14/09/2024

Mt 15, 21-28

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – PEDIR CON INSISTENCIA

«Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas».

Eso dijo Jesús.

Y deja claro que Él da a quien pide con fe, aunque no lo merezca.

Tu Señor se compadece de las miserias de los hombres, y alaba su fe cuando creen en Él, en su poder y en sus obras, y no les da las migajas ni las sobras, sino que se da Él mismo, a través de su misericordia.

Y tú, sacerdote, ¿tienes fe?

¿Qué tan grande es tu fe?

¿Acudes a tu Señor con verdadera fe, para pedir su favor con insistencia?, ¿o te rindes y no insistes, porque en realidad no crees que te dará lo que le pides?

¿Reconoces tu necesidad y tu impotencia, y le pides a tu Señor que se compadezca?, ¿o vives resignado a permanecer soportando tu sufrimiento, porque no confías en su misericordia?

¿Cómo vives tu fe, sacerdote?

¿Estás convencido de que tu Señor es tu amigo y está dispuesto a ayudarte?, ¿o lo ves como un Dios lejano, indiferente a tu miseria, y a la necesidad de tus hermanos?

¿Crees que tu Señor es el único Hijo de Dios que ha venido al mundo para salvarte?

¿Crees en el amor de tu Señor?

Tu Señor quiere complacerte, sacerdote, y quiere darte lo que le pidas, pero no quiere que pienses que no quiere darte lo que le pides, porque al dudar lo ofendes.

Ten el valor, sacerdote, de reconocer con humildad, que no eres más que un siervo pecador, indigno de merecer la amistad de tu Señor, pero que te merece Él mismo, porque te ha hecho hijo de Dios, no para darte las migajas, sino para compartir contigo el pan de la mesa.

Tu Señor te ha merecido su heredad, sacerdote, por filiación divina. Acepta, agradece y pide su intervención divina, para que te dé los medios, y puedas corresponder a tanta gracia inmerecida.

Y, si no supieras qué pedir, sacerdote, pídele que te dé lo que te conviene.

Sacerdote: no eres una marioneta, ni un instrumento que Dios use a su antojo. Tu Señor te ha dado voluntad para que luches, para que disciernas, y la unas a su divina voluntad, aceptando con humildad lo que Él te quiere dar, convencido de su misericordia y su bondad, que tu imperfección, tu infidelidad y tu pecado no han merecido, pero que Él mismo, con su sangre, te ha conseguido.

Tu Señor quiere que le pidas, sacerdote, con insistencia, aferrado a su verdad, porque quiere complacerse en ti, y en su fidelidad, por la que se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz, para poderte salvar conservando tu libertad para amarlo, para respetarlo, para aceptarlo, para querer su querer, teniendo sus mismos sentimientos, y seas configurado totalmente con Él, no por obligación, sino por amor, porque para eso te creó.

Tu Señor ha infundido en ti un espíritu según su corazón, sacerdote, y te ha dado la sabiduría, la inteligencia, el consejo, la fortaleza, la ciencia, la piedad, y el temor de Dios, la esperanza y el amor, para que pongas por obra tu fe, porque Él te ha dado una fe grande para darte lo que le pidas, y el Padre sea glorificado en el Hijo.

Pide, sacerdote, con fe, y con confianza en tu Señor.

Pide, aunque no merezcas, porque Él ya todo te ha merecido.

Pide, aunque seas indigno, porque la dignidad te ha sido dada en Cristo.

Pide, aunque por tu ignorancia y tu incapacidad no sepas cómo pedir, porque tu Señor ya sabe lo que te conviene.

Pero primero pide que aumente tu fe, para que, por tu fe grande, tu Señor te conceda lo que necesitas para ti y para el mundo entero.

Pide, como un hijo pide al Padre, como tu Señor te enseñó, amando a Dios por sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo, como Él nos amó.