14/09/2024

Mt 22, 1-14

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – SER JUSTOS

«No he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores» (Mc 2, 17)

Eso dice Jesús.

Y Jesús siempre dice la verdad.

Y también dice que vino a buscar a los pecadores para hacerlos justos, porque justos son los que entrarán al Reino de los Cielos.

Solo los justos verán a Dios.

Hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión.

Pero esos noventa y nueve justos son los que Jesús usa como instrumento para atraer y convertir al pecador.

Los justos son necesarios para convertir a los pecadores, pero el único justo es Cristo, y es a través de Él que los hombres se santifican, porque Él es el que los justifica a todos.

La alegría de Jesús son sus sacerdotes justos, los que cumplen su Palabra porque la escuchan, y con esa Palabra sirven y glorifican a Dios.

Esa es la alegría del cielo.

Cuando un sacerdote verdaderamente se configura con Cristo, porque entrega su voluntad a la voluntad del Padre, y se decide a cumplir esa voluntad haciendo lo que Dios le manda, ese sacerdote lleva consigo a muchas almas; y si por cada pecador hubiera noventa y nueve justos, el cielo se llenaría de gloria, porque cada justo glorifica a Dios.

A eso estás llamado tú, sacerdote, desde el día de tu ordenación: a ser y a permanecer justo, santo.

Para que el mundo conozca la belleza de Dios a través de los que Él mismo eligió para conducir a todos los pecadores al cielo.

Jesús es un incomprendido, porque los hombres no comprenden su Palabra, porque los sacerdotes, que son a los que les ha dicho todo lo que Él ha oído de su Padre, no han terminado de entender: los sacerdotes deben ser los noventa y nueve justos buscando a cada pecador.

Jesús debería poder decir: “dejo a los noventa y nueve para ir a buscar al que se me perdió”, y sin embargo, no puede hacer eso, porque tiene que buscar a los noventa y nueve.

Si hubiera uno dispuesto, totalmente entregado en ese uno, Jesús le encargaría su rebaño.

¿Dónde están? ¿Dónde están los pastores? ¿Dónde están los justos?

Él te escogió de entre muchos, y tú dijiste sí.

Pero muchos han perdido su confianza, y no puede dejarlos solos. Dios es fiel y no puede contradecirse a sí mismo. Jesús los necesita a todos, y los necesita justos.

Por eso quiere renovar sus almas, que vuelvan al amor primero, que vuelvan a ser sacerdotes, verdaderos sacerdotes.

Que no tengan que ser encontrados, que no tengan que ser buscados.

Por eso quiere reunirlos con su Madre, para que el Espíritu Santo les recuerde todas las cosas.

Y tú, sacerdote, ¿recuerdas que naciste para ser santo?

¿Recuerdas qué el Señor ya te conocía desde que estabas en el seno materno, y que te llamó por tu nombre?

Tú eres uno de los primeros invitados.

¿Sabes que tienes una silla de honor en la mesa del banquete del Cordero de Dios?

¿Ya olvidaste para qué fuiste llamado?

Tú fuiste llamado para atraer a los demás invitados. No te quedes fuera.

¿Cómo será la fiesta del Señor si no hay justos, si no hay invitados?

Pero la fiesta y el banquete están preparados. Por eso dice: por un solo pecador que se convierta habrá fiesta en el cielo.

Muchos están siendo engañados, están siendo tentados, están siendo vencidos por su propio orgullo.

Están ciegos y no se dan cuenta de que el que los tienta, el que los convence, ya ha sido vencido, no hay nada, es una vana ilusión lo que les ofrece.

El verdadero camino, la verdad y la vida es Cristo, y a Él se llega a través de las manos de María, porque a sus pies está destruido el que los tienta, el que los convence, el que con mentiras destruye la alegría del justo.

Jesús llama a la conversión.

Jesús llama a cada corazón a hacer conciencia y a darse cuenta de que justos ya son, porque Él con su muerte y con su resurrección los ha justificado a todos, y esa es la verdad a lo que todos están llamados a participar, para gozar de la alegría del cielo en el banquete eterno, en el cual la silla de cada uno aún está vacía y esperando.