PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – HACER LA GUERRA
«No piensen que he venido a traer la paz a la tierra, no he venido a traer la paz sino la guerra».
Eso dice Jesús.
Te lo dice a ti, sacerdote, y luego te envía a llevar su paz a todos los rincones de la tierra.
Tu Señor no es incongruente, aunque lo aparente.
Tu Señor es la verdad, y abre tus ojos a la realidad –porque los ojos del hombre están cegados a la fantasía de la herida ocasionada por la maldad del pecado–, para que veas con claridad el camino, que, aunque parezca que no tiene sentido, te conduce a la plenitud de la vida, y a la eternidad.
Tu Señor te da su paz para que tú, sacerdote, la lleves a los demás. Pero no te la da como la da el mundo.
Tu Señor te envía a continuar su misión, a hacer las mismas obras que hizo Él y aun mayores. Escucha su Palabra y atesórala en tu corazón. Que sea para ti cada Palabra una lección, para que lo imites, para que hagas lo que Él te dice, para que lo conozcas tal cual es, y lo ames por sobre todas las cosas, para que creas en Él, para que des tu vida por Él, y no la pierdas, sino que la salves.
Tu Señor no ha venido al mundo a traer la paz, sino la misericordia, perdonando los pecados y corrigiendo al que se equivoca, soportando con paciencia los errores de los demás, derribando del trono a los poderosos y exaltando a los humildes, revelando su verdad, no a los sabios y letrados, sino a los pequeños y sencillos, desacomodando a los cómodos y a los resignados, hiriéndolos con espada de dos filos.
Tu Señor ha venido a mostrarte el camino, y el camino es de cruz, y te pide que tomes tu cruz y lo sigas, exaltando su Nombre –para que toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en los abismos y en todo lugar–, el Nombre del Rey, el Hijo de Dios, el Sumo y Eterno Sacerdote, que es Víctima y es Altar, el Cordero de Dios, y el Buen Pastor, el Hijo de David, el Hijo del hombre, el Maestro, el Hijo del carpintero, el Salvador, el Redentor, el Señor, el Mesías, el Libertador, el Hijo de María, el Nazareno, el Rey de los judíos, el Rey de los ejércitos, el Rey del universo, el Cristo. Su nombre es Jesús.
Tu Señor ha puesto enemistad entre la mujer y la serpiente, y le ha dado a ella el poder de vencer, pisándole la cabeza. Y la bestia, despechada contra la mujer, hace la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios, y mantienen el testimonio de Jesús.
Por tanto, sacerdote, la guerra de tu Señor es contra tus enemigos y contra sus traiciones, contra tus tentaciones y las malas pasiones, que te atormentan, que te turban, que te inquietan, que te confunden, y que te quitan la paz.
Tu Señor ha venido al mundo a dar su vida por ti, para rescatarte, para salvarte, para conquistarte, para ganarte la vida destruyendo la muerte, crucificando el pecado, sanando la herida que el pecado dejó en ti, haciéndote digno de seguirlo, cargando tu cruz de cada día, con la que Él te envía, para que quien a ti te reciba a Él lo reciba, y que quien a Él lo reciba, reciba a aquel que lo ha enviado.
Tu Señor te ha enviado como un guerrero de su ejército. No tengas miedo de ser llamado profeta, y de luchar por ser justo.
Tu Señor está contigo en medio de la guerra, para que tengas paz en Él, porque Él ha vencido al mundo.