PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – OÍR LA VOZ DEL SEÑOR
«El que tenga oídos, que oiga».
Eso dice Jesús.
Te lo dice a ti, sacerdote, y te manda que lo escuches, y espera que hagas lo que te dice.
Tu Señor habla claro y fuerte, y te envía al Espíritu Santo para que te recuerde todas las cosas, porque tu Señor te comprende, conoce todo de ti; hasta tu sordera, sacerdote.
Tu Señor no se cansará de llamar y de insistir, hasta conseguir que le abras la puerta, para que Él pueda entrar y cene contigo, y tú con Él, porque Él respeta tu libertad.
Y tú, sacerdote, ¿oyes la voz de tu Señor?
¿Tomas conciencia de que está a la puerta y llama?
¿Le abres la puerta?
¿Lo invitas a entrar?
¿Cenas con Él?
¿Escuchas su Palabra?
¿La pones en práctica?
¿Estás dando fruto?
¿Tu fruto es abundante?
Tu Señor no quiere el treinta, ni el sesenta, sacerdote. De ti quiere el ciento por uno, porque es lo mismo que Él te ofrece en esta vida, y además la vida eterna, porque tu Señor no se deja ganar en generosidad.
Tu Señor te ha dado su semilla para que la siembres en tierra buena, para que dé buen fruto, y ese fruto permanezca de generación en generación, para que, por ese fruto, alaben al Señor tu Dios todos los pueblos.
Tu Señor no te ha llamado siervo, te ha llamado amigo, porque todo lo que ha oído de su Padre, te lo ha dado a conocer. Porque Él te ha dado oídos para que oigas, y poniendo atención lo escuches, y meditando lo entiendas.
Tu Señor te hace partícipe de su gloria cuando haces sus obras, cuando edificas, cuando construyes su Reino, reuniendo a su pueblo para guiarlo a la verdad, en un solo rebaño y con un solo Pastor, porque caminan sin rumbo, perdidos, como ovejas sin pastor.
Tu Señor ha sido concebido por el amor, que es Espíritu de Verdad.
Tu Señor es la Verdad. Él es la verdadera libertad, porque está escrito que la verdad los hará libres.
Tu Señor ha sido engendrado por el Dador de vida. Es la Palabra y es la semilla sembrada en tierra buena e inmaculada de mujer. Pero es ella la que dijo sí, y lo dejó nacer, la que lo cuidó y lo vio crecer, para entregarle al Padre el ciento por uno.
Tu Señor es el sembrador, sacerdote. Escúchalo y déjalo sembrar en tu corazón palabras de vida y de salvación, acudiendo todos los días a la oración, al silencio, a la contemplación de sus misterios, meditando todas las cosas en tu corazón, porque tú eres, sacerdote, el fruto de su pasión, de su muerte y de su resurrección.
Tu Señor te envía a sembrar su semilla, y te advierte que hay terrenos diferentes, para que no desperdicies tu vida esparciendo la semilla motivado por la acción, dejando a un lado la mortificación y la oración, porque el que no está con Cristo está contra Él, y el que no recoge con Él, desparrama.