PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – SEMBRAR BUENA SEMILLA, NO CIZAÑA
«Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre».
Eso dice Jesús.
Y te explica su Palabra, sacerdote, para que la escuches, para que la entiendas, para que la practiques y te santifiques.
La Palabra de tu Señor te invita, y te enseña el camino para llegar al Cielo, y te promete brillar como el sol, en el fulgor de la gloria de Dios Padre, pero te compromete a renunciar al mundo y a escoger la mejor parte.
La Palabra de tu Señor está viva, y te invita a hacerla vida, y a que la prediques con tu boca y con el ejemplo, para que te conviertas y te transformes en templo de la Santísima Trinidad, para que alcances la plenitud de la unidad.
La Palabra de tu Señor te alimenta, te nutre, te ilumina, te guía, te revela la verdad, te enseña, te convence, te enamora, te llena de confianza y de paz, te consuela, te sana, te sacia, te fortalece, te conforta, te comunica, y te manifiesta la voluntad de Dios, pero también te corrige, y te advierte que se cumplirá hasta la última letra.
Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo, y todos los malvados y los infieles, serán cortados y arrojados en el fuego eterno, en donde será el llanto y el rechinar de dientes.
Y tú, sacerdote, ¿escuchas la Palabra de tu Señor?
¿Sabes cuál es para ti la voluntad de Dios?
¿Perseveras en cumplir y en hacer cumplir sus mandamientos?
¿Abandonas tu voluntad a la voluntad divina?
¿Eres fiel? ¿Eres manso y humilde de corazón? ¿Eres buena semilla?
¿Crees que el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles para arrancar la cizaña, y echarla al horno encendido, mientras los justos se salvan?
Tu Señor habla en parábolas, sacerdote, pero a ti te habla claro, y te explica, y te muestra el camino de su vida, de su pasión, de su muerte y de su resurrección, para que la vivas en medio del mundo, con visión sobrenatural, con los pies en la tierra y el corazón en el Cielo.
La Palabra de tu Señor está viva, sacerdote, y hiere como espada de dos filos, que penetra hasta lo más profundo del corazón, y deja de manifiesto tus intenciones y la rectitud de tu corazón.
Escucha la Palabra de tu Señor, sacerdote, y llévala a la oración, para que la medites con calma en tu corazón, y consigas tu propia conversión, examinando tu conciencia, purificando tu intención, para que brilles como el sol, para la gloria de Dios.
Tu Señor no te llama siervo, sacerdote, te llama amigo, porque todo lo que ha oído de su Padre te lo ha dado a conocer, para que tú seas igual que Él, y hagas sus obras, continuando su misión de salvación, sembrando buena semilla y no cizaña, pero protegiendo su siembra de la cizaña, que crece en medio de ella, que la pone en peligro, que la contamina, que la opaca, que la asfixia, que no la deja crecer, que la mata cuando el labrador no la rescata, pero que si la procura, la alimenta y la cuida, crece fuerte y da fruto en abundancia, para que tú, labrador, cumplas bien con tu misión, y te santifica para que brilles como el sol en el Reino de tu Padre.