PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – LECCIONES PARA HACERSE ÚLTIMO
«Yo soy el primero y el último» (Ap 22, 13).
Eso dice Jesús.
Sacerdote, tu Señor ha venido a enseñarte el camino para ser como Él, para que seas primero y que seas último, como Él, pero, para ser el primero, debes primero hacerte último.
Eso es lo que ha venido a enseñarte tu Señor con su ejemplo.
Ha venido a enseñarte no a ser servido, sino a servir.
Ha venido a enseñarte a dar la vida, para servir a Dios, a través del servicio a los hombres, para llevar a los hombres a Dios.
Ha venido a enseñarte que Él se ha entregado en manos de los hombres, para que los hombres se entreguen en las manos de Dios.
Esa, sacerdote, es la lección.
Aprende, sacerdote, de tu Maestro, y haz lo mismo que hizo tu Señor, porque no es más el siervo que su amo, y no es más el discípulo que su maestro.
Entrégate tú, sacerdote, en manos de los hombres, como tu Señor se entrega en tus manos, y permite ser elevado y mostrado al mundo, como haces tú con Él.
Tú muestras al mundo a tu Señor crucificado, entregado en las manos de su Padre como cordero en sacrificio, para quitar los pecados del mundo.
Entrégate, sacerdote, tú con Él, permitiendo ser señalado, perseguido, calumniado, burlado, maltratado, flagelado, desterrado, crucificado, para salvar a los hombres perdonando sus pecados.
Esa, sacerdote, es la lección.
Entrega, sacerdote, tu voluntad a la voluntad de Dios, y haz lo que Él te diga.
Cada Palabra es alimento de vida.
Cada Palabra la pone en tu boca para que la lleves al mundo, poniéndola por obra.
Escuchar la Palabra de tu Señor y ponerla en práctica, esa, sacerdote, es la lección.
Sentar a los hombres en la mesa de tu Señor, como invitados al banquete del cordero, mientras tú sirves a tu Señor como alimento, para saciar el hambre de su pueblo con el Pan vivo bajado del cielo, haciéndote último, para que tu Señor sea primero.
Esa, sacerdote, es la lección.
Enseña, sacerdote, la lección a tu pueblo, porque esa es tu misión, siguiendo el ejemplo de tu Señor en todo momento, transmitiendo con tu propio ejemplo las enseñanzas del Señor, para que su pueblo aprenda también la lección.
Acoge sacerdote a cada uno, como si fuera un niño, y enséñales, porque ellos no saben lo que hacen.
El maestro sirve al discípulo, porque esa es su misión, para que el discípulo aprenda bien la lección, y aplique la Palabra de Dios a su vida, haciéndose para el mundo también ejemplo, servidor y último, para que pueda también cada uno de ellos llegar a ser primero en el Reino de los Cielos.
Esa, sacerdote, es tu misión.
Si tú haces esto, sacerdote, has aprendido bien la lección, y si no lo has hecho, y si es difícil comprender para ti a tu Señor, entonces recurre a la maestra de tu Señor, la que haciéndose sierva y esclava del Señor se hizo última, para acoger en su seno al Niño que, siendo el primero, se hizo el último, que siendo Dios, se hizo hombre, que por hacerse último no deja de ser el primero, y por hacerse hombre no deja de ser Dios, pero que se ha entregado en las manos de los hombres para que los hombres puedan llegar a Dios.
Sacerdote, Él te ha elegido para ser el último, porque te ama.
Obedece, sacerdote, porque eres último para ser el primero en presencia del Señor.