14/09/2024

Mt 14, 22-33

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – LA MANO DE DIOS QUE SOSTIENE Y SALVA

«Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»

Eso le dijo Jesús a Pedro, y te lo dice a ti también, sacerdote, y te manda ir a Él en medio de la oscuridad, de los vientos fuertes, y del mar embravecido, caminando sobre el agua, porque quiere que tu única seguridad sea Él.

Tu Señor te reta, sacerdote, y pone a prueba tu fe, pidiéndote confianza a la fidelidad de su amistad, porque Él no te ha llamado siervo, te ha llamado amigo, y te lo quiere demostrar.

Tu Señor te llama, sacerdote. Escúchalo y obedécelo, sin poner en duda ni una sola de sus palabras, porque sería dudar de su poder, de su autoridad y de su veracidad. Él es Dios todopoderoso, y Él es la verdad.

Tu Señor es misericordioso y nunca te dejará de su mano. Confía en Él, sacerdote, ve a Él, camina hacia Él. Él es el camino. ¡Anda!, sigue caminando, y demuéstrale con tus obras tu fe.

Tu Señor sale a tu encuentro, sacerdote, en la calma, en la tempestad, en cualquier momento, en cualquier lugar. Permanece atento para que lo veas, para que lo reconozcas, para que sepas que es Cristo que pasa, y lo invites a entrar en tu casa, porque Él está a la puerta y llama.

Y tú, sacerdote, ¿eres hombre de fe?

¿Estás dispuesto a seguir a tu Señor, aunque las condiciones sean adversas, y mantenerte firme en la fe, convencido de que ahí está tu Señor contigo, para salvarte?

¿Confías totalmente en el amigo que ha dado la vida por ti, porque te has dado cuenta de que nadie tiene un amor más grande?

¿Tienes el valor de dar la vida por tu Señor, y estás dispuesto a cargar tu cruz ante la incredulidad de los demás, ante sus miedos, y por encima de las tentaciones que debilitan tu fe, que te hacen dudar y que ponen en riesgo tu vida?

¿Estás dispuesto a dejarlo todo y a darlo todo por Cristo Rey, cumpliendo su Palabra, porque estás convencido de que su ley es tu ley?

¿Eres frío o caliente? ¿O acaso te has vuelto tibio por miedo a la gente?

¿Estás con Cristo, o estás contra Él?

No seas incrédulo, sacerdote, sino creyente. No dudes, sino cree.

Y si un día tuvieras miedo, y perdieras la confianza, nunca pierdas la esperanza de que tu Señor tiene su mano extendida hacia ti, para rescatarte, para salvarte, y quiere mostrarte su amor y su amistad, aun en medio de la tormenta y de la oscuridad, porque se compadece de tu debilidad.

Y si te preocupara causarle a tu Señor el dolor de tu desconfianza, de tu inseguridad, de tu duda, de tus miedos, de tu tentación, de tu pecado, de tu infidelidad, de tu indignidad, y de tu incredulidad, tómate de la mano de su Madre, y camina confiado en la seguridad de la protección de su manto y de su amor maternal, porque ella viene en tu auxilio, y como faro te trae la luz y te muestra el camino, porque ella siempre te lleva a Jesús.

Tu Señor es el Hijo de Dios, sacerdote, y tú has sido llamado para ser configurado con Él, y te da sus mismos sentimientos, y te da su poder, para que tú extiendas tu mano, y fortalezcas la fe de aquellos que tienen miedo, y que no lo pueden ver, de los que se hunden en medio de las aguas turbulentas del mundo, pero que gritan con todas sus fuerzas: ¡sálvame, Señor! Porque no han perdido la esperanza.

Extiende tu brazo, sacerdote, porque tú eres para el mundo la mano de Dios que sostiene y que salva.