PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – EL PODER QUE NOS DA CRISTO
«¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios?»
Eso le gritan los demonios a Jesús.
Y lo dicen las Escrituras, para que conste que hasta los demonios creen en Él, lo reconocen y lo obedecen. Y no hay miedo más grande que el que ellos mismos manifiestan tener a Dios, porque conocen su poder, y saben que ante Él nada pueden hacer.
Y tú, sacerdote, ¿crees en el poder de tu Señor?
¿Estás a su disposición para hacer lo que te mande? ¿Lo obedeces?
¿Cumples bien con la misión que Él te ha encomendado, reconociendo y usando bien el poder que Él te ha dado?
Tu Señor te ha enviado a bautizar a su pueblo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; a predicar su Palabra; a expulsar demonios; a perdonar los pecados, y a llevar su paz a todos los rincones de la tierra, derramando en el mundo su misericordia, a través de tu fe puesta en obras, impartiendo ese poder en cada sacramento.
Y tú, sacerdote, ¿confiesas en tus obras tu fe?
¿Crees que hay un solo Dios Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible, que es un solo Dios en tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo?
¿Confiesas tu fe, manifestada en tu sacerdocio ministerial, por el cual Dios te otorga todo el poder, para que lo que ates en la tierra quede atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quede desatado en el cielo?
¿Confiesas tu fe expulsando demonios, para liberar a las almas que han quedado presas por el pecado, para rescatarlas de las garras del maligno, y llevarlas de vuelta al abrazo misericordioso del Padre? ¿O tienes miedo de los demonios, porque no confías en el poder del Hijo, que te ha otorgado el Padre?
¿Acaso no crees en el poder que tienen tus manos para transformar el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo?
¿Acaso no crees en el poder con el que bajas cada día el pan vivo del cielo?
¿Acaso no crees que, si por ese poder puedes tener a Dios, uno y trino, elevado entre tus manos, y ante quien toda rodilla se dobla en los cielos, en la tierra y en los abismos al pronunciar su Nombre, también tienes el poder de expulsar a los demonios miserables, que por Él ya han sido condenados al exilio y a la destrucción, y el pueblo de Dios liberado de esos demonios y de su esclavitud, por su preciosa sangre derramada en la crucifixión, por su muerte, y por su resurrección?
Si aún no crees en tu poder, sacerdote, y sientes que se debilita tu fe, y no puedes permanecer firme ante los demonios, y ante sus tentaciones, y te sientes amenazado y frustrado porque no puedes creer que a ti también te obedecen, acude a la protección de la Madre de tu Señor, porque ella lleva al Hijo de Dios en su vientre, y con todo su poder pisa la cabeza de la serpiente, mientras ella intenta morder su talón, pero a quien no puede hacer ningún daño.
Ella es la Reina de los cielos y de la tierra. Ella es Hija del Padre, Esposa del Espíritu Santo, Madre del Hijo de Dios, Madre de la Iglesia, y Madre tuya. Su nombre es María. Ella es el camino seguro por el que siempre se va y se vuelve a Jesús. Los demonios huyen ante el poder de su nombre y ante el poder de la cruz.