14/09/2024

Mt 5, 27-32

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – DESPOSADOS CON LA IGLESIA

«Si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, arráncatelo y tíralo lejos, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo, y no que todo él sea arrojado al lugar del castigo».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, y lo mismo dice de tu mano derecha. Y es una advertencia, porque tu Señor a los que ama los corrige.

Tu Señor te advierte, sacerdote, para que no caigas en tentación, porque Él sabe que la carne es débil. Y te ayuda advirtiéndote que no te pongas en ocasión de pecado y no consientas las circunstancias de peligro, porque eso es tentar a Dios, que te da la gracia, pero respeta la libertad de tu voluntad, y la voluntad del hombre es débil.

Tú no tienes un sumo sacerdote que no te comprenda, porque Él ha sido probado en todo igual que tú, menos en el pecado, porque su voluntad ha sido fortalecida en la virtud, y esa voluntad es la que ha destruido tu esclavitud.

Tu Señor es tu maestro, sacerdote. Aprende de Él y sigue su ejemplo.

Tu Señor es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, y que se desposa con la Santa Iglesia para unirla íntimamente a Él, en un solo cuerpo, del cual Él es cabeza.

Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero. Estas son palabras verdaderas de Dios. Y tú, sacerdote, debes traer a los invitados y engalanar a la novia, para hacerla digna, santa y pura, y de participar directamente, porque tú no eres solo un invitado, sino que eres el Cordero mismo, con quien estás configurado.

Contempla el misterio del Orden sacerdotal, y acepta tan grande verdad. Tú has sido ungido, y has sido desposado con la Santa Iglesia Católica para darle salud y vida, por la misericordia de tu Señor, y amarla y respetarla todos los días de tu vida, y en la eternidad.

Por tanto, sacerdote, tú te santificas con ella, y con ella formas una sola familia: la gran familia de Dios.

Es muy grande, sacerdote, tu misión. Pero Dios te da la gracia, y te muestra el camino. El camino es tu Señor Jesucristo, camino de fe, de esperanza y de amor, de fidelidad en la alegría y en el dolor, de confianza –aunque los vientos sean fuertes, y las tormentas una amenaza–, de paz –aunque la lucha sea constante–, de cruz, a través de la cual brilla la luz para el mundo.

Y tú, sacerdote, ¿engalanas a la novia?, ¿o eres motivo de escándalo?

¿Te mantienes fiel a tus promesas, dando un buen ejemplo?, ¿o has faltado a tu esposa ensuciando su vestido?

¿La amas? ¿La defiendes? ¿La sirves? ¿La atiendes? ¿La provees? ¿La purificas? ¿La santificas? ¿La dignificas?

¿Glorificas a Dios?

¿Consumas tu matrimonio en una entrega de amor total, amando hasta el extremo, entregándole tu vida?

Sacerdote, participa con tu Señor en el misterio de la salvación, entregando tu voluntad a tu Señor, uniendo tu vida al sacrificio único y eterno de tu Señor en un santo ministerio.

Pídele a tu Señor que fortalezca tu voluntad, para rectificar el camino, para alejarte de toda tentación y de toda ocasión de pecado, y para resistir a todo en lo que seas probado.

Abre tu corazón, sacerdote, y recibe el amor de tu Señor. Déjate llenar por Él para que tengas sus mismos sentimientos, y pon a su disposición tus ojos y tus manos para cumplir bien con tu misión, participando de su obra redentora, sirviendo a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida.