PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – BURRITOS DE JESÚS
«El Señor lo necesita».
Eso dijo Jesús.
Y lo dijo refiriéndose al burrito, hijo de animal de yugo.
Y lo dijo refiriéndose a ti, sacerdote, hijo predilecto de Dios.
Tu Señor te ha llamado, sacerdote. Y te ha elegido de entre muchos, porque es a ti a quien Él necesita.
Y tú, sacerdote, ¿acudirás con prontitud a servirlo?
¿Le prestarás tus espaldas para llevar su carga?
Ten confianza, sacerdote, porque Él también ha dicho que su yugo es suave y su carga ligera.
Alégrate, sacerdote, porque tu Señor te necesita para cumplir su misión.
Alégrate, sacerdote, porque Dios te ha llamado para ser el siervo de su Hijo amado. Pero Él no te llama siervo, te llama amigo, porque quiere compartir absolutamente todo contigo.
También su gloria.
Alégrate, sacerdote, porque eres tú quien lo lleva para entregarlo al mundo.
Él ha querido darte a ti ese poder, esa alegría, esa satisfacción, ese gozo, esa confianza de abandonarse en la seguridad de tus manos, con la esperanza de ser elevado, para ser alabado por todos los hombres del mundo, para atraerlos a Él, para que sea glorificado el Hijo del hombre, y Dios sea glorificado en Él.
Alégrate, sacerdote, porque nuestro Señor te ha llamado desde un principio, para compartir contigo su pasión, su muerte y su resurrección, para que nunca te gloríes si no es en la cruz de tu Señor Jesucristo, por la cual el mundo es un crucificado para ti y tú eres un crucificado para el mundo.
Alégrate, sacerdote, porque en tu cuerpo llevas las señales de la cruz de tu Señor.
Persevera, sacerdote, entregando tu vida al pie de esa cruz, acompañado de la Madre de Jesús, para que nunca lo niegues. Ella te da la fuerza para resistir, y te sostiene en la lucha, mientras vences la tentación que te aleja del cumplimiento de tu misión, para que el Espíritu Santo, que siempre está con ella, esté contigo, y seas fortalecido y puedas decir: “he cumplido” cuando todo esté consumado.
Alégrate, sacerdote, y acude al llamado de tu Señor, que te necesita, para morir al mundo con Él, pero que, con Él, también te resucita, para que lleves su luz a todos los rincones del mundo, a través de su Palabra.
Para que alimentes a su pueblo con el pan vivo bajado del cielo.
Para que lleves su perdón a cada corazón contrito y humillado, que Él no desprecia.
Para que lleves el agua de la vida y la fe, a través del sacramento del Bautismo y de la Confirmación, llevando a todos los hombres la salvación, aplicando a cada uno el beneficio de su único y eterno sacrificio.
Es así, sacerdote, como todo será consumado.
Es para eso que te necesita, es para eso que te llama, es para eso que te envía.
Pero de ti, necesita, sacerdote, las cualidades de un burrito de carga, para ser trono del Rey que lo lleve victorioso, en entrada triunfal, para ser bendecido, alabado y glorificado en el altar, para que el pueblo entero exclame: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!”, y exulte tu alma: ¡VIVA CRISTO REY!