PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – EL MAYOR TESORO
«Hijo, ahí tienes a tu Madre» (Jn 19, 27).
Eso te dice Jesús, sacerdote.
Eso te dice a ti, que estás con Él, al pie de la cruz.
A ti, que te ha llamado, que te ha elegido y que te ha pedido dejarlo todo para seguirlo.
A ti, que has renunciado a la vida del mundo para vivir la vida de Cristo, para entregar tu vida a su servicio llevando almas al Cielo.
A ti, que has creído en Él, y te has enamorado del amor, que es Él.
A ti, que te has despojado de ti mismo, y has tomado tu propia cruz y lo has seguido.
A ti, que has rechazado tantas veces la tentación de entregarte al mundo y sus placeres.
A ti, que escuchas su Palabra y la pones en práctica, y la proclamas, y la enseñas, y la aplicas a tu vida, meditándola en tu corazón, llevándola todos los días a tu oración, y la haces tuya, y te lleva al encuentro con tu Señor.
A ti, que vives la fidelidad y permaneces en su amistad, y nunca lo abandonas.
A ti, que amas a Dios por sobre todas las cosas y manifiestas ese amor a través de las personas, amándolos como Él los amó, sirviéndolos como Él los sirvió, enseñándolos como Él lo hizo, cuando vio que caminaban como ovejas sin pastor, y sintió una profunda compasión.
A ti, que los guías en el camino que los conduce a la puerta de la salvación.
A ti, que reúnes a su pueblo en un solo rebaño y con un solo Pastor.
A ti, que has dejado casa, padre, madre, hermanos, hermanas, hijos, tierras, para servir a tu Señor, y para llevar al mundo su Palabra.
A ti, que lo has entregado todo, que sufres con paciencia, que sirves con alegría vaciándote de ti, para que sea Cristo quien viva en ti.
A ti, que te ha hecho el último, que pareciera que te ha dejado solo con una carga muy grande sobre tus hombros, y una gran responsabilidad, y que te ha enviado a caminar en medio del mundo sin ser del mundo.
A ti, que compartes sus mismos sentimientos, no te ha llamado siervo, te ha llamado amigo, y te ha dado su mayor tesoro, el mejor auxilio y la mejor compañía: te ha dado a su Madre, te ha dado a María, para que la lleves a vivir a tu casa, para que recibas sus gracias, para que te lleve siempre de su mano por camino seguro, para que te enseñe a caminar como ella enseñó a su Hijo, para que te enseñe y te ayude a ser obediente, virtuoso, casto y santo, conduciéndote al encuentro con Jesús, porque Él es el único Santo.
A ti, sacerdote, que lo has dejado todo por Él y que no tienes nada sin Él, a ti te ha dado todo el poder en tus manos, para bajar el Pan vivo bajado del Cielo, y alimentarte de Él en esta vida, y alcanzar con Él la vida eterna, para que, siendo el último, seas el primero.
A ti, sacerdote, que te has entregado al cien, confiando y abandonando tu voluntad en las manos de tu Padre que está en el Cielo, uniéndote en cada Eucaristía al sacrificio de su Hijo que es el único sacrificio agradable al Padre, adorando su Cuerpo y su Sangre, a ti Él te da el ciento por uno en esta vida, junto con persecuciones, para que nunca te gloríes si no es en la cruz de tu Señor, para que compartas en la vida eterna su Paraíso.
A ti, sacerdote, te ha pedido más que a nadie, pero a ti te ama con predilección y te ha dado más que a nadie.
A ti te ha dado primero a su Madre. Estás bajo su sombra y su resguardo. Estás bajo la protección de su manto. Ella es causa de tu alegría.
A ti, sacerdote, te ha sido revelada la verdad y te ha sido dado el poder de gobernar, de enseñar y de santificar al pueblo de Dios.
A ti, sacerdote, que lo has dejado todo para ser perfeccionado y configurado en el amor, ella te pregunta: ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?