14/09/2024

Mt 11, 28-30

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – DEJARSE AYUDAR

«Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso».

Eso dice Jesús.

Él es tu Maestro, sacerdote, y quiere enseñarte a aligerar tu carga, porque te comprende.

Tu Señor te ha enviado no a llevar tu carga, sino tu cruz, y que camines no atado a las cadenas del mundo, sino bajo la suavidad de su yugo; no bajo la opresión de los hombres, sino en la libertad de tu voluntad, unida a la voluntad del Padre, para que lo sigas, para que lo alcances, y te haga descansar de tus fatigas, porque su yugo es suave y su carga ligera.

Por tanto, sacerdote, necesitas humildad, para dejarte guiar, para dejarte ayudar. Y la mansedumbre del cordero, que se deja conducir con docilidad por su Pastor hacia fuentes tranquilas, para reparar sus fuerzas.

Tu Señor es tu Pastor, sacerdote. Confía en Él, porque Él da la vida por sus ovejas. Aprende de Él, porque Él conoce a sus ovejas y sus ovejas lo conocen a Él. Él las llama por su nombre y ellas lo siguen. Él les da la vida eterna, y no perecerán jamás. Nadie las arrebatará de su mano.

Escúchalo y síguelo, sacerdote: tú eres parte de su rebaño.

Tu Señor te ha enviado como cordero en medio de lobos, para que seas pastor. Aprende de tu Maestro, y libra a tu rebaño de la opresión. Invita a tus ovejas a tomar el yugo de tu Señor, y no les des cargas pesadas, sino ligeras. Sé compasivo y misericordioso, y enséñalas a seguirte, para que aprendan de ti, y se dejen conducir por su propia voluntad a la verdadera libertad, que es el conocimiento de la verdad, que las libera de las cadenas del mundo y les concede la paz.

Y tú, sacerdote, ¿estás cansado?

¿Tu carga es pesada?

¿Estás atado al mundo por las cadenas del orgullo que te frustran y te debilitan?

¿Pretendes seguir caminando con tus propias fuerzas?

¿Asumes la responsabilidad de tu rebaño, y cargas sobre tus espaldas todos sus problemas?

¿Pretendes ganar el mundo tú solo, y no te das cuenta de que puedes perderte a ti mismo?

¿Estás cansado de tu trabajo, porque estás envuelto en el vicio del activismo?

¿Cierras tus ojos para no ver, y tus oídos para no escuchar, creyendo que lo sabes todo, que no necesitas nada, y no te dejas ayudar, pero en realidad no crees en tu poder, porque ni un demonio puedes expulsar?

¿Hasta cuándo te va a soportar tu Señor? ¿Hasta cuándo?

De ti, sacerdote, se requiere humildad, porque el que no reconoce que está cansado, ¿cómo podrá descansar?

El que no quiere ver que su carga es pesada, ¿cómo podrá aligerarla?

El que cierra los ojos a lo invisible, y pretende que lo visible sea su única realidad, ¿cómo podrá alcanzar la libertad?

Y el que se resiste a ser conducido por el camino de la verdad, ¿a dónde va?, ¿a dónde quiere llegar? ¿Conoce la meta?, ¿la podrá alcanzar?

Acude, sacerdote a la oración y al encuentro de tu Señor en medio de tus trabajos y de las fatigas de todos los días, y entrégale tu corazón cansado, contrito y humillado, para que sea renovado en el amor, y configurado en la humildad y en la mansedumbre de su Corazón Sagrado, que ha sido ya tan lastimado por las cargas de tus errores y tus pecados, y que merece de ti ser amado para ser reparado por el amor del amigo que nunca lo abandona, su más pequeño, su más amado.