PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – ENCONTRAR EL TESORO ESCONDIDO
«El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo».
Eso dice Jesús.
Y te muestra el tesoro, y te da el campo, sacerdote, para que conserves el tesoro.
El campo que te da tu Señor tiene un precio, sacerdote. El precio es que lo dejes todo para quedarte con el tesoro: que dejes casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos, o tierras, por su nombre.
El tesoro es el ciento por uno en esta vida, y la vida eterna.
El tesoro es un amigo: es Cristo vivo, presente en el santísimo sacramento del altar, en un encuentro cotidiano contigo.
Y tú, sacerdote, ¿has encontrado el tesoro?
¿Has dejado todo para conservar el campo, y hacer tuyo el tesoro?
¿Has descubierto en ese tesoro tu vocación?
¿Has escuchado el llamado y has dicho sí, siguiendo a los deseos de tu corazón?
¿En dónde está tu corazón, sacerdote?
¿En dónde amontonas tus tesoros?
Ten cuidado, sacerdote, porque en donde estén tus tesoros, ahí estará también tu corazón.
Tu Señor te ha llamado y te ha invitado a caminar en medio del mundo con los pies en la tierra, pero con el corazón en el cielo. Pero, para eso, se necesita visión sobrenatural, que se consigue a través de la humildad de quien es fiel a la verdad, por la que vale la pena privarse de todo y correr la carrera de la vida, de manera que consigas el premio incorruptible de la vida eterna.
Persevera, sacerdote, en el camino, mostrando en tu debilidad la fortaleza del Amigo fiel que nunca abandona.
Mostrando en tu ignorancia la sabiduría del Amigo que te enseña, que te aconseja, que te acompaña, y que nunca traiciona.
Mostrando en tu pequeñez la grandeza del Amigo que es todopoderoso, y siempre está contigo.
Mostrando en tu miseria la misericordia del Amigo que ha dado su vida por ti, y ha resucitado, y se ha quedado contigo para darte vida.
Mostrando en tu pobreza la riqueza del tesoro que has encontrado: es tu Amo, es tu Señor, es tu Hermano, es tu Dios, y es tu Amigo.
Mostrando al mundo el tesoro que has encontrado, sacerdote, dejándote encontrar, porque tú mismo eres un tesoro para el mundo.
El tesoro de Dios brilla en ti, en la persona de Cristo.
Persevera, sacerdote, en la carrera, porque el premio vale la pena. Guarda con celo el tesoro que has encontrado, y que el celo por la casa de tu Padre te devore, de manera que defiendas con tu vida el tesoro que es causa de tu alegría.
Y si un día tus ojos se cegaran por la tribulación, los problemas, la persecución, la incomprensión, la calumnia, la injusticia, la tentación de abandonar tu misión, porque la prueba de fe es grande, tómate fuerte de la mano de Santa María, que es tu Madre, y es tu guía, es el camino seguro por el que se va y se vuelve a encontrar el tesoro escondido, porque es Ella quien ha mostrado el tesoro de Dios al mundo: la humanidad de Cristo, que por Ella se ha revelado.