14/09/2024

Mt 14, 13-21

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – ALIMENTAR HASTA SACIAR

«Denles ustedes de comer».

Eso dijo Jesús.

Se lo dijo a sus discípulos, y te lo dice a ti, sacerdote, porque su pueblo tiene hambre, y te envía a alimentarlos hasta saciarlos.

Tu Señor es el alimento de vida. El único alimento que salva y que sacia, que perdona y que da gracia, que es eterno y nunca se acaba.

Tú eres, sacerdote, el instrumento para compartir el alimento. Pero tu Señor quiere también la generosidad de su pueblo, y te pide que recojas con Él el fruto del trabajo de los hombres, y lo transformes en ofrenda, para que con Él y contigo sean uno, como el Padre y Él son uno, transubstanciando la ofrenda en su Carne y en su Sangre.

Tu Señor ha querido necesitar de ti, sacerdote, para hacerse presente, para alimentar a la gente, para guiarlos y para salvarlos, porque son como ovejas que sin pastor se pierden.

Tu Señor te pide que llames a las ovejas de su rebaño, que las reúnas y no las disperses, que las mantengas unidas y las alimentes. No le digas que solo eres un muchacho, porque a donde quiera que Él te envíe irás, y lo que quiera que tú digas dirás, porque Él ya sabe que eres solo un muchacho, pero Él te ha dado cinco panes y dos peces.

Tu Señor te envía, sacerdote, y te dice: no tengas miedo, que contigo estoy para salvarte. Mira que ha puesto sus palabras en tu boca, y no podrás equivocarte.

Tu Señor te da autoridad sobre las gentes y sobre los reinos, para destruir y derrocar, para reconstruir y para plantar. Él es velador de su propia Palabra para cumplirla, y te convierte en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda la tierra, porque te harán la guerra, pero no podrán contigo, pues contigo está tu Señor para salvarte.

Y tú, sacerdote, ¿crees esto?

¿Le das a tu Señor todo lo que tienes, y abandonas tu voluntad en su voluntad, para que haga contigo lo que Él quiere?

¿Confías en el poder de tu Señor y en sus milagros?

¿Aceptas que Él ponga ese poder entre tus manos?

¿Tienes el corazón dispuesto para acoger a su pueblo?

¿Mantienes reunido a su rebaño, o caminan como ovejas sin pastor, porque tú te has ido, porque te has cansado y lo has abandonado?

¿Los alimentas?, ¿o tienen hambre?

¿Tienen un pastor valiente?, ¿o tan solo ven en ti un muchacho cobarde?

Reflexiona, sacerdote, en la compasión de tu Señor, y pídele que te dé sus mismos sentimientos, que te llenen de valor para asistir las necesidades de su pueblo. Y entrégate en sus manos, para ser usado como instrumento de amor –al ser configurado con Cristo Buen Pastor–, y el medio para que Él haga llegar su misericordia a su pueblo.

Dispón tu corazón, sacerdote, y participa con tu Señor en su sacrificio redentor, que es un diario milagro en el altar, para alimentar, para salvar, para compartir y multiplicar la gracia obtenida por tu ofrenda, que se derrama sobre el mundo entero, y aun así sobra, porque Dios no se deja ganar en generosidad.