14/09/2024

Mt 5, 33-37

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – SOMETERSE A LA OBEDIENCIA

«Digan simplemente sí, cuando es sí, y no cuando es no».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, y también te dice que cualquier otra cosa que digas de más viene del maligno.

Tu Señor te advierte, sacerdote, porque el demonio es astuto, y te tienta, haciéndote creer que puedes jurar y cumplir lo que prometes, con tus propias fuerzas.

Entonces te compromete y te llenas de soberbia, pretendiendo conquistar el mundo por tu propia cuenta, y caes, y te frustras, y te entregas a la tristeza y a la soledad, alejándote de aquel a quien juraste fidelidad y amistad.

Y ¿de qué te sirve, sacerdote, ganar el mundo entero, si te pierdes a ti mismo?

Haz conciencia, sacerdote, y date cuenta de las veces que has jurado hacer esto o aquello, con tu escasa capacidad y tus pocas fuerzas, generando falsas esperanzas y seguridades, como si el mundo entero dependiera de ti. Y cuántas veces has dejado de hacer esto o aquello, por suponer que es demasiado grande para ti.

Nada puedes tú solo, sacerdote, pero todo lo puedes en aquel que te fortalece.

Por tanto, entrégale tu voluntad a tu Señor, y abandónate a sus designios, participando en su plan divino, dándole el timón de tu vida, para que sea Él quien te dirija, para que sea Él, y no tú, quien viva en ti.

Entonces dile “sí”, y haz todo lo que Él te diga, permaneciendo en vela, atento, escuchando su Palabra, y poniéndola en práctica en tu vida.

No digas mañana, sacerdote, porque el mañana puede ser que te falte, y te llene el hoy de angustia y de desesperación, de impaciencia y de frustración.

Pídele a tu Señor que te llene del don de discernimiento, para que sepas distinguir lo que está bien de lo que está mal, y pídele que fortalezca tu voluntad, para que sepas decir “sí” cuando es “sí”, y “no” cuando es “no”.

Pídele a tu Señor que te dé la docilidad, para dejarlo actuar sin estorbar.

Pídele la humildad, para aceptar tu debilidad y reconocer en ti su fortaleza.

Proclama, sacerdote, la grandeza de tu Señor, y manifiesta su voluntad y su amor a través de tus obras, haciendo la voluntad de tu Señor, llevando al mundo su misericordia.

Acepta, sacerdote, la voluntad de tu Señor, que cuando dice “sí” es “sí”, y cuando dice “no” es “no”. Y sométete a la obediencia, cumpliendo sus mandamientos con toda tu voluntad, esperando con paciencia, con fe, con esperanza y con caridad, a que pasen las tormentas, y el mar esté en calma, para que puedas ver con claridad el motivo de esa voluntad, con visión sobrenatural.

Persevera, sacerdote, en tu entrega, y defiende con firmeza tus compromisos, por los que has adquirido una gran responsabilidad, con la voluntad de servir a Dios a través del prójimo, sabiendo que tú solo no puedes, pero tu Señor te dice: “yo te ayudo”, y solo Dios basta.