PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – ALIMENTAR HASTA SACIAR
«Todos comieron hasta saciarse».
Eso dice la Palabra de Dios.
Y te lo dice a ti, sacerdote, porque el pueblo tiene hambre.
Tu Señor te envía a alimentarlos hasta saciarlos.
Tu Señor es el alimento de vida. El único alimento que salva y que sacia, que perdona y que da gracia, que es eterno y nunca se acaba.
Tú eres, sacerdote, el instrumento para compartir el alimento. Pero tu Señor quiere también la generosidad de su pueblo, y te pide que recojas con Él el fruto del trabajo de los hombres, y lo transformes en ofrenda, para que con Él y contigo sean uno, como el Padre y Él son uno, transubstanciando la ofrenda en su Carne y en su Sangre.
Tu Señor ha querido necesitar de ti, sacerdote, para hacerse presente, para alimentar a la gente, para guiarlos y para salvarlos, porque son como ovejas, que sin pastor se pierden.
Tu Señor te pide que llames a las ovejas de su rebaño, que las reúnas y no las disperses, que las mantengas unidas y las alimentes. No le digas que solo eres un muchacho, porque a donde quiera que Él te envíe irás, y lo que quiera que tú digas dirás, porque Él ya sabe que eres solo un muchacho, pero Él te ha dado siete panes y unos cuantos pescados.
Tu Señor te envía, sacerdote, y te dice: ‘no tengas miedo, que contigo estoy para salvarte’. Mira que ha puesto sus palabras en tu boca, y no podrás equivocarte.
Tu Señor te da autoridad sobre las gentes y sobre los reinos, para destruir y derrocar, para reconstruir y para plantar. Él es velador de su propia Palabra, para cumplirla, y te convierte en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda la tierra, porque te harán la guerra, pero no podrán contigo, pues contigo está tu Señor para salvarte.
Y tú, sacerdote, ¿crees esto?
¿Le das a tu Señor todo lo que tienes, y abandonas tu voluntad en su voluntad, para que haga contigo lo que Él quiere?
¿Confías en el poder de tu Señor y en sus milagros?
¿Aceptas que Él ponga ese poder entre tus manos?
¿Tienes el corazón dispuesto para acoger a su pueblo?
¿Mantienes reunido a su rebaño, o caminan como ovejas sin pastor, porque tú te has ido, porque te has cansado y lo has abandonado?
¿Los alimentas, o tienen hambre?
¿Tienen un pastor valiente, o tan solo ven en ti un muchacho cobarde?
Reflexiona, sacerdote, en la compasión de tu Señor, y pídele que te dé sus mismos sentimientos, que te llene de valor para asistir las necesidades de su pueblo, y entrégate en sus manos para ser usado como instrumento de amor, al ser configurado con Cristo Buen Pastor, y el medio para que Él haga llegar su misericordia a su pueblo.
Dispón tu corazón, sacerdote, y participa con tu Señor en su sacrificio redentor, que es un diario milagro en el altar, para alimentar, para salvar, para compartir y multiplicar la gracia obtenida por tu ofrenda, que se derrama sobre el mundo entero, y aun así sobra, porque Dios no se deja ganar en generosidad.