PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – PERMANECER EN LA HUMILDAD
«Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Eso dice Jesús.
Te lo dice a ti, sacerdote, y te recuerda que el Padre ha puesto todas las cosas en sus manos. También a ti. Y también te recuerda que sus manos son tus manos, y en ellas Él ha puesto su confianza y su sabiduría, que es Eucaristía.
Y tú, sacerdote, ¿conoces al Padre? ¿Conoces al Hijo?
¿Escuchas la Palabra de tu Señor a través de la que Él mismo revela al Padre, y el Padre revela al Hijo?
¿Pides a tu Señor el don de la sabiduría, el entendimiento, la ciencia, la piedad, la fortaleza, el consejo y el santo temor de Dios, las virtudes de la fe, la esperanza y el amor, y la humildad, necesarios para conocer a tu Señor?
La verdad revelada a través de la Palabra está en las Escrituras. Todo ha sido escrito ya, y se cumplirá hasta la última letra. Por tanto, no busques doctrinas nuevas, ni palabras modernas; no busques falsas seguridades y teorías en la falsa sabiduría del mundo; no confíes en los falsos profetas ni en sus palabrerías; no te confundas ni te angusties con falsas profecías.
Tú tienes la verdad, sacerdote. La verdad te ha sido revelada y vive en ti. La verdad te ha sido dada para que sea profesada al mundo a través de ti. Búscala en la humildad de tu corazón, en el silencio de tu oración, y agradece a tu Señor que ha mirado tu humillación, como ha mirado la humillación de su esclava, a quien le fue dada la sabiduría encarnada, y a quien llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha entregado la verdad al mundo, revelada a través de la misericordia, de generación en generación, a los que temen a su Señor.
Proclama tú también la grandeza de tu Señor, sacerdote, que ha derribado a los poderosos del trono y exaltado a los humildes, que ha reconocido tu pequeñez y te ha fortalecido con su poder, para que lleves su auxilio a su pueblo a través de su Palabra y de su misericordia, con la que Dios renueva su alianza a través de la adopción filial de todos los pueblos, para que todos sean uno en el Hijo, como el Hijo y el Padre son uno.
Tu Señor te pide que te hagas como niño, porque de los niños es el Reino de los Cielos, y te pide que te mantengas pequeño, perseverando en la virtud de la humildad, teniendo sus mismos sentimientos. Pero también te advierte del peligro del poder, de la fama, de las riquezas, del orgullo, que lleva a la infidelidad, y te aleja de su amistad, cuando pretendes ser sabio por creer que tienes la verdad, buscando una larga vida de riquezas, y no la sabiduría del corazón que te consigue la vida eterna.
Escucha la Palabra de tu Señor, sacerdote, y ponla en práctica, porque es así, viviendo en la verdad, como permaneces en la humildad, reconociendo tus miserias, pidiendo al Padre su misericordia, por la que tu humanidad se configura con su divinidad, para revelar la verdad a través de ti a todos los hombres de buena voluntad, para que conozcan al Hijo, y el Hijo les revele al Padre.