PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – ILUMINAR AL MUNDO
«Cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa».
Eso dijo Jesús.
Se lo dijo a sus discípulos, y te lo dice a ti, sacerdote, porque tú eres la luz del mundo.
Tu Señor te llamó, te eligió, y encendió tu corazón con la luz del amor del Espíritu Santo, por lo que dijiste sí, y lo dejaste todo para tomar tu cruz y seguirlo.
Tu Señor te ha iluminado con la luz de la verdad, y te ha enviado al mundo para que tú des testimonio de esa verdad, con tu vida, con tus obras, con tu amor, y te ha nombrado administrador de su misericordia, para que llegue a todos los rincones del mundo.
Tú eres, sacerdote, luz del mundo y sal de la tierra, por su misericordia.
Tu Señor te ha enviado a predicar su Palabra, como testigo de su amor por los hombres, y de que fue enviado al mundo para que todos los hombres crean y se salven.
Persevera, sacerdote, en tu predicación, pidiéndole al Espíritu Santo que llegue a las almas a través de ti, con efusión, iluminando las conciencias y encendiendo los corazones, para que se conviertan y crean en que tu Señor Jesucristo es el único Hijo de Dios, que ha venido al mundo para salvarlos, porque todo el que crea en Él no morirá, sino que tendrá vida eterna.
Disipa las tinieblas del mundo con tu luz, sacerdote. Tú tienes ese poder, solo tienes que creer y poner tu fe por obra.
Tu Señor se ha fijado en ti, sacerdote, y te ha puesto al frente de su rebaño para hacer sus obras.
Déjate guiar con docilidad, siguiendo las mociones del Espíritu Santo, para que seas un instrumento fidelísimo de Dios, poniendo a su servicio todos tus talentos, porque de eso te pedirá cuentas.
Y tú, sacerdote, ¿participas activamente en el plan de Dios, construyendo sus obras?
¿Le entregas tu voluntad?
¿Le ayudas o le estorbas?
¿Le sirves como vehículo, o estás siendo un obstáculo para que brille su luz?
¿Iluminas a todos los de tu casa?
Tú has sido consagrado y fortalecido en Cristo, sacerdote, para que puedas ser en todo momento un sí como Él, para que sales la tierra e ilumines el mundo con su esencia.
Reconócete, sacerdote, ante los hombres, con la misión que tu Señor te ha encomendado, y para lo que has sido enviado: ¿brillas, o has apagado tu luz?
¿Salas la tierra, o te has vuelto insípido?
¿Disipas las tinieblas y le das sabor al mundo, predicando con alegría la palabra de tu Señor y la verdad que te ha sido revelada?
¡Brilla, sacerdote!, ¡ilumina el mundo con tu luz! Pero Dios te libre de gloriarte sino en la cruz de tu Señor, por la cual el mundo es para ti un crucificado, y tú un crucificado para el mundo, un pobre siervo fiel, que solo hizo lo que tenía que hacer.