14/09/2024

Mt 1, 1-17

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – SABER QUIÉN ES JESÚS

«¿Tanto tiempo llevo con ustedes y aún no me has conocido?» (Jn 14, 9)

Eso pregunta Jesús.

Eso te pregunta a ti, sacerdote.

Y tú, en plena conciencia, y con total humildad y honestidad, contesta.

¿Lo conoces? ¿Sabes quién es tu Señor? ¿Crees en Él?

¿Conoces al Padre que lo ha enviado? ¿Crees que Él está en el Padre y el Padre está en Él?

Y tú, sacerdote, ¿estás en Él, como Él está en el Padre? ¿Haces sus obras y aún mayores? ¿Crees que Él hará todo lo que tú le pidas en su nombre?

¿Le pides?, ¿confías?, ¿recibes? ¿Estás dispuesto a que Él haga sus obras a través de ti?

¿Por dónde caminas, sacerdote? ¿A quién sigues? ¿A quién guías? ¿A dónde vas?

Tu Señor es el Camino. Pero si tú no conoces el camino, ¿en dónde caminarás?

Tu Señor es la Verdad. ¿Conoces la verdad? Porque si no conoces la verdad, ¿cómo puedes discernir en un mundo lleno de mentira?, ¿y cómo puedes enseñar esa verdad a los demás?

La verdad te hace libre, sacerdote, y tú, ¿vives en libertad?, ¿o estás atado a los apegos, y encadenado a las miserias del mundo?

Tu Señor es la Vida. Y tú, sacerdote, ¿tienes el alma viva? ¿Te sientes vivo?, ¿o sientes que te asfixia el ambiente en el que te has sumergido? ¿Conoces la vida?

Porque, todo el que vive reconoce la diferencia entre la vida y la muerte, y escoge siempre la vida.

Pero, si tú no sabes lo que es estar vivo, ¿cómo puedes ofrecerles a otros la vida?

Cree, sacerdote, en tu Señor, que ha muerto por ti, y ha resucitado para darte vida, porque estabas perdido y Él te ha encontrado; estabas muerto, y Él te ha vuelto a la vida.

¡Respira, sacerdote! Cristo vive en ti y Él es la vida.

Cree, sacerdote, en Cristo vivo, porque si tú no crees que tu Señor ha resucitado, vana es tu fe.

Tu Señor es la Palabra, y si tú crees que tu Señor está vivo, entonces creerás que su palabra es viva y eficaz.

Practica entonces, sacerdote, lo que predicas, y vivirás, y darás vida a los demás.

Pídele, sacerdote, a tu Señor la fe que te falta para hacer sus obras, y luego hazlas.

¿Sabes pedir, sacerdote?

¿Tratas a tu Señor de amistad y con confianza?

¿Acudes a Él para hablar, y con humildad reconoces tus miserias, y le confiesas que estás necesitado de su misericordia?

¿Dispones tu corazón en la oración para recibir lo que le pides?

¿Le expones tu corazón, y compartes con Él las experiencias de cada día?

¿Lo tratas, y compartes con Él como un Amigo?

¿Lo procuras, como un Hermano?

¿Confías en Él, y lo obedeces como a un Padre?

¿Lo sirves, como a un Amo?

¿Aprendes de Él, y lo respetas como un Maestro?

¿Lo sigues como un cordero a su Pastor?

¿Lo reconoces, lo alabas y lo proclamas como Rey?

¿Lo adoras, lo veneras, y reconoces como único y verdadero Dios?

¿Te humillas ante Él, como tu Amo, Dueño y Señor?

¿Te configuras con Él, como Sumo y Eterno Sacerdote?

¿Reconoces su presencia real y substancial en la Eucaristía?

Escucha la Palabra de tu Señor, sacerdote, para que conozcas que Él es.

Y luego ve y dile cuánto lo amas, para que sepas cuánto lo conoces.