida de la fe de ustedes, para que quede de manifiesto que el poder viene de Él.
Esta es la construcción del Reino de Dios.
Ustedes, mis sacerdotes, han sido llamados como guerreros en esta que es la lucha para ganar almas para el Reino de los Cielos.
Los ángeles y los santos intervienen con su ayuda y su protección.
Los demonios luchan para hacer caer a las almas para que no sean parte.
Ustedes tienen el poder para expulsar a los demonios, para conquistar a las almas, para transformar corazones, para edificar el Reino para la gloria de Dios.
Pero deben entregarse totalmente al Dios de los ejércitos, para ser parte con Él.
Acompáñenme, hijos míos, y oremos, para que cuando el Rey venga, el Reino esté completo, y todas las almas sean parte de una gran nación, de un solo pueblo, el pueblo santo de Dios.
Oren por todos los sacerdotes, para que estén listos y entregados, porque nadie sabe ni el día ni la hora.
Entréguense ustedes en cada Eucaristía, en la que dicen sí, en la que, al entregarse, participan, y construyen, y se unen, y se hacen parte del cuerpo de Cristo, del gran Templo de Dios, del Reino de los Cielos, del pueblo que brota de las heridas y se hace santo por la Sangre y por la Carne del sacrificio del Cordero».
¡Muéstrate Madre, María!