PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – PROTEGER LA SIEMBRA
«El que tenga oídos, que oiga».
Eso dice Jesús.
Te lo dice a ti, sacerdote, para que escuches su Palabra. Y te da el don para que la entiendas, para que la vivas, para que la expliques, y otros puedan entenderla y vivirla.
La Palabra de tu Señor es alimento que da vida a la buena semilla, que la fecunda y la hace germinar, y a través de la fe la fortalece y la hace crecer, hasta ser un árbol grande y frondoso, en donde anidan las aves del cielo.
Tu Señor habla en parábolas, sacerdote, pero a ti te habla claro, y te dice todo lo que ha oído a su Padre. Por eso te llama amigo, porque puede hablar y compartir todo contigo. Tú has sido configurado con Él para que tengas sus mismos sentimientos. Él te comprende, y se asegura que tú también lo comprendas.
Muchos dones te han sido dados, sacerdote, pero al que mucho se le da, mucho se le pedirá. Escucha la Palabra de tu Señor y ponla en práctica. Pon tu fe en obras, porque de eso se te pedirán cuentas. Y si tú creyeras que no tienes fe, voltea a ver lo que hay dentro de ti, y el poder que Dios ha confiado en ti.
Cuando te vio debajo de la higuera, y te llamó, tú lo escuchaste y dijiste “sí, aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad, envíame”. Y tu Señor también te escuchó, porque Él tiene oídos que oyen. Y entonces te eligió, y tú dejaste todo, tomaste tu cruz y lo seguiste, porque lo escuchaste, porque le creíste.
Tú eres buena semilla, sacerdote, que ha dado fruto, y tu Señor te ha hecho sembrador en su campo, para multiplicar todo lo bueno que tú tienes para dar, y así construir su Reino con buena semilla. Y te manda protegerla, para que crezca y de fruto, y ese fruto permanezca.
Pero tu Señor también te advierte que hay otro sembrador que es tu enemigo: es el diablo. Y siembra mala semilla, para que crezca como cizaña en medio de tu siembra, para evitar que el Reino de Dios se extienda.
Y el Señor te envía a cuidar y a proteger lo que es tuyo, pero requiere tu voluntad, para que todo lo tuyo sea suyo, y Él lo pueda salvar. Porque tu Señor vive en ti, y obra a través de ti.
Tu Señor confía en ti, sacerdote.
Y tú, ¿crees en tu Señor?
¿Confías en Él?
¿Crees en ti?
¿Confías en ti, y en que tu Señor te ha dado su poder?
¿Agradeces y aceptas los dones recibidos?
¿Los usas para hacer el bien y fortalecer tu virtud?
¿Te reconoces sembrador?
¿Siembras buena semilla?
¿Cómo proteges el campo del Señor?
¿Le pides y le permites que te ayude?, ¿o pretendes hacer todo con tus propias fuerzas?
¿Lo escuchas y haces lo que Él te dice?
¿Crees en su Palabra y permaneces en vela, porque sabes que el tiempo de la cosecha está cerca?, ¿o tapas tus oídos para no oír, y no te preparas, porque en eso no piensas?
Tu Señor te ha dicho que todo está escrito, y que se cumplirá hasta la última letra.
Es tiempo de siembra, sacerdote.
Es tiempo de cuidar, de proteger, y de alimentar los campos.
Es tiempo de creer que el tiempo de la cosecha está cerca.
Es tiempo de sembrar los campos, con tanta semilla buena, que no haya lugar para que crezca la cizaña.
Es tiempo de alzar la voz y de predicar la Palabra de Dios, para que, el que tenga oídos, oiga.