PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – VENCER LAS DIFICULTADES
«Si ustedes tuvieran fe, al menos del tamaño de una semilla de mostaza, nada sería imposible para ustedes».
Eso dijo Jesús.
Se lo dijo a sus discípulos, y te lo dice a ti, sacerdote.
Tu Señor te pide que confíes en tu poder para expulsar demonios y para hacer milagros, porque es a través de ti, que Él lo quiere hacer.
Tu Señor pone en ti sus complacencias, sacerdote, que son sus obras de misericordia para su pueblo, y te pide que actúes en su persona, porque es a través de ti que Él los salva y los perdona.
Tu Señor confía y te envía, sacerdote, a hacer sus obras y aun mayores, porque Él ha subido al Padre, y quiere glorificar al Padre en ti. Pero, si tú no crees en tu poder, entonces tampoco crees en la Palabra de Él, ni en el ministerio que te ha confiado, ni en su poder para obrar en ti y a través de ti, con los dones y las gracias que te ha dado.
Mira, sacerdote, la fe del pueblo que Dios te ha confiado. Compadécete de él, de sus sufrimientos, de sus necesidades, de su debilidad, de su enfermedad, de sus dolencias, y que a pesar de la tribulación, de las tormentas, de los vientos fuertes, de la inseguridad, de su impotencia, y de sus miserias, se mantiene firme a sus creencias, en la esperanza de recibir de Dios su favor, su misericordia y su providencia, a través de ti, sacerdote, porque Él te eligió, y te configuró guía, pastor, médico de cuerpo y de alma, intermediario, y medio de salvación.
Mira, sacerdote, a la gente que camina como ovejas sin pastor. Tu Señor te ha dado sus mismos sentimientos, para que tengas compasión, para que actúes y los ayudes, para que los dirijas, para que los corrijas, para que los aconsejes, para que los alimentes, para que intercedas por ellos con tu oración, para que te sacrifiques como tu Señor, porque saben que tú eres partícipe de su redención.
Pero si tú, sacerdote, no crees, ¿quién creerá?
Y si tú, sacerdote, no tienes fe, ¿quién tendrá?
Y si tú, sacerdote, no manifiestas tu fe en obras, ¿quién la verá?
Y si tú, sacerdote, no confías en Dios, ¿quién confiará?
Y si tú no haces las obras de tu Señor, ¿quién las hará?
Persevera, sacerdote, en el cumplimiento de tu misión, acudiendo al recurso sagrado de la oración, para que, frente al Sagrario, descubras la voz de tu Señor, a través de su Palabra y de su presencia en la hostia consagrada, que te espera con paciencia para ser adorada, alabada, bendecida, compartida, y consumida por las almas, que por ti esperan conseguir ser una morada digna y dispuesta para que sea bien recibida.
Reflexiona, sacerdote, en lo que espera de ti tu Señor. Acepta la misión tan grande que Él te dio. Confía en Él y dile: Señor, yo creo, pero aumenta mi fe.
Acude con el corazón contrito y humillado que Él no desprecia, y póstrate a sus pies en el Sagrario y en el confesionario, avergonzado porque Él te ha escogido entre tanta gente, pero te falta confianza, te falta fe, te sientes débil y cansado, la duda te asalta, y la tentación te vence, pero tienes el querer de cumplir su voluntad, porque crees firmemente que tu Señor está presente, que te ve, que te oye, que te perdona, y que atiende tus súplicas porque te ama.
Tu Señor te conoce, sacerdote. Él es un amigo fiel que no pierde en ti su confianza ni su esperanza, porque nada es imposible para Dios.