Mt 18, 1-5. 10 - Fiesta de los Santos Ángeles Custodios
Mt 18, 1-5. 10 - Fiesta de los Santos Ángeles Custodios
00:00
00:00

 

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – BIEN ACOMPAÑADOS

«Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles en el cielo ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo».

Eso dice Jesús.

Se lo advierte al mundo, y te lo anuncia a ti, sacerdote, invitándote a hacerte como niño para que seas bien recibido, para que seas ejemplo de cómo son las almas que merecen el Reino de los cielos, y, ayudado por los ángeles, guíes al mundo entero, para cumplir la voluntad de Dios, que es que todos los hombres se salven.

Tu Señor, el buen Dios, te ha llamado, te ha elegido y te ha enviado al mundo para que des fruto, y ese fruto permanezca. Pero conoce tu debilidad, la miseria de tu humanidad, tus miedos, tus tentaciones, los peligros que te acechan, tus desiertos y tu soledad, y te da un ángel guardián para que te custodie en todo momento, día y noche, y en todo lugar, para que cumplas con la misión ministerial que, por el sacramento del Orden, ha visto a bien encomendar.

Pero antes de haberte Él formado en el vientre, ya te conocía, y antes de que nacieras, consagrado ya te tenía, profeta de las naciones te constituyó, y desde el primer instante de vida te protegió, eligiendo para ti un ángel custodio según su corazón, y te lo dio para que sea tu compañero de vida, tu amigo fiel, la luz que te guía, jornalero incansable que comparte tu misión, dedicado completamente a procurar que se cumpla en ti el plan de Dios, y no tu propia voluntad.

Agradece, sacerdote, tan grande ayuda, y tan grata compañía, y déjate ayudar y acompañar por el ser espiritual al que has sido encomendado, porque él sabe lo que te conviene.

Ayúdalo y permítele actuar, porque su misión eres tú, para la eternidad, y en las manos de Dios te debe entregar.

Tu Señor te ha revelado su asistencia a través del ángel que te ha dado, que es conducto, instrumento e intermediario directo de la providencia divina, porque continuamente ve el rostro del Padre que está en el cielo.

Y tú, sacerdote, ¿crees esto?

¿Acudes continuamente a tu ángel de la guarda, y le pides ayuda?

¿Procuras su amistad y hablas con él, o te parece una locura?

¿Le permites actuar y recibes su asistencia, confiando en su bondad y en su constante presencia, o no crees porque no lo ves?

No desprecies las ayudas que te manda tu Señor para llegar a Él, antes bien, encomiéndate a tu ángel, y dile que crees en él. Abre los ojos a la visión sobrenatural y date cuenta de su presencia junto a ti. Es una realidad.

Pídele ayuda a tu ángel guardián, para ganar todas tus batallas, pero pídele primero que te haga ser como niño, para que tengas los mismos sentimientos de Cristo y defiendas lo que es tuyo, porque de los niños es el Reino de los cielos.

Pídele que te ayude a mantenerte en el camino seguro, tomado de la mano de tu Madre, abandonando tu voluntad en las manos de tu Padre.

Pídele que custodie tu corazón y lo mantenga encendido con la llama del fuego del amor, y pídele la constante conversión, para que tu corazón no sea de piedra, sino que sea configurado con tu Señor en corazón de carne, que sea suave, que sienta, que duela y que encienda de celo apostólico en todos los ambientes en donde te encuentres.

Acepta, sacerdote, la compañía y la ayuda de los ángeles del cielo, y aprende con ellos a alabar y a adorar el Nombre, el Cuerpo y la Sangre de tu Señor, trabajando en su viña, predicando su Palabra y administrando su misericordia a través de los sacramentos, para llevar muchas almas al cielo, la tuya primero, para la gloria de Dios.