PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – PADRE PROVEEDOR
«Todo obrero merece su salario».
Eso dicen las escrituras.
Y si tú, sacerdote, crees en la Palabra de Dios y trabajas para Él haciendo lo que Él te dice, ¿de qué te preocupas?
Dios es tu amo y tu Señor, pero también es tu Padre, y es bondadoso y misericordioso, pero también es justo, y a cada quien le da lo que merece.
Y tú, sacerdote, ¿qué tanto mereces?
Tú sacerdote, no eres digno de merecer nada, pero Cristo te ha merecido el cielo mismo y la vida eterna, para disfrutar con Él su paraíso.
Él ha ganado para su Padre todo lo que los hombres no han podido. Le ha ganado un pueblo santo con el precio de su sangre.
Y a ti sacerdote, te ha encomendado la misión de proveer a su pueblo de todo lo que necesitan para ganar la gloria que Él les ha merecido.
Tú eres, sacerdote, un obrero en la viña del Señor.
Tú eres un siervo de Dios, y no te ha llamado siervo, te ha llamado amigo, y te ha prometido proveerte de todo lo que necesitas para servirlo. Y, si tú crees en las palabras de tu Señor, ¿de qué te preocupas?
Él te ha hecho hijo cuando has sido bautizado en el Espíritu Santo, y luego te llamó, y te eligió para ser configurado con su Hijo Jesucristo, que es Dios en la segunda persona de la Santísima Trinidad, y Él es tu Salvador, tu Redentor, tu Hermano, tu Amigo, tu Maestro, tu Pastor, tu Modelo, tu Guía, tu Señor, el único Hijo de Dios que fue enviado al mundo para que, el que crea en Él tenga vida eterna. Y, si tú, sacerdote, crees esto, ¿de qué te preocupas?
Y Él te ha dado a su Madre para que la lleves a tu casa a vivir contigo, y la ha subido al cielo, y la ha coronado como Reina de los Cielos y la tierra para darte su protección. Y, si tú reconoces a tu Madre y te reconoces hijo, ¿de qué te preocupas?
Dios es Padre y es Madre, y como Padre es proveedor, y como Madre es protector.
Confía, sacerdote, en tu Señor, y abandónate en la seguridad de saberte su hijo amado, y hónralo, sacerdote, con tu obediencia y con el santo temor de Dios, y pídele, sacerdote, lo que quieras, que Él como un buen Padre y una buena Madre te dará lo que necesitas, y entrégale, sacerdote, tus ofrendas, agradeciéndole su Divina Providencia, y no te preocupes de nada, vive en paz, sabiendo que todo tu trabajo y tu sacrificio Él te lo premiará.
Pero cuidado, sacerdote, si estás preocupado y si no tienes paz, si no confías, si no crees, si no tienes fe, y si no caminas con seguridad y con esperanza, analiza tu conciencia y con toda sinceridad confiesa quién es tu amo, sacerdote, ¿a quién sirves?
¿Cómo obtienes tu salario?
¿Lo mereces?
Y lo que ganas, ¿lo multiplicas o lo desparramas?
Nadie puede servir a dos amos, sacerdote, asegúrate que estás sirviendo a Dios, asegúrate que estás buscando primero su Reino y su justicia, sabiendo con seguridad que, por añadidura, lo demás se te dará.
No te inquietes, sacerdote, vive en paz, no te preocupes por el mañana, cada día tiene su propio afán.
Ocúpate de servir a tu Señor trabajando en su viña, conduciendo a su pueblo con rectitud, enseñándolo y santificándolo, proveyéndolo de la misericordia de Dios, para conseguir en Cristo un solo pueblo santo y llenar de almas el cielo, porque ese, sacerdote, es tu trabajo.
Pide fe, sacerdote, y conoce a tu Señor, que es Padre, que es Madre, es dador, es providencia, es todopoderoso, es omnisciente, es omnipresente y te ama.
Demuéstrale, sacerdote, tu fe.
Ora y labora, confía y espera, y verás qué bueno es el Señor.
Permanece en la fidelidad a su Palabra escuchándola y haciendo todo lo que Él te diga, y si un día pareciera, sacerdote, que Dios no cumple con su paga, reza más, y trabaja más, obra con misericordia, mortifícate, sacrifícate, confía y espera, porque Él nunca se deja ganar en generosidad.
Y tú, sacerdote, si crees esto, ¿de qué te preocupas?
Vive en la alegría de servir a Cristo, siendo ejemplo de que tú no te preocupas, sino que te ocupas en las cosas de tu Padre que está en el cielo, que es tu amo y tu Señor, que te ve, que te escucha, y que es tu proveedor.