14/09/2024

Mt 13, 47-53

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – CONSTRUIR EL REINO DE LOS CIELOS EN EL MUNDO

«Conviértanse, porque el Reino de los cielos ha llegado» (Mt 4, 17).

Eso dice Jesús.

Y te lo dice a ti primero, sacerdote, porque tú has encontrado un tesoro, y lo has dejado todo para hacerlo tuyo, y has entregado a Dios tu vida para tenerlo, para cuidarlo, para protegerlo, para construir con Él su Reino.

Tú eres, sacerdote, el hombre más afortunado del mundo, porque tu riqueza es un Reino que no es de este mundo, y tú no eres del mundo, pero eres constructor del Reino de los Cielos en el mundo, para conquistar y liberar a las almas que han nacido encadenadas al mundo por el pecado original.

Tú has encontrado un tesoro, sacerdote, que no es para guardar. Tú has sido configurado con Él, para que el mundo lo vea brillar, para que lo encuentren, para que lo hagan suyo, para que se enriquezcan, y todos sean uno con Él. Tu tesoro es Cristo vivo, y su Reino ha sido establecido a través de la Santa Iglesia, en la que el santo pueblo de Dios ha sido reunido para ser constituido en un Reino de sacerdotes para Dios Padre.

Por tanto, tú eres, sacerdote, un tesoro de Dios para el mundo. Y tú ¿te has dejado encontrar? ¿Te has permitido brillar?

¿Has enriquecido a aquellos con los que has convivido?, ¿o sigues escondido en el campo y no conocen tu valor?

¿Comprendes lo que quiere decir que el Reino de los Cielos ha llegado, y que tú has sido predestinado y llamado para ser parte?

¿Participas activamente en su construcción?

¿Acudes constantemente a la oración?

¿Valoras como un tesoro cada encuentro con tu Señor?

Alégrate, sacerdote, porque el tesoro de Dios vive en ti y en tu vocación, para llevar a las almas a la conversión, a través de la misericordia de tu Señor, que les ha ganado la salvación.

Pero conviértete tú primero, sacerdote, y cree en el Evangelio. Saca lo nuevo y saca lo viejo que hay en tu corazón, para que puedas alcanzar una verdadera y total renovación de tu alma sacerdotal.

Y muéstrale al mundo tu fe con obras, sacerdote, haciendo la voluntad de tu Señor, con lo que muestres su alegría por haber encontrado en ti un tesoro, porque eres un hombre según su corazón.

Agradece, sacerdote, el amor de tu Señor, que te ha buscado hasta encontrarte, y lo ha dado todo, hasta su vida, para salvarte, y se ha quedado contigo todos los días de tu vida, para conservarte y contigo glorificar a su Padre, enriqueciendo sus tesoros, llevando muchas almas al Cielo.

Confía, sacerdote, en la Palabra de tu Señor, y ponla en práctica, pidiéndole, con humildad, que te conceda con generosidad un único tesoro: sabiduría de corazón, para construir el Reino de los Cielos en la tierra, para que se haga la voluntad del Padre en la tierra como en el Cielo.