PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – MISERICORDIA Y NO SACRIFICIO
«El Hijo del hombre también es dueño del sábado».
Eso dice Jesús.
Tu Señor es Rey del universo, y lo obedecen los cielos y la tierra. Él es el creador de todo lo visible y lo invisible, y sobre Él el maligno no tiene ningún poder, porque Él es todopoderoso.
Tu Señor ha vencido al mundo, y ha ganado para Dios un reino de sacerdotes, por un único y eterno sacrificio, con el que ha lavado con su sangre los pecados del mundo.
Tu Señor es tu dueño, sacerdote, y dueño de la ley. Pero no ha venido al mundo a abolir la ley, sino a derramar su misericordia, para darle plenitud.
Tu Señor te ha llamado, sacerdote, para que hagas las obras que hizo Él, y que uniéndolas a su sacrificio alcances de Dios su poder, haciendo obras mayores que las que hizo Él, porque Él está en el Padre, y Él no ha venido al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.
Tu Señor te ha llamado, sacerdote, para que renuncies a ti mismo, tomes tu cruz y lo sigas. Pero tu cruz no es de sacrificio, sino de entrega de vida; no es de clavos ni espinas, sino de misericordia.
Tu Señor te ha llamado, sacerdote, no para que mueras de hambre, sino para que alimentes; no para que desfallezcas de sed, sino para que des de beber; no para que castigues, sino para que perdones; no para condenar a los que no tienen culpa, sino a guiar en la verdad, y a procurar que se haga en ti, y en los demás, su voluntad.
Tu Señor te ha llamado, sacerdote, para continuar su misión, llevando su luz y su misericordia a todos los rincones de la tierra, a predicar su Palabra para que lo conozcan, para que el mundo crea.
Y tú, sacerdote:
¿Cómo vives tu ministerio?
¿Haciendo sacrificios para que te vea el pueblo, o impartiendo los sacramentos y ungiéndolo?
¿Cómo es tu vida de piedad?
¿Cumpliendo por obligación con tantas normas como hay, o sirviendo y enseñando con el ejemplo a rezar con devoción y con amor?
¿Te entregas totalmente en cuerpo y alma a tu Señor, o solo cumples con las reglas?
¿Te sacrificas hasta el punto del martirio, desgastando tus fuerzas y tu salud, o usas tu cuerpo y tus fuerzas para llevar a los demás la salud?
¿Llevas tu cruz de cada día con alegría, contagiando tu fe, llevando esperanza y obrando con caridad, o caminas de mal humor, mortificando a los demás, porque cada paso que das es para ti un tormento y un lamento?
Tu Señor te ha llamado, sacerdote, para que vivas su Palabra todos los días, haciéndote ofrenda con Él en cada Eucaristía, uniéndote a su sacrificio, no para que mueras, sino para que tengas vida, uniendo a su pueblo en una sola ofrenda, no para sacrificarlo, sino para salvarlo.
Tu Señor te ha llamado, sacerdote, para que aprendas de Él, y le enseñes a su pueblo a vivir en la alegría de su Señor, a amarlo, a alabarlo, a adorarlo, a servirlo, a contemplarlo, a bendecirlo y a glorificarlo con sus obras, para que comprendan el sentido de las palabras: misericordia quiero y no sacrificio.